Lunes 27 de Mayo de 2013
Jaime Oaxaca Un torero, un toro, una faena y todo auténtico Hace como 15 años entrevisté a Horacio Reiba, un poblano de los que más sabe de lenguaje y tauromaquia, me comentó de una cabeza publicada en el diario Esto que se la había grabado, creo que de Juan Pelliecer: un torero, un toro, una faena y todo auténtico. La entrevista al admirado Reiba tuvo algo que ver con El Relicario y el periodismo poblano de esa época; aquella cabeza se refería a una faena de muchos años atrás. El pasado miércoles 22 de mayo en la llamada corrida de la prensa efectuada en la plaza de Las Ventas, tuvo lugar una faena para recordarla por el resto de la vida, que le viene al pelo aquella frase. Por televisión pudimos apreciar jugarse la vida a un torero desde la montera hasta las zapatillas: Iván Fandiño, oriundo de Orduña, Vizcaya, con casi 33 años de edad y 8 de alternativa. También un toro bravo: Grosella, astado de Parladé, marcado con el No. 34, con un par de pitacos que, conforme avanzaba la lidia, fue demostrando su raza, hasta que sus restos fueron despedidos con una gran ovación. El burel fue dos veces al caballo sin que se le castigara demasiado, el viento soplaba con singular alegría, Jesús Arruga, vestido de grosella y negro, dejó un buen par de banderillas. Cuatro muletazos por alto sin menearse, uno de la firma y un trincherazo fue la premonición de una gran faena, realizada con tandas largas por ambos lados, en la zona de tablas por el exceso de viento que no fue pretexto para la labor del coleta. La grosella es una fruta que contiene vitaminas A y C, la negra, como era la pinta del de Parladé, la contiene más que la roja y la blanca, con antioxidantes que ayudan a prolongar la vida. A Fandiño Grosella le alargará la vida como torero, difícilmente será olvidado, tanto que ese burel será un parteaguas no sólo en el diestro, sino en Madrid, porque después del largo desfile de cornúpetas mansos y descastados el bravo Grosella no fue cualquier cosa. Los insípidos triunfos de las figuras con sabor a descaste no podrán ser comparadas con el faenón de Iván Fandiño, conquista premiada con una oreja que la cuadrilla recibió y paseó, porque Fandiño se fue a la enfermería con el muslo atravesado por el cuerno derecho, cuando se tiró a matar por segunda vez Grosella lo hirió. No cabe duda que en muchas ocasiones las orejas sólo son un retazo de toro, éste, el de Iván, es uno de esos casos. Otra propiedad de las grosellas es que suelen ser ácidas, así como Grosella, el de Parladé. La bravura tiene un sabor diferente apreciado por pocos paladares. Será por eso que las figuras no les atoran a toros con brava acidez, prefiriendo insipidez en los labios, una dulzura con poco chiste, por faenas de oropel ante descastadas reses en lugar del auténtico oro, trasteos simplones con sabores efímeros, que los banquetes provocados por la legitimidad. La brava acidez de Grosella resaltó el porqué los torero son considerados héroes, unos semidioses vestidos principescamente para salir a jugarse alegremente la vida, sin trampas, con autenticidad, con gallardía. Aunque claro hay otros que salen a simular esa postura heroica y no le llegan ni a los talones a Fandiño. Fandiño, Grosella y esa lidia del 22 de mayo, se resume como: un torero, un toro, una faena y todo auténtico.