Martes 06 de Agosto de 2013 |
Jaime Oaxaca El milagro no llegó Dada la forma en que se maneja la fiesta brava en nuestro querido país, no surge ese novillero que conmueva a las multitudes o por lo menos al público consuetudinario que, llueva o truene, va cada semana a la plaza. Si bien es cierto que en la primera novillada del serial en La México hubo una aceptable entrada, éstas han ido disminuyendo paulatinamente; en el quinto festejo bajó considerablemente. La lluvia no es una razón convincente, porque en aquella novillada inicial la amenaza de agua era latente. ¿Por qué no regresó el público al coso? Quizá porque encontró lo que buscaba, los que siguen asistiendo son los de siempre, los de las buenas y las malas. Entiendo que será complicado para la empresa armar un serial novilleril con una baraja tan minúscula. Casi nadie quiere organizar novilladas, son muy caras, es el argumento. A simple vista pareciera que sí. Conforme se analiza cambia el panorama. Por ejemplo, no deben considerarse los honorarios de los chavales, por el contrario, lo común es que los toreros le entren, literalmente, con su cuerno, casi siempre cada torero tiene que pagar su toro y en muchos casos no recuperan ni lo de la venta de las carnes. Si cuesta torear no es un tema del que quieran hablar ni empresarios ni toreros. Por consideración a los coletas jamás le he preguntado a alguno si es cierto que tiene que abrir la cartera para torear. La respuesta en la mayoría de los casos es evidente. Inclusive, la propia plaza México no les da ni para gastos a los chavales y con un poco de análisis de los carteles uno puede intuir que algunos pagan por partir plaza. Así que, si a los empresarios no les cuestan ni toros ni toreros, ya no parece tan gravoso el asunto de la papeleta. Todo sugiere que no quieren invertir en su propio negocio, prefieren ir a la segura contratando importados taquilleros que los sodomizan imponiendo condiciones, importados que sólo vienen a jugar con novillos convirtiendo las corridas, en muchos casos, en pachangas. Por supuesto que de los extranjeros el más socorrido es el famoso del caballito. Prefieren todo con tal de no arriesgar dinero en la fiesta que presumen llevar en la sangre, a la que dicen amar y respetar. Regresando la plaza México, la empresa debería ofrecer un mínimo 20 novilladas anuales por iniciativa propia y no la raquítica docena que les exige el reglamento. Es absurdo decir que las novilladas son caras en el coso más grande del mundo, porque seguramente el presupuesto anual que incluye ingresos por el canje del derecho de apartado, venta de boletaje de corridas, esquilmos, publicidad, derechos de radio y televisión, inclusive por venta de boletos de las novilladas, tendría que absorber perfectamente las bajas entradas en los festejos de las temporadas grande y chica. Como consecuencia de la nula capacidad para forjar a los futuros matadores, está pobre la caballada novilleril, por eso, en la quinta de la temporada, el encierro de Brito que pudo ser para consagrar toreros, fue desperdiciado, sólo le cortaron una orejita santaclosera. Ninguno del sexteto de selección pudo obtener un triunfo porque no están suficientemente toreados. Un triunfo rotundo sólo se lograría por un milagro. Y en la quinta novillada el milagro no llegó. |