Muchos tienen sus lugares específicos a los que acuden para drogarse Miguel HERNÁNDEZ FERNANDO CRUZ tiene 26 años y es adicto a la heroína desde los 20; cada semana se reúne con sus amigos para consumir esta droga en un lugar de la junta auxiliar Ignacio Romero Vargas, que al igual que otros con este problema de salud tienen un lugar específico en esta demarcación, principalmente en las noches. Sin embargo, la presidenta de la junta auxiliar, Gabriela Ruiz, señaló que se trata de una leyenda urbana la categoría que se le da a su población con respecto a que existe una alta incidencia de drogadicción, principalmente en el uso de heroína, pues los propios habitantes desconocen de dónde surgió dicho señalamiento que hoy en día tiene satanizada a la Romero Vargas. La versión que sabe Fernando es que un migrante la trajo de Nueva York en la víspera de Navidad y se la presentó a varios vecinos, que algunos hace 20 años probaron y se hicieron adictos a éste y otros estupefacientes. Durante años, la droga se había mantenido en los estados de la frontera norte, pero en 1999 fue detectada en Puebla por la Subdirección de Investigación del Centro de Integración Juvenil (CIJ), que depende de la Secretaría de Salud. Los mensajes de alerta comenzaron a llegar en 2002, cuando en la ciudad poblana se estableció el Consejo Estatal Contra Adicciones de Puebla (CECAP) y varios de sus coordinadores quedaron sorprendidos, porque el primer paciente que llegó fue un adicto a la heroína. Misael Juárez, es de la junta auxiliar de La Libertad, contigua a la Romero Vargas, quien entró al mundo de las drogas por invitación de un amigo de la secundaria con el que hizo mancuerna desde que se conocieron. Tanto iban a bailes sonideros, como a jugar futbol, pero los problemas en su casa y su bajo rendimiento escolar hicieron que dejará a su familia y en consecuencia los estudios. En la actualidad tiene 21 años, es adicto a la marihuana y encontró en esta hierba el escape a sus conflictos existenciales. Ha probado cocaína y heroína, pero al ser caras las dosis, apenas con el trabajo de parabrisas le alcanza para comprarse algo de marihuana. “A veces siento una necesidad de perderme con una droga más fuerte, pero no me alcanza y lo que compran con quienes me junto no alcanza”. Él vive desde hace tres años en las inmediaciones de la Romero Vargas. Ha entrado a centros de desintoxicación más de tres veces, pero sin éxito, por lo que ha regresado a las calles para continuar en la búsqueda de dinero para su adicción. Aseveró que nunca ha robado, pese a la necesidad de drogarse, ya que no quiere ir a la cárcel. La vida en la Romero Vargas se ha modificado. Hoy decenas de adictos salen a las calles en busca de dosis que les quiten el malestar. Pocos piden apoyo a los centros de drogadicción y según registros de grupos de ayuda, sólo uno de cada 70 pacientes se rehabilita. La edil auxiliar, Gabriela Ruiz, refutó los comentarios que se han generado con respecto a su demarcación, pues el narcomenudeo y el supuesto alto consumo de heroína no corresponden a la realidad de lo que también se conoce como Pueblo Nuevo, pues dijo “se nos ha hecho mala fama de no sé dónde, ya que aquí si bien hay problemas de adicciones, son mínimos comparados con otras colonias”. |