Sábado 28 Julio 2012
**Se trata de una enfermedad que afecta a millones de personas; su peligrosidad aumenta al no presentar síntomas  KAREN MEZA La hepatitis es una enfermedad que afecta a millones de personas; lo que agrava la situación es que no exhibe síntomas. Se trata de una afección o enfermedad inflamatoria que afecta al hígado, principalmente, y que se puede dar por una infección, así como por el consumo del alcohol, productos venenosos o fármacos. El doctor Jorge Fuentes de la unidad de Salud de Soltepec informó que existen muchos factores que desencadenan este virus, que van desde el A hasta el G y que en Puebla los más frecuentes de don el A, B y C. Comentó que lo que podría desencadenar esta enfermedad es consumir verduras que fueron cosechadas con agua sucia y mariscos de aguas pantanosas; realizar mal transfusiones, heridas, jeringas contaminadas; por contacto sexual al estar presente los virus en los distintos fluidos corporales, como el semen y la saliva. “Hay caso de contagio por relaciones sexuales; el contagio por vía sexual de la hepatitis C es muy poco frecuente; se cree que se transmite por vía parenteral únicamente en aquellos casos en los que haya relaciones sexuales con sangrado”, agregó. Invitó a la personas a realizarse chequeos rutinarios, para realizar un diagnóstico oportuno, ya que el tratamiento farmacológico llega a funcionar en muchos casos, y los pacientes consiguen recobrar la salud, pero si el trastorno está muy avanzado y ha provocado daños en el organismo, la única solución es el trasplante hepático. La Secretaría de Salud federal asegura que tanto la hepatitis B como la C provocan un aumento de los niveles de transaminasas (enzimas del hígado), por lo que a través de un análisis de sangre puede detectarse la existencia de la enfermedad. De acuerdo con el programa “Caminata Nacional del Hígado Sano”, organizado por la fundación Medica Sur, la hepatitis representa el tercer lugar de las muertes en el país. Tan solo en la población adulta, el índice de afectados pasó de 40 por ciento a casi 70 por ciento en las últimas dos décadas. Según la Organización Mundial de la Salud, existen cinco tipos principales de hepatitis, clasificadas con letras de la A, B, C, D y E; entre ellas, la más grave es la clasificación C. En México, de 112 millones de mexicanos, la hepatitis C la padecen 1 millón 200 mil personas y forma parte de las enfermedades crónicas y mortales. De acuerdo a datos nacionales, de los que tienen un padecimiento de este tipo, un 10 por ciento se convierten en crónicos y alrededor de 250 pacientes llegan a desarrollar un cáncer de hígado a causa de la infección; se estima que hay casi 400 mil personas afectadas en el país. Sin fallecimientos En Puebla, la hepatitis es la cuarta causa de muerte; en los últimos años se incrementó el número de personas que presentaron alguna enfermedad hepática y, en el último trienio, se colocó en tercer lugar en la capital. En 2010, la entidad reportó 676 casos de hepatitis en sus tipos A, B, C y virales, sin que hasta la fecha se hayan presentado fallecimientos por este padecimiento, reportó la Secretaría de Salud en su informe del Sistema Nacional de Notificación. Sin embargo, la enfermedad, en sus distintos tipos, afecta a una de cada 12 personas, quienes llegan a tener problemas de hígado cuando se complica al grado de padecer cáncer y cirrosis, lo que puede llevar a la muerte. Tan sólo en México se detectan 12 mil casos al año, mientras que en Puebla se superó el medio millar en 2010. La de tipo A es de la que se tuvieron más casos probables, con cerca de 485; en la hepatitis B, fueron 42 casos; en la C, se presentaron 73 y, en la viral aguda, 76. En el mundo se calcula que una 180 millones de personas está infectada, de ahí la urgencia de concientizar a la población sobre la importancia de la enfermedad. El virus de la hepatitis C se describió en la década de los 70, por lo que personas mayores de 40 años son expuestos a padecer esta enfermedad. Los síntomas son malestar general, dolor de cabeza, cansancio, disminución del apetito, vómito y diarrea, que no advierten la presencia del mal, por lo que la mayoría de los pacientes no reciben medicamentos para eliminar al virus antes de que dañe el hígado de forma irreversible.