** Laira, una niña de preescolar, retorna a sus estudios al igual que 1.4 millones de niños en PueblaA ella no le preocupa nada de lo que suceda en su primer día en el jardín de niños. Va de la mano de su padre, uniformada con una chamarra azul pero lo que más le interesa es saber que bajo el brazo derecho lleva a Pancha, un hipopótamo color rosa, su mejor compañía desde que nació. Todo sucede un lunes 19 de agosto en la ciudad de Puebla, mientras en las calles sopla un aire frío que indica que el invierno esta cada vez más cerca. Parece una mañana cualquiera, pero la realidad es que hay más gente caminando sobre ellas. Indicio de que las vacaciones de verano se han ido y los niños y jóvenes poblanos tienen que volver a la escuela. En la entrada de las instituciones, las historias se repiten: Los padres de familia llevan a los chicos hasta la puerta, incluso estacionan los automóviles en las banquetas, pues van cargados de la lista de útiles que ocuparán los estudiantes en el nuevo ciclo escolar, quienes jamás dejarán de aconsejar, bendecir y besar a sus hijos. En tanto, antes de que los otros niños pisen la calle, sus respectivos padres los terminarán de peinar, cubrir y retocar con verdadera nostalgia, sin importar su edad. Mientras, en el estómago del señor Jorge las emociones se revuelven entre la alegría al saber que su hija conocerá nuevos amigos y la tristeza ante la consciencia en que la educación de un niño no se detiene desde que alcanza el nivel preescolar. Ya en el plantel, la música de Tatiana aligera el momento. Estos fueron los ocho minutos más largos en la vida de la familia Olea, que esperará a su hija con pastel de chocolate y globos para celebrar la experiencia. Así como la pequeña Laira, ayer 1.4 millones de niños volvieron a las aulas