| La comitiva fúnebre la conformaron su familia, amigos y 400 personas más; su sueño de abrir un gimnasio se cumplirá Víctor Hernández San Martín Texmelucan.- Entre lágrimas, música y aplausos, ayer el pueblo de San Buenaventura Tecaltzingo le dio el último adiós a los restos de Genaro Poblanito García, quien fue sepultado en el panteón local alrededor de las 15 horas, en presencia de familiares, amigos y conocidos. Previo al entierro, se llevó a cabo una misa de cuerpo presente en la iglesia de Tecaltzingo, que se encuentra a tan sólo unos metros de la que fuera su vivienda, pues la que fuera su casa se ubica casi frente al templo. Debido a su poca capacidad, la misma se llevó a cabo en el atrio para poder albergar a las más de 400 personas que asistieron. Después de caminar con el féretro sobre los hombros desde la calle Manuel Ávila Camacho hasta la Plazuela Nicolás Bravo, el ataúd arribó a la iglesia entre confeti, música de banda y una comitiva encabezada por su esposa, hijas, hermanos y amigos. Sobre el ataúd se colocaron sus guantes de boxeo, su bata con la cual subía al ring y sus cinturones; mientras tanto, un par de mujeres de avanzada edad rezaban el rosario, en espera de que iniciara la misa, la cual se programó a las 14 horas. Mientras el sacerdote daba su sermón, algunos familiares y también amigos del pugilista, lloraban desconsolados, faltaba poco para que el ataúd fuera depositado en la tierra y en ese momento, según consideran algunos especialistas, es cuando los deudos salen del shock y caen en la cuenta de lo que ha sucedido. El reloj marcaba las 15 horas cuando había concluido la celebración religiosa, el sacerdote roció agua bendita sobre una bolsa con tierra y sobre el féretro, y luego fue llevado en procesión hasta el panteón de Tecaltzingo, donde se sepultaron sus restos. Los presentes aplaudieron, varios se dijeron orgullosos de Genaro, quien por su destacada labor en el boxeo, puso en alto a San Buenaventura Tecaltzingo y también a todo el estado de Puebla. Mientras sonaban los emotivos aplausos, afuera, en las canchas de basquetbol, una camioneta hacía sonar a través de altoparlantes la canción Eye of the Tiger (Ojo de Tigre) de la agrupación de rock Survivor, la cual fue escrita en 1982 a petición de Sylvester Stallone para su papel de boxeador en la película Rocky III. Así fue acompañado el cuerpo de Genaro Poblanito García hasta su última morada, el camposanto. Su padre, sus hermanos y su cuñado cargaron el féretro hasta el panteón, mientras sonaban la canción, la banda y los cohetes. “Admiro su garra, su entrega y su perseverancia” Ricardo Martínez Escalante fue amigo del púgil desde la adolescencia, aunque años después pasarían a ser familiares, pues él se casó con la hermana más chica de Genaro, eso los unió aún más, al grado de que el boxeador lo consideraba su confidente. Antes de que el cuerpo fuera llevado al panteón, Ricardo dijo a El Popular, diario imparcial de Puebla, que el último proyecto que Genaro dejó pendiente fue el de su gimnasio, que como lo informó este diario, sería inaugurado el 22 de junio. “Por cuestiones que ya todo mundo conoce, la inauguración de su gimnasio se pospuso, pero no quiere decir que ya no vaya a abrirse, se harán las cosas como él hubiera querido, como le hubiese gustado”, precisó su cuñado y amigo. Al referirse a Poblanito, se le llenan los ojos con lágrimas pero las contiene y aunque con la voz entrecortada, habla de Genaro, a quien se refirió como un hombre entusiasta, muy alegre, muy tenaz, pero sobre todo, noble. “Mi cuñado en su vida profesional era un león, él subía a dejar la vida al ring pero siempre con la firme idea de ganar, a veces lo conseguía y otras no, así es el deporte, pero en su vida personal era un gatito, muy noble, muy cariñoso, amoroso y hogareño”, dijo Ricardo. Recuerda que cuando iban a la secundaria, Genaro se empezó a interesar en el boxeo, pues a su padre le gustaba, sin embargo, fue su primo, El Cubanito Ramírez, quien ya lo practicaba y al enterarse que también quería incursionar en el ámbito, lo impulsó a alcanzar sus metas. ¿Se sintió alguna vez decepcionado de lo que hacía?, se le preguntó a Ricardo. “La primera vez que fue a Japón a disputarse el título mundial de peso gallo con Hozumi Hasegawa, él ganó, lo dejó con los dos ojos morados, mal, mal y aún así se la dieron al japonés. Fue víctima de injusticias pero nunca tiró la toalla, siempre quería salir adelante”, respondió. Así fue como San Buenaventura Tecaltzingo despidió a su campeón, sí, con lágrimas, con llanto, con rabia por las circunstancias en las que murió, pero también con aplausos, con cariño y con las satisfacciones que como boxeador, Genaro Poblanito García le dio, a Tecaltzingo, a San Martín Texmelucan y a Puebla. |