Nueva incertidumbre

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Mario DE VALDIVIA


Abril 30, 2017

Hace cuatro décadas el economista canadiense John Kenneth Galbraith publicó su famoso libro La era de la incertidumbre, muy leída y luego convertida en serie televisiva y que alcanzamos en ver en las desaparecidas y olvidadas videocaseteras Beta.

Pero la obra de Galbraith presentaba algunas innovaciones en la forma de observar los efectos en la sociedad producidos por el comportamiento de la economía política, de manera especial por las políticas estatales y por la acción de las grandes empresas multinacionales, como se las conocía y luego transnacionales. Se ha analizado el pensamiento de Galbraith con dos ópticas: el marxismo y el keynesianismo, correspondiendo al primero cierta dosis de influencia mayormente, puesto que el análisis marxista del materialismo histórico precisaba que el modo de producción daba forma a las instituciones jurídicas que lo soportaban y no al revés. El modelo keynesiano respondía a una economía de entreguerras, cuando las potencias industriales disputaban mercados, territorios e intervención de capitales externos, lo cual potenciaba la competencia e inducía patrones mercantiles que afectaban al consumidor: empleo, interés y dinero en disposición y circulación.

Galbraith representaba más una línea de pensamiento determinada en mucho por la Guerra Fría, en la cual primaba el armamentismo acelerado de las potencias nucleares y generaba fuerte inversión de los gobiernos en el gasto militar, pero sin que los productos de la industria bélica fueran consumidos, como había ocurrido en la última guerra mundial, que producía incesantemente y al mismo ritmo destruía y consumía, permitiendo a la postre un auge económico que potenció a los Estados Unidos de América (EUA) y luego a Alemania y Japón, los grandes derrotados en 1945, irónicamente.

En esos años, la Unión Soviética, enfrentada en dura competencia con EUA, desarrollaba una poderosa industria bélica y espacial, gracias a la investigación tecnológica asimilada del modelo de la Alemania Hitleriana, pero sin una capacidad comercial suficiente para competir y penetrar en los grandes mercados mundiales, sino concentrada en el mercado interno y en los países de la órbita socialista, sumidos muchos de ellos, como la Cuba castrista o Albania, en un ideologismo que sólo mostró el estancamiento y debilidad de las economías cerradas.

Actualmente, parece que entramos en otra guerra fría, cuyos protagonistas han variado un poco, manteniéndose EUA a la cabeza del gasto militar, pero su nuevo rival ya no es la URSS (que no existe más como tal, sino como la Rusia de Putin), sino el más señalado es una Corea del Norte gobernada por un tiranuelo cuyos ancestros, padre y abuelo, supieron capitalizar el entrenamiento y enseñanzas que les heredó la URSS y la China de Mao en su momento, luego de la desastrosa Guerra de Corea 1951-1953.

Hoy en día padecemos otra era de la incertidumbre. Parece que el modelo de Galbraith no sólo resurge, sino que se reconoce su presencia. Padecemos mundialmente una economía de guerra "sin guerra". Esto es como la Paz Armada previa a 1914.

Líderes de potencias nucleares como Trump, Putin o el necio Kim Yong-nam están conformando un mundo de temores y terrores junto con el terrorismo islámico, generadores de una brutal desconfianza e incertidumbre, que incide en el cuidado de la riqueza o en el patrimonio de consumidores. El sistema productivo, sea capitalista o farsa comunista (China es potencialmente una gran economía capitalista), orienta-sin que nos demos cuenta-hacia un comportamiento dudoso en nuestra conducta de consumo, de ahorro, de inversión y de empleo. El keynesianismo del pleno empleo sólo funcionó, como dijo Galbraith, en la Alemania Nazi.

El empleo es el centro de preocupación e incertidumbre de individuos, sociedades y gobierno, pero la belicosa necedad política, la insolencia gubernamental y la corrupción estructuran la incertidumbre actual.¨

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