La empatía entre el libro y el lector

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Efrén CALLEJA MACEDO


Febrero 18, 2019

"¿Por qué en nuestro himno y en otros tantos lugares, repetimos, sin preocuparnos, algo que entendemos mal? ¿Por qué no nos preocupa no entender? Porque, en realidad, no sabemos leer. En general, estamos alfabetizados pero no somos lectores", pregunta y responde Felipe Garrido tras explicar que ha recorrido México, "de Tijuana a Chetumal, de Tuxtla Gutiérrez a Tampico", preguntándole a los maestros por qué en el Himno Nacional las sienes de la patria han de ser cubiertas de oliva. "Nunca, nadie, en ningún lugar ha respondido bien. La mayor proximidad ha consistido en confundir la oliva con el laurel y decir que es un símbolo de victoria".

Esta reflexión forma parte de El buen lector se hace, no nace. Reflexiones sobre la lectura y la escritura (Paidós, 2014), compilación de artículos, pláticas y ensayos que el autor publicó o dictó en los más variados espacios entre 1984 y 2013.

Garrido, director adjunto, de la Academia Mexicana de la Lengua, es narrador, ensayista, cronista y, quizá como síntesis de esas actividades, un hombre que ha dedicado la vida a la formación de lectores. Durante ese trayecto, iniciado en 1962, como maestro de una preparatoria marista, ha confirmado que "la literatura, antes que un conocimiento, es una experiencia. Hay que formar primero el gusto, la afición, el amor y luego, si acaso llega, vendrá la erudición".

Lo anterior significa, como lo explica el autor, que la formación de lectores "es una actividad aparte, que requiere atención por separado de la alfabetización, de la edición y distribución de libros, de la instalación de librerías y bibliotecas, del estudio de la literatura".

Entonces, ¿quién es un lector? Para Garrido, es alguien que: "a) Lee por voluntad propia, no únicamente cuando está forzado por razones de estudio o de trabajo. b) En papel o en pantalla, lee todos los días; trae bajo el brazo o en el bolsillo, la bolsa o el portafolio el libro, la revista, el diario, el lector electrónico que, en su ilusa esperanza, tendrá tiempo de ponerse a leer en algún rato muerto. c) Comprende lo que lee o, mejor, está habituado a atribuirle un significado -eso es comprender- al texto y se siente incómodo cuando tiene dificultades para hacerlo; se siente molesto cuando no lo satisfacen el significado y el sentido que puede dar a lo que está leyendo. Sabe cuándo entiende y cuándo no. Es decir, advierte los problemas de comprensión que pueda tener y no se sentirá tranquilo hasta que los haya resuelto. d) Puede servirse de la escritura. e) Suele comprar libros, periódicos revistas, en soportes de papel o electrónicos".

Hoy, explica Garrido, los 10 o 12 años de educación inicial sirven para alfabetizar, para que el estudiante aprenda a leer y escribir de manera más o menos elemental. Es decir, la educación básica no está diseñada para formar lectores. Prueba de ello es que 89 de cada 100 mexicanos saben leer y escribir por razones utilitarias, y lo hacen para transitar por la cotidianidad, pero están alejados de los placeres intelectuales de la lectura y la escritura.

"Ese es el lastre más pesado de nuestro sistema educativo, de nuestra sociedad, de nuestro país", sentencia el autor, y acota que "aunque sea, como diría Perogrullo, una actividad de mayor utilidad, una actividad imprescindible, la lectura utilitaria no crea la afición a leer. Los lectores se forman cuando descubren la lectura por placer. En ese momento ya no hacen falta otras razones: la recompensa mayor de leer es la lectura misma. Como escribió Alfonso Reyes: "sin cierto olvido de la utilidad, los libros no podrían ser apreciados".

Si bien los textos de El buen lector se hace, no nace corresponden a diversos años y contextos, todos mantienen vigente su profundidad analítica. Por ejemplo, en "El maestro y la lectura", de 1996, Garrido recuerda que "la edición y la distribución de libros, por ellas mismas, no son suficientes para formar lectores, aunque la población esté alfabetizada. Aquí se equivocó Vasconcelos y han vuelto a tropezar otros proyectos como el de Bibliotecas de Aula. Lo habitual es que los lectores letrados -como Vasconcelos- crean que las ventajas de la lectura y la escritura sean tan evidentes que pueden ser comprendidas y aprovechadas ipso facto por quienes no son lectores, pero la experiencia demuestras que no es así. No sólo hace falta repartir libros, alguien tiene que acercarnos a ellos".

En LEM compartimos esa certeza de Felipe Garrido: alguien tiene que revelar el gozo lector, porque lo que cuenta entre los libros y los lectores es la empatía que pueda establecerse, la profundidad del trato, la profundidad de la lectura.

 

*Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias (LEM)

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