Hablemos de maltrato emocional y cómo detenerlo

La violencia emocional se puede presentar en cualquier interacción social, sin importar raza, edad, género, trabajo o nivel de estudios.

El maltrato hacia una persona va más allá de los golpes o la violencia física. Hay formas sutiles, casi imperceptibles —debido a su normalización—, de lastimar a alguien sin la necesidad de que exista algún tipo de contacto físico; la mayoría de estas vinculadas con el maltrato emocional o psicológico

Este tipo de maltrato se puede presentar a través de cualquier acción u omisión que desequilibre el estado emocional de las personas: un gesto, un menosprecio, una amenaza, la ausencia. 

Al no dejar una huella visible —como si lo hace la violencia física por medio de moretones u otro tipo de heridas— y al vivir en sociedades en las que culturalmente están normalizados y naturalizados casi todos los tipos de violencia, todo el tiempo se puede estar involucrado o involucrada con la violencia psicológica, ya sea como persona agredida o agresora, sin siquiera darse cuenta, explica el psicólogo Gabriel Licea Muñoz en entrevista para El Popular. 

“Tristemente muchas formas de violencia, no sólo la emocional, están normalizadas y naturalizadas. Normalizadas porque vemos que demasiadas personas las ejecutan, entonces ya se vuelve algo normal, algo que se repite; naturalizadas porque hay una justificación de que es parte de nuestra naturaleza, especialmente de la naturaleza masculina”, señala el también especialista en estudios de género y nuevas masculinidades. 

Respecto a esto último, refiere que, aunque la violencia emocional se puede presentar en cualquier interacción social, sin importar raza, edad, género, trabajo o nivel de estudios, los hombres son quienes más la ejecutan, principalmente en ámbitos íntimos como en una relación sentimental o con los hijos.  

Por el contrario, las mujeres son quienes resultan más vulnerables frente a este tipo de violencia; ambos casos a raíz de la todavía muy presente cultura machista y patriarcal, que antes de proponer el diálogo, propone la violencia y el control.  

“Esto sucede cuando nos forzamos por encajonar en las formas tradicionales de manifestación de masculinidad y feminidad, creo que la cultura es la culpable de la reproducción de todas estas formas de violencia, la verdad es que todos y todas hemos estado sufriendo mucha violencia en nuestras vidas”  

Cómo se manifiesta  

El maltrato emocional, dice Licea Muñoz, se puede ejercer a través de las palabras o sonidos (formas verbales) y de las actitudes. Con ambas formas las personas violentadas se pueden sentir cosificadas, menospreciadas, amenazadas, condicionadas, descalificadas. 

Dentro de las formas verbales, la cosificación —cuando a alguien se le quita su valor de persona— se presenta a través de palabras como: perra, burro, pendejo. El menosprecio —cuando se le plantea a una persona que es incapaz de hacer algo— aparece por medio de expresiones como “no sirves para nada” o “eres el peor hijo”.  

Las amenazas —cuando se condiciona a una persona con un castigo— se encuentran en frases como “no hagas eso o te voy a pegar”. El chantaje —cuando se presiona a alguien para obtener algún provecho— está presente con expresiones como “si no haces esto es porque no me quieres”. Y la descalificación —cuando se desacredita la forma de pensar de una persona— puede aparecer incluso cuando una persona truena la boca tras el comentario de otra. 

 

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En cuanto a las actitudes, dichas sensaciones pueden aparecer cuando una persona ignora a otra, cuando llega tarde a una cita o evento importante para alguien más, cuando no le presta atención a alguien mientras habla, cuando descalifica a una persona con la mirada, cuando la evade, cuando le deja de hablar sin un dialogo previo. 

“Son muy variados los ejemplos, y te das cuenta de que en cualquier lugar y en cualquier relación o interacción social puede haber muchísimas formas de violentar emocionalmente a una persona”, apunta el psicólogo.  

Clasificar la violencia emocional puede ser sencillo, pero identificarla no. Mientras que evitarla y erradicarla es aún más complicado; todo el tiempo se puede ejercer o sufrir violencia psicológica sin siquiera percibirlo: en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en la vía pública; en la familia, en una relación sentimental, con los amigos, con los compañeros de trabajo.  

A veces la detección del ejercicio de violencia emocional se complica porque nosotros mismos somos quienes lo realizamos, a veces porque la persona violentada lo ve como algo normal y lo acepta, y hasta lo justifica, cediendo ante la idea de que así es nuestro carácter, expone Gabriel Licea. 

Además, este tipo de maltrato se presenta en formas muy sutiles que en ocasiones pueden hasta parecer halagos. Por ejemplo, el dejar responsabilidades compartidas argumentando que la otra u otras personas son buenas haciéndolas y que por eso no necesitan apoyo.  

Las secuelas 

Una persona víctima de maltrato emocional puede sentir desconfianza, tristeza, desilusión. Puede presentar depresión o trastornos de ansiedad. El impacto de este maltrato depende mucho de los recursos emocionales —autoestima, experiencias previas, habilidades sociales— con los que cuente la persona. 

“La manera en la que impacta depende mucho de las características de la persona que recibe el maltrato, porque puede tener recursos emocionales que le ayuden a afrontar mejor este tipo de violencias, pero también puede no tenerlos, y a lo mejor si tiene un historial previo de maltrato familiar o de otra pareja puede ser mucho más vulnerable”, puntualiza Lícea Muñoz. 

Para las personas que agreden emocionalmente a otras también hay consecuencias: con cada acción van cavando un vacío emocional propio que en el futuro les pasará factura. 

En algún momento las personas que ejercen violencia emocional sobre otras van sintiendo cómo se van quedando solas, faltos de acercamiento afectivo con la pareja, los hijos, las amistades, quienes tratan de evitarlas porque temen seguir siendo dañadas. Se van quedando sin soporte emocional y sin un espacio de contención para situaciones muy difíciles que también pueden estar viviendo, detalla el especialista. 

Por estas razones es fundamental identificar, evitar y erradicar cualquier tipo de maltrato psicológico. Así sea un simple chasquido de manos o la más hiriente de las ofensas, pues sin importar la magnitud o el grado de violencia puede generar un cataclismo emocional en la persona afectada. 

Identificarlo y accionar ante este maltrato no es sencillo, debido a su especial presencia en ámbitos íntimos, en los que se tiene más cercanía y más dependencia emocional, y en los que este tipo de violencia encuentra un soporte en las ideas de que la familia debe ser inseparable, un matrimonio o noviazgo tiene que ser irrompible y una amistad debe ser para toda la vida; aún con la violencia que se pueda ejercer. 

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Este tipo de mitos culturales representan un enorme problema al momento de querer romper un ciclo de violencia emocional, asegura Gabriel Lícea, ya que generan acuerdos implícitos o concesiones que fomentan la permanencia en estas relaciones a pesar de todo. 

Para que una persona reaccione ante este tipo de maltrato, normalmente debe intervenir un factor externo: conversaciones con otras personas, una terapia.  Pero aún con esas alertas los ciclos de violencia pueden seguir repitiéndose e incluso volverse más violentos ante la inacción. 

Con el paso del tiempo romper este tipo de ciclos se vuelve más complicado. Además, hay factores como el laboral o el económico que obligan a las personas a continuar con todo tipo de relaciones por la necesidad de contar con los recursos para subsistir, aún con maltratos evidentes. 

Un estado de ánimo inusual, en el que no se identifica un origen claro, en el que hay mucha confusión y tristeza sin una evidente razón, menciona el psicólogo, es para las personas una posible alerta de que están sufriendo maltrato emocional.  

“En colectivo aprendimos a violentar” 

Expresar esas sensaciones con otras personas es importante para encontrar una salida ante el maltrato, especialmente con especialistas en el área que por su profesión pueden ayudar a identificar y a evitar las formas de violencia que se padecen de una manera más sencilla y asertiva.  

Para Gabriel Lícea, es esencial el trabajo colectivo para identificar, evitar y erradicar la violencia psicológica; para las personas que son víctimas para encontrar en el apoyo grupal la fortaleza para acabar con los ciclos de violencia, para poner límites, para terminar vínculos violentos y sobre todo —el paso más importante— para reconocer y entender que están ejerciendo violencia en su contra, a través de las experiencias de otras personas. 

Para quienes ejercen la violencia emocional, el trabajo en grupo les funciona para cuestionar sus actos violentos.  

“Necesitamos tener el referente del otro, para que me ayude a ver lo que no he podido identificar sobre mis condiciones de violentar, para que pueda ver reflejada en sus experiencias la violencia que también he ejecutado. Aprendimos en colectivo a violentar, así también en colectivo podemos aprender a dejar de hacerlo”. 

En los últimos años han surgido grupos de apoyo grupal, gubernamentales y de la sociedad civil, para identificar y tratar todo tipo de violencias, para personas agresoras y agredidas. Sin embargo, aún son muchos más los grupos de víctimas, especialmente de mujeres, que los grupos que intentan reconocer y tratar las violencias propias, necesarios principalmente para los hombres.   

Difundir la existencia de la violencia psicológica, dándola a conocer y exponiendo cuáles son sus formas de manifestación, así como promover el diálogo ante cualquier situación de tensión o fricción, son acciones importantes para prevenir el maltrato emocional y todo tipo de maltrato, afirma Lícea Muñoz.

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