La brecha de género en el trabajo no es sólo salarial, también es ocupacional

A pesar de los avances, la exclusión de las mujeres de espacios laborales culturalmente concebidos como masculinos no termina.

En el entorno laboral la desigualdad entre hombres y mujeres no sólo se materializa en los salarios, también, y en gran medida, en el acceso a diversos espacios y puestos de trabajo.

Esto último a raíz de la segregación ocupacional por género —la exclusión de las mujeres de espacios laborales culturalmente concebidos como masculinos—. 

La tasa de participación femenina en el mercado laboral mexicano ha repuntando en los últimos años. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la última década dicho indicador creció casi 16 puntos, al pasar de un 33.3 a un 49 por ciento.

No obstante, el avance se queda corto si se considera que los sectores en los que dicha participación ha aumentado continúan estrechamente vinculados con las labores de cuidado y atención hacia otras personas, es decir, que las mujeres siguen enfrentando limitaciones para salir de ese papel que culturalmente se les asigna.

Esta segregación no sólo limita a las mujeres en cuanto a las actividades que pueden desempeñar, además, abona a las desigualdades económicas y sociales que enfrentan, debido a que los trabajos en dichos sectores son mal remunerados y tienen condiciones precarias.  

Al igual que la brecha salarial, la segregación ocupacional por género no se basa en las capacidades o en la experiencia laboral, sino en los estereotipos

La segregación ocupacional se fomenta desde los hogares y las escuelas

Según el Observatorio Laboral de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS), en México los sectores económicos en los que mayor presencia tienen las mujeres son los de Educación y Salud, Turismo, Servicios Personales y Comercio. Todos estos con más del 50 por ciento de participación femenina (el de Educación y Salud alcanza el 64 por ciento).

En estos sectores, por ejemplo, se pueden encontrar ocupaciones como las de profesora de primaria o preescolar, enfermera, médica, trabajadora doméstica, vendedora, cocinera, psicoterapeuta, estilista, mesera, entre otras.

El hecho de que las mujeres tengan una mayor participación en actividades relacionadas con el cuidado y la atención hacia otras personas no es una casualidad, es el resultado de seguir un esquema estereotipado que desde los hogares les asigna a las mujeres este tipo de tareas. 

“Incluso al interior de nuestros hogares distribuimos las tareas en el ámbito doméstico con esta condición estereotipada. Pensemos en escenarios muy comunes y cotidianos en el contexto mexicano. Un ejemplo: una fiesta familiar. ¿Quiénes cocinan? Regularmente viene a nuestra mente la idea de mujeres en una cocina preparando los alimentos ¿Quiénes sirven los alimentos? ¿Quiénes se encargan de limpiar todo después de la fiesta? Regularmente son las mujeres”, expone la Doctora en Investigación Educativa y Maestra en Sociología, Diana Karina Mantilla Gálvez.

Esta dinámica cotidiana, señala la también activista y especialista en estudios de género, origina una estructura que va permeando en las personas la idea de que esa repartición de ocupaciones es normal y natural.

A partir de esta dinámica —surgida en los hogares, trasladada a ámbitos como el político o el económico y solidificada en los ámbitos educativo y laboral— se genera la creencia de que hay trabajos específicos para hombres y para mujeres.

En las escuelas se reproducen estereotipos de enseñanza que vinculan a las mujeres con la sensibilidad y a los hombres con pensamientos más lógicos, aseveran investigadores de la organización México Evalúa.

Como consecuencia, puntualizan, niñas y niños que mostraron el mismo rendimiento durante sus primeros años escolares, terminan la secundaria con una brecha en aprendizajes que favorece a las mujeres en lenguaje y comunicación y a los varones en matemáticas. 

Debido a esa brecha “es menos probable que las mujeres elijan estudiar y busquen actividades en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, las que ofrecen mayores oportunidades de empleos mejor remunerados”, apunta el informe “¿Qué hay detrás de las brechas salariales de género?” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En los centros de trabajo esta tendencia estereotipada se termina de solidificar, y una clara evidencia son las convocatorias o anuncios con los que se solicita personal.

Por ejemplo, los anuncios que tienen una inclinación hacia un perfil masculino, buscan a personas activas, desafiantes y decididas, mientras que los anuncios inclinados hacia un perfil femenino buscan a personas comprensivas, colaboradoras o acopladas.

Las convocatorias laborales ya contemplan un perfil, y ese perfil, en la mayoría de los casos, promueve la segregación ocupacional de las mujeres —a veces de una forma muy directa, señalando que buscan sólo a hombres o mujeres—, asegura Mantilla Gálvez. 

Sin embargo, a causa de la normalización y la naturalización antes mencionadas, estos anuncios no se critican ni se señalan como machistas o misóginos. Aunque, dice la especialista, deberían de generar la misma molestia que se generaría si una de esas convocatorias estableciera entre sus requisitos que la persona interesada fuera blanca.

La brecha salarial y su relación con la segregación ocupacional

Como pasa en los hogares, los trabajos relacionados con los cuidados o los servicios son menos valorados que los vinculados con la producción y la innovación, y eso se ve reflejado en los salarios. La segregación de las mujeres de sectores mejor remunerados es una de las causas de que, de acuerdo con el INEGI, en México ganen hasta un 30 por ciento menos que los hombres. 

Así como la participación de las mujeres es mayor en algunos sectores, con los hombres pasa lo mismo. Mientras que las mujeres dominan los sectores educativos, de salud y de servicios, los hombres dominan sectores como el de la construcción, el extractivo, el de transporte o el de gobierno.

Pero el que la población femenina tenga mayor presencia en algunos sectores no significa que esta dinámica sea equitativa; los hombres dominan más sectores, y no sólo eso, lo hacen en los que tienen una mejor remuneración.

De los 11 sectores económicos que contempla la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) —de la cual obtiene sus datos el Observatorio antes mencionado— siete tienen una mayor participación masculina: Agropecuario, Construcción, Extractiva, Gobierno, Servicios Profesionales, Transformación y Transporte.

De acuerdo con los datos de la ENOE, los tres sectores que tienen los ingresos más bajos son los de Turismo, Servicios Personales y Agricultura; en dos de estos la participación femenina es mayor.

Por otro lado, dos de los cuatro sectores —Extractivo, Gobierno, Educación y Salud— con los ingresos más altos cuentan con una mayor participación masculina.

El acoso y otros factores que abonan a la segregación

Para las mujeres superar el esquema sociocultural que promueve la segregación ocupacional no siempre es suficiente para alcanzar un escenario en el que puedan desarrollarse plenamente en su campo laboral. 

Aunque sorteen ese obstáculo aún pueden enfrentarse a factores igual de limitantes como el acoso y diversas prácticas desleales.

Cuando una mujer llega a un espacio laboral o un puesto culturalmente concebido como masculino, dice Diana Mantilla, pueden surgir actitudes y acciones por parte de sus compañeros o sus jefes que flagelen su confianza y su comodidad en el centro de trabajo.

Pueden verla como un objeto sexual y acosarla, dudar y desestimar sus capacidades, robar sus ideas o proyectos y presentarlos como propios. 

Cuando llegan a una posición directiva y de poder, sus subordinados pueden lanzar comentarios que insinúen que está ahí por tener encuentros sexuales con alguien que pudo influir en su nombramiento, así como no seguir sus órdenes. 

Y en este mismo caso se puede ver obligada a masculinizar su comportamiento y sus acciones para mantener su puesto, pues si se muestra sensible y no endurece su carácter puede perder el control de la situación.

“Estos casos van a representar un duro golpe para la situación psíquica y emocional que desarrollan las mujeres al ejercer su trabajo. El que te digan ‘¿y si lo puedes hacer?’ puede ser algo que te limite, que te haga sentir incómoda; y obviamente la tensión que se pueda generar por una violencia de carácter sexual, de acoso, de agresión sexual, va a evitar que te desarrolles de manera plena”, explica Mantilla Gálvez.

Otro factor que abona a la segregación ocupacional de las mujeres es la falta de prestaciones con perspectiva de género en los centros de trabajo; un caso muy concreto ocurre cuando se olvidan que las trabajadoras pueden ser madres y que el cuidado de sus hijas o hijos recae sobre ellas, y aunque ofrecen otras prestaciones, no ofrecen un servicio de guardería.

La representatividad es fundamental para acabar con la brecha de género en el trabajo

La falta de representatividad de mujeres en diversos espacios y puestos laborales, subraya Diana Mantilla, es una cuestión que puede pesar simbólicamente al momento de que la población femenina elige una carrera o una ocupación.

“Es una violencia simbólica porque nuestra niñas crecen viendo ese escenario. Entonces desde que se están formando una idea de que quieren ser de grande hay una limitante, porque dicen ‘bueno, pues sí puedo hacer tal cosa, pero nunca he visto alguien ejerciendo ese puesto’”

Cuando una mujer ocupa un puesto que hasta ese momento se le había negado, plantea la especialista, “las niñas dicen ‘esto es posible, esto en verdad ocurre, no es una cosa que se inventaron. Y eso genera otra manera de ver el mundo, otra visión”.

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