Corrientes sociales actuales han puesto mayor énfasis en el rol de los padres en los núcleos familiares, remarcando la responsabilidad de crianza y la resignificación del rol tradicional
En México, el concepto de paternidad ha empezado a ocupar un lugar importante en la conversación pública. Datos del INEGI, recogidos en su censo de 2022, revelan que cuatro de cada diez hogares no cuentan con una figura paterna dentro de su núcleo familiar. Esto representa más de 4 millones de hogares con padres ausentes, lo cual plantea una reflexión urgente sobre cómo se entiende y se ejerce el rol del padre en la sociedad actual. De acuerdo con el Mtro. Óscar Rojas Godínez, académico del Departamento de Ciencias de la Salud de la IBERO Puebla, esta ausencia puede explicarse en parte por una visión tradicional y patriarcal de la paternidad. Históricamente, se ha asignado a los hombres el papel exclusivo de proveedores económicos, dejando de lado aspectos fundamentales como el cuidado, la educación emocional o la participación activa en la vida diaria de sus hijas e hijos. A nivel global, instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) insisten en la importancia de que los padres estén presente de forma activa para favorecer un desarrollo sano e integral en los niños y niñas. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, en México existen al menos 44.9 millones de hombres de 15 años o más que se identifican como padres. De ellos, el 87% forma parte de la Población Económicamente Activa (PEA), y el 97% dedica la mayor parte de su tiempo a actividades laborales, lo que refuerza la idea de que la función paterna sigue reduciéndose principalmente al ámbito económico. Sin embargo, cada vez más voces académicas, sociales y comunitarias proponen redefinir la paternidad como un ejercicio que va mucho más allá de la provisión material. Implica también presencia, afecto, compromiso y corresponsabilidad en las tareas de crianza. Como señala el Mtro. Rojas Godínez, ejercer la paternidad hoy implica asumir “el cuidado, la atención hacia las y los hijos, y, sobre todo, ser parte corresponsable de cómo se mantiene una familia a través del tiempo, lo cual no se limita al aporte económico, sino que también implica un cuidado amoroso y constante”.
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