Sábado 11 Octubre 2025

Hace 26 años, la Sierra Nororiental de Puebla vivió uno de los desastres naturales más devastadores de su historia. Entre el 4 y el 5 de octubre de 1999, lluvias extraordinarias provocadas por la Depresión Tropical número 11 y un frente frío colapsaron el equilibrio de los suelos en Teziutlán y municipios vecinos. Lo que siguió fue una tragedia que el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León calificó como “la tragedia de la década”.

La precipitación acumulada superó los 600 milímetros en apenas dos días, saturando los suelos de la Sierra Norte y desatando deslaves, inundaciones y flujos de lodo que arrasaron con caminos, casas y vidas. En Teziutlán, el mayor deslave ocurrió en la colonia La Aurora, justo en la ladera del panteón municipal. La tierra cedió y sepultó viviendas enteras, en un episodio que los habitantes recuerdan con una frase estremecedora: “cuando los muertos sepultaron a los vivos.”

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El desastre tuvo su raíz en una combinación de factores: lluvias torrenciales, suelos inestables con depósitos piroclásticos sueltos, estratos impermeables, pendientes pronunciadas y pequeños sismos previos que debilitaron las rocas. Todo ello creó un escenario letal en una región geológicamente frágil y densamente habitada.

Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque
Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque

El entonces gobernador Melquiades Morales Flores declaró el estado de emergencia en más de 80 municipios. Teziutlán, Huauchinango, Zacatlán, Zaragoza, Zacapoaxtla, Libres, Cuetzalan, Tuzamapan y Xochitlán de Vicente Suárez fueron solo algunos de los más afectados. Las lluvias también golpearon con fuerza a Veracruz, Tabasco, Hidalgo, Oaxaca y Chiapas.

El Plan DN-III fue activado con el despliegue de mil 469 elementos del Ejército Mexicano, que realizaron tareas de rescate, evacuación y distribución de víveres. El DIF estatal organizó centros de acopio para apoyar a miles de damnificados con alimentos, agua, medicinas y ropa. La SEDENA, Protección Civil y autoridades locales coordinaron operaciones en medio de caminos destruidos y comunidades incomunicadas.

Solo en Teziutlán se contabilizaron 107 personas muertas como consecuencia directa del deslave. En toda la Sierra Norte y zonas vecinas, la cifra de víctimas mortales ascendió a 263, aunque otras fuentes señalaron que el número real podría haber sido mayor debido a los desaparecidos que nunca fueron localizados.

Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque
Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque

Las familias que perdieron todo fueron reubicadas en la colonia Lomas de Ayotzingo, en el barrio de Chignaulingo. Allí, el gobierno estatal construyó viviendas con servicios básicos para albergar a sobrevivientes de La Aurora, La Gloria y Xoloco. Con el tiempo, se levantaron calles pavimentadas, escuelas, alumbrado y una casa de salud, en un intento por devolver dignidad a quienes lo habían perdido todo.

El presidente Zedillo visitó personalmente Teziutlán, acompañado de Melquiades Morales, para supervisar las labores de rescate y reconstrucción. Declaró zona de desastre a la región y movilizó recursos federales y militares. Su presencia marcó un momento simbólico en la historia moderna de la protección civil en México.

Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque
Impágenes de los deslaves en Teziutlán en 1999 / Diario Enfoque

La magnitud del desastre trascendió fronteras. Medios internacionales reportaron el colapso de Teziutlán y las inundaciones en el país, destacando la vulnerabilidad de las regiones montañosas frente a fenómenos meteorológicos extremos. Fue, en palabras de Zedillo, un recordatorio de que “la naturaleza no perdona la negligencia ni la fragilidad humana”.

A 26 años de distancia, el recuerdo sigue vivo entre los habitantes de Teziutlán. Cada octubre, las lluvias reactivan el miedo colectivo, pero también la memoria de la solidaridad que unió a todo un país. Lo que comenzó como una depresión tropical se convirtió en una lección de vida, dolor y resistencia para la Sierra Norte de Puebla.