En Huauchinango, la Sierra Norte de Puebla, la devastación es palpable: familias enteras se encuentran en la calle o al borde del colapso después de que la tormenta sepultó sus hogares bajo toneladas de lodo y agua. Para la mayoría, la pérdida fue solo material, porque, aunque las lluvias les arrebataron su único patrimonio, hay algo que ni la furia de Dios pudo quitarles: las ganas de salir adelante. Desde las colonias del centro de Huachinango, como Chapultepec, La Monterrey y Piedras Pintadas, donde se han contabilizado 15 personas fallecidas, hasta las comunidades más humildes como Cuaxicala, es la gratitud, la solidaridad y la fe la que mantiene de pie a las y los huachinanguenses. También puedes leer: Sin apoyo municipal se recupera Huauchinango: “Entre el pueblo nos levantamos” En Cuaxicala, la lluvia se lleva casas, postes de luz y cosechasEn Cuaxiala, una pequeña comunidad a media hora de la cabecera municipal de Huauchinango la lluvia los tomó por sorpresa, así lo narra la familia de Modesto y Lucía. Con una sonrisa que parece no irse nunca, el matrimonio nos invita a pasar a su terreno que, con tan sólo subir un montículo de tierra, ya estás adentro. A cinco metros a la derecha de donde estamos parados, está su casa cubierta de lámina, y a cinco a la izquierda, el barranco, solo separados por una tira de plástico que dice "Peligro". ![]() “Ahora sí, como en la televisión, estuvimos en el ojo del huracán”, ríe doña Lucía y Modesto antes de empezar a contar su historia. Desde hace 50 años que llevan viviendo en Cuaxiala, aseguran que jamás habían visto un desastre natural como el que vivieron el viernes pasado. Después de las 20 horas, cuando se disponían a dormir junto con su hija, cayó la tormenta tan fuerte que comenzó a crujir la tierra. Minutos más tarde, vieron cómo la casa de su cuñada, junto con un pozo, un poste de luz y toda su cosecha eran arrastrados por el lodo al precipicio. ![]() “Aquí había un pozo, platanar, café, limón… todo lo que tenía mi cuñada, su casa estaba ahí, se fue todo a la calle”, explican sin perder el entusiasmo de contar su historia. Tres días estuvieron resguardados en la capilla del pueblo, que está a 20 metros de su casa, hasta que vieron que la lluvia cesaba y decidieron regresar por su cuenta propia. “Nos dormimos en la capilla, apenas -4 días después de la tragedia- nos subimos aquí (a su casa) anoche que no llovió. Le dije a mi esposa: ‘nos quedamos mejor, creo que ya no va a llover’, y a media noche salíamos a revisar (que no haya más daños) y nos vamos turnando con nuestra niña”, dijo Modesto de 50 años de edad. ![]() Iglesia de Cuaxicala
Al borde del precipicio, esperan a que salga el solFueron ellos mismos quienes revisaron que la tierra donde habitan no hubiera sufrido cuarteaduras y, por si las dudas, aprovecharon para arreglar las goteras. Cualquier movimiento de la tierra, dicen, regresarán a resguardarse en la capilla que, esa sí, es de cemento.
Literalmente al borde del precipicio, Modesto y Lucía esperan a que salga el sol para que la tierra seque y puedan seguir cosechando la tierra: “Esperemos en Dios que haga calor unos dos o tres días y con eso tenemos”. ![]() A cinco días de la tragedia, Modesto y Lucía no esperan nada de nadie, porque es gracias a su trabajo como siempre han salido adelante, pero también reciben con los brazos abiertos y llenos de gratitud los víveres que poco a poco la sociedad civil les ha ido llevando. “Uno no espera nada, simplemente, gracias a Dios no nos pasó nada, ya lo que nos quieran regalar, todo es bienvenido”, dicen mientras explican que en el pueblo sólo hubo daños materiales. --“¿Ya fueron por su despensa?”--, pregunta la reportera como para romper el hielo. “Ya fue nuestra hija, muchas gracias”, contesta la pareja con la honestidad que cualquiera otra persona damnificada hubiera olvidado luego de haber perdido toda su cosecha. ![]() Más detalles: Sheinbaum y Armenta recorren Huauchinango; prometen apoyo total Como muestra de gratitud, Modesto y Lucía ofrecen a la periodista antes de irse un chayote cocido con tequesquite (una sal de origen prehispánico), lo que poco que tienen lo comparten y lo poco que perdieron fue porque Dios así lo quiso. ![]() Para ellos, no queda más que seguir luchando, como siempre lo han hecho: “Estamos en manos de Dios, no queda de otra”, dicen los anfitriones que desde el primer momento se abrieron para contar su historia. Con poco más de 700 habitantes, Cuaxicala ha sufrido carencias toda su vida; la mayoría son campesinos que viven al día.
Se despiden en medio de la devastación y su espíritu inquebrantable. ![]() |