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¿Cómo contaminamos la imagen urbana de Puebla?
David Ruiz
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¿Cómo contaminamos la imagen urbana de Puebla?

 
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Las personas cada vez se apropian menos del espacio público y del paisaje de su entorno. Y no es una decisión, sino una consecuencia. A la ciudadanía no le gusta lo que ve en el exterior, y prefiere resguardarse en su casa o en un establecimiento recreativo.

Las personas se sienten agredidas e invadidas por lo que ven en su entorno. Basta con salir y dar un paseo por la ciudad para entenderlo.

Al caminar por las calles se comienza a notar el paisaje desagradable que acompaña la vida diaria en Puebla: anuncios publicitarios saturados de luz, de imágenes, de colores, cables enredados a lado de los postes, baches, antenas, sitios llenos de basura, edificios y puentes que tapan todo, propaganda política en muros.

“Cuando algo agrede tu sentido visual, tu vista, genera una incomodidad; se convierte en un proceso de contaminación visual. Esto satura tus sentidos y evita una lectura adecuada y sana de tu entorno. Sientes que estás invadido”, explica el doctor en Procesos Territoriales Octavio Flores Hidalgo.

Pese a las consecuencias, más allá de la oportunidad de poder diseñar o decorar las fachadas de sus casas, los habitantes de un lugar tienen muy poco control sobre lo que ven en su entorno. Tienen más poder sobre el paisaje las inmobiliarias, las marcas comerciales y los intereses económicos y políticos.

 

 

La enajenación en el espacio público provocada por la contaminación visual 

La contaminación visual tiene impactos significativos en el medio ambiente; sin embargo, las mayores afectaciones son para la ciudadanía, asegura Flores Hidalgo.

La huella ecológica que deja este tipo de contaminación proviene principalmente del ámbito publicitario y propagandístico, de la producción de materiales para los carteles, los volantes o espectaculares y de la producción de energía para anuncios y elementos luminosos.

Para las personas las consecuencias repercuten sobre todo en su estado de ánimo y en su desenvolvimiento en su contexto.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 40 por ciento de las personas que habitan un departamento o trabajan en una oficina con paisajes desagradables tienden a deprimirse.

“Los humanos necesitamos a la vista cosas naturalmente hermosas, como las aves, los árboles o el cielo para sentirnos bien anímicamente, con tranquilidad y sin estrés, pero la mayoría de las veces los grandes edificios nos impiden llenarnos la pupila con un entorno bello”, expone Jorge Márquez Flores, responsable del Laboratorio de Análisis de Imágenes y Visualización del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT) de la UNAM.

Asimismo, la contaminación visual puede generar en las personas dolor de cabeza. mal humor, estrés, alteraciones del sistema nervioso y trastornos de atención.

No obstante, para Octavio Flores la mayor afectación es la enajenación que sienten las personas con su entorno. Independientemente del rechazo o la molestia, lo preocupante es que genera una incapacidad para entender lo que hay alrededor.

“La saturación de elementos visuales te puede desorientar, generar accidentes al momento de conducir un vehículo o de caminar. Provoca una falta de integración en el contexto y hasta la pérdida de la capacidad para relacionarse con los otros, debido a la agresión visual que recibes por la excesiva cantidad de información o por las características del entorno”.

Los riesgos que implican los mencionados elementos visuales no sólo están relacionados con el daño que generan al mirarlos, también pueden ser un factor negativo en temas de inseguridad y protección civil.

Algunos habitantes en Puebla han señalado que la contaminación visual con carteles o lonas en algunos espacios públicos ha sido tan invasiva que ha convertido estos últimos en espacios inseguros en donde ocurren robos a transeúntes y comerciantes a menudo.

En la Ciudad de México, autoridades de protección civil atribuyeron el colapso de cuatro edificios durante el sismo de 2017 a la carga extra que representaban en las construcciones los anuncios espectaculares y sus estructuras instaladas ahí.

 

 

La contaminación visual en Puebla

La invasión de elementos visuales innecesarios está en todas partes, incluso en los territorios rurales. El humano transforma habitualmente el paisaje de sus entornos; sin embargo, las dinámicas socioeconómicas los obligan a caer en el exceso.

La dinámica económica y el grado de urbanización, explica Octavio Flores Hidalgo, definen el nivel de contaminación visual que hay en un lugar. En Puebla este tipo de contaminación está presente en todos lados, pero en su zona metropolitana es más evidente.

“En la zona metropolitana de Puebla la contaminación visual es mucho más abundante, por la dinámica económica, hay un montón de personas interesadas en desplazarse, intercambiar mercancías y productos”.

No obstante, este tipo de contaminación puede estar en otros escenarios que no se toman tanto en cuenta; en Pueblos Mágicos o en territorios rurales, por ejemplo.

En las zonas urbanas los elementos visuales que contaminan son diversos: carteles encimados con otros, espectaculares saturados de información, puestos ambulantes fachadas con colores muy brillantes, grafitis, postes llenos de boletines, lugares repletos de señalética, infraestructura mal diseñada (puentes, carreteras) y en malas condiciones, muros con propaganda de hace años.

En las zonas rurales están más escondidos, pero igual están presentes; por ejemplo, en las construcciones, los diseños de los locales comerciales, los carteles o anuncios de inmobiliarias o gente que quiere vender terrenos, en la decoración de los Pueblos Mágicos.

En Puebla, hay una saturación importante de publicidad negativa, de infraestructura invasiva e incluso de viviendas en ciertas zonas.

Los contaminantes visuales están presentes especialmente en los alrededores de sitios —y en los mismos sitios— en donde existe una mayor necesidad de ofertar productos o servicios, apunta, como mercados o centros comerciales.

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Pero en cuanto a la infraestructura descuidada o mal diseñada, los lugares en donde más se concentran son en las colonias de menor nivel económico. En los lugares de mayores ingresos o con mayor arrastre turístico, menciona el especialista, las autoridades cuidan más estos aspectos.

La distinción se puede notar en el Centro Histórico, en donde hay calles o espacios en los que se preserva una armonía visual con los colores de las construcciones, con la poca publicidad o propaganda y con la infraestructura cuidada; y en donde también hay calles que están repletas de anuncios o de basura, de puestos ambulantes, de cables enredados y de edificaciones a las que se les cae la pintura.

El tema de la contaminación visual no es nuevo en Puebla. Desde hace años, al menos en la capital, se ha hablado de cómo mejorar las condiciones del paisaje urbano.

Sin embargo, han pasado muchas administraciones sin lograr los resultados esperados, y, además, únicamente se ha concentrado en los aspectos publicitario y propagandístico, dejando de lado otros ámbitos como el de la infraestructura pública.

 

 

Lo primero que se intentó fue hacer un padrón que incluyera la totalidad de los anuncios espectaculares en el municipio. En 2009 se anunció que para el siguiente año estaría listo, pero fue hasta 2013 —ya con un ayuntamiento diferente— que se dieron a conocer algunos datos.

Según la información publicada, en ese año había 460 anuncios espectaculares en la ciudad, de los cuales el 86 por ciento eran ilegales.

Esto no sólo significaba que no tenían el permiso para usar el espacio público de esa forma, sino que se desconocía el tipo de estructura de soporte que los mantenía y el material del anuncio, algo que mantenía incógnitos los posibles riesgos que representaban para las personas que vivían, trabajaban o transitaban en esos lugares.

En ese tiempo sólo 18 de los 460 anuncios contaban con la información y con el permiso correspondiente.

En 2014 el Congreso de Puebla modificó la legislación para que el gobierno estatal pudiera emitir licencias para la colocación de anuncios espectaculares en vialidades, carreteras y edificaciones estatales. La medida fue reprochada por tener más un halo recaudatorio cuando las autoridades la justificaban diciendo que era un tema de orden.

El año pasado se hicieron reformas en la legislación para que se prohibiera la propaganda política en espectaculares, bardas, volantes, lonas, transporte público y elementos del equipamiento urbano con el fin de disminuir la contaminación visual. Pero a pesar de que disminuyó, no se pudo erradicar esta práctica.

Según datos oficiales, en 2021 a nivel estatal se retiraron 294 anuncios comerciales en espectaculares, pantallas, puentes, carteleras y vallas. El actual gobernador de la entidad, Miguel Barbosa Huerta, ha reconocido un estancamiento en la regulación de la contaminación visual en la entidad —en el ámbito publicitario— debido a que hay diferencias en la reglamentación a nivel estatal y municipal; en algunos espacios les corresponde únicamente a los ayuntamientos regular esta cuestión.

 

 

Se necesita una normativa uniforme

Para otros tipos de contaminación, como la atmosférica o la auditiva, hay medidas que indican cuándo la exposición a uno de sus elementos contaminantes empieza a ser nociva; se mide la cantidad de partículas tóxicas en el aire o la intensidad del sonido en un determinado espacio.

Con la contaminación visual es distinto. Su percepción es subjetiva; es decir, que cada persona puede definir si algún elemento visual le resulta agresivo, y partir de ahí percibirlo como un contaminante o como una parte más del paisaje local.

La medición de la contaminación visual considera elementos como la cantidad de iluminación o la saturación de elementos en un mismo espacio; pero no hay niveles definidos, su uso correcto o incorrecto está definido por el grado de aceptación o rechazo que muestra la población.

“La medición es más de tipo cualitativa, de rechazo o de apropiación. Los procesos de imagen urbana tienen que ver más con una evaluación subjetiva, con una evaluación cualitativa con las personas y el usuario del entorno, para medir cuál es el nivel de aceptación o de afectación”.

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Para la medición, se hacen entrevistas, encuestas y algunos otros ejercicios de participación ciudadana con el objetivo de medir el nivel de apropiación y significación que tiene sitio en función de las condiciones de imagen.

Aunque, los estudios y mediciones sobre este tipo de contaminación son escasas. No descarta que haya un trabajo emergente de algunos autores sobre el tema, pero ve pocas probabilidades de que eso esté sucediendo.

Octavio Flores advierte que esto evita que se pueda tener una reglamentación actualizada y que se pueda supervisar y regular la contaminación visual con la importancia que se merece.

Otro obstáculo, es la falta de homogeneización en la reglamentación en esta área, pues en ocasiones las normas entre municipios hasta se contraponen; algo como lo que pasa con reglamentos como los de tránsito vehicular.

Las autoridades municipales y estatal, ni siquiera están dialogando para formar una normativa única que permita tener menores grados de este tipo de contaminación, la cual al menos debería existir en la zona conurbada, pues es en donde más están presentes estos elementos contaminantes.

Con una normativa única, se podrían empezar a considerar, por ejemplo, cómo colocar los postes de luz o de teléfono y el cableado correspondiente de forma que no afecten tanto la imagen del lugar, e incluso determinar si dicho espacio requiere una intervención especial para armonizar su paisaje.

Se necesita voluntad política y que los reglamentos sean coherentes para poder sistematizar y agilizar la revisión y el cumplimiento de los criterios necesarios para evitar la contaminación visual“, puntualiza.