Visitantes y locales corren tras la embestida de los toros; es tan difícil tener uno enfrente que la cortesía brilla por su ausencia, pues prevalece el lema: “Primero yo, después yo y al último yo” Jaime OAXACA Existe una ciudad donde cada año se echan toros de lidia a las calles para que algunos valientes calmen sus ansias de novillero; lo mismo torean con un capote, una muleta, la chamarra o cualquier prenda que sirva para robarle un pase a un toro bravo que, aunque no se imagine, en muchos casos son más grandes de los que se echan en las plazas de toros. Esa ciudad es Huamantla, una población ubicada al oriente del estado de Tlaxcala, con aproximadamente con 77 mil habitantes. El singular acontecimiento sucede el tercero o cuarto sábado de agosto. Desde hace 61 años realiza estas toreadas en plena calle que se conoce como La Huamantlada. Los valientes torean en las calles sin orden alguno. Es tan difícil tener un toro enfrente que la caballerosidad brilla por su ausencia, prevalece el lema: “Primero yo, después yo y al último yo”. Todos citan al mismo tiempo al toro que, asombrado y muchas veces asustado por el gentío, no sabe a cuál trapo embestir. Imposible olvidar que las cornadas son parte del toreo, muchos las han sufrido, inclusive mortales. Quien logra pegar dos o tres capotazos se puede regresar a casa feliz, la satisfacción durará un año, recordará con frecuencia los gritos en su honor: ¡Torero, torero! El año próximo regresará con más afición que nadie. Así de generosa es Huamantla con unos cuantos valientes, les concede la satisfacción de ser torero por un día. De las calles de la ciudad, 17 son cerradas con madera y estructuras de metal; en las aceras se colocan tribunas pegadas a la pared, en los zaguanes se improvisan unas trincheras para que la gente se refugie, algo así como rústicos burladeros. Son los visitantes quienes ocupan esos lugares, porque los lugareños se colocan en sus propias ventanas, balcones, azoteas y donde pueden. Este año costó entre 100 y 200 pesos un lugar en algunas de las gradas. De los sustos nadie protege a quienes tiene un lugar, pero al menos están a salvo de que un toro les dé un golpe no así a los toreadores, quienes cuando ven a venir al toro brincan para refugiarse, echándose encima de la gente de las primeras filas de las gradas y de los burladeros. Escenas de La Huamantlada En la actualidad se echan los toros para los que tengan valor y se animen a torear, a eso se le llama Huamantlada; sin embargo, no nació así. De manera previa los animales que se lidiarían en la plaza de toros La Taurina eran los que corrían por las calles, igual que se hace en Pamplona, España; desde luego estaba prohibido torearlos mientras corrían, se llamaba Pamplonada y se realizaba el 15 de agosto, el justo día de la Virgen de la Caridad, patrona de la ciudad. En 1954 se realizó la primera Pamplonada en Huamantla. Fue con los legendarios bureles de Piedras Negras que torearon Manuel Capetillo padre, El Ranchero Aguilar y Rafael García. Durante algunos años así fue, pero a los toreros eso no les gustaba, argumentaban que “los toros se avispaban al torearlos” y era muy peligroso. En Pamplona continúa porque los honorarios de los diestros son altos, en la localidad tlaxcalteca no se pudo pagar igual y la Pamplonada se convirtió en Huamantlada. La gente comienza a ocupar sus lugares desde temprana hora, otros se colocan en la calle, son los supuestos toreadores, de los cuales, unos cuantos son los que en realidad tienen intención de torear, el resto sólo va al jolgorio y a ponerse a salvo en cuanto ve al toro. La cerveza, pulque y otras bebidas circulan en abundantes cantidades, casi en todas las casas de las calles por donde correrán los bovinos y en otros puestos se vende alcohol. A la hora que sueltan los toros, muchísima gente ya está medios chiles y otros hasta atrás. Se coloca un cajón en cada una de las bocacalles, al mediodía suena el tercer cohetón y de manera simultánea se abre la tapa de todos los cajones para que salgan los toros. Así que la adrenalina, igual que los toros, empieza a correr. Todo es gritería, pachanga y más alcohol. Existen los momentos chuscos, muy esporádicos los de toreo, los hay trágicos y también mortales. De pronto en una calle se juntan tres o cuatro toros, llegan por diferentes rumbos y el caos llega a todo su apogeo. El pasado sábado 22, se echaron 25 toros, dicen que de la ganadería de El Vergel, cuyo terruño está en el municipio de Vallecillo, en el estado de Nuevo León. A los 60 y tantos mil lugareños hay que agregarle los 250 mil que llegan de todos lados del país. Se acomodan donde se puede; eso sí, todos tienen que comer, beber, ir al baño… Los toros se cansan con cierta prontitud, sus extremidades no son apropiadas para el pavimento. Cuando algún toro de plano se queda parado se inician el abuso de borrachos: le jalan la cola, lo escupen, le arrojan cerveza, el espectáculo es denigrante, unos tratan de evitarlos pero otros, los patanes, se divierten. En la actualidad sólo son 60 minutos para que los toros se diviertan con los valientes, ni modo que sea al contrario. Transcurrido ese tiempo, los encargados empiezan a lazar a los toros para regresarlos a los cajones. La maniobra no siempre resulta sencilla. Los toros Chapo La Huamantlada la organiza el Ayuntamiento con el apoyo de algunos grupos taurinos. Este año, como el pasado, no invitaron a la Peña Taurina de Huamantla, quienes tiene mucha experiencia. Estuvieron mal colocadas las vallas para cerrar las calles, tanto que cuatro toros se les escaparon y crearon el pánico entre quienes no esperaban encontrarlos. La gente empezó a decir que eran Los toros Chapo, por aquello de la escapada. Si bien Huamantla es un Pueblo Mágico por sus alfombras del 14 de agosto, La Noche que Nadie Duerme cuando se pasea a la Virgen, la población ha estado a punto de perder la denominación por los accidentes el día de la Huamantlada; es cierto que ha habido lesionados y muertos por herida de cuernos de toro, pero otros, los más, han sido por pleitos debido al exceso de alcohol. A pesar de los desmanes, heridos, muertos, el pueblo espera con ansia ese sábado de agosto porque hay mucho dinero, la derrama económica es abundante. La Huamantlada seguirá dando la satisfacción de ser torero por un día. |