El caso de la boxeadora argelina reactivó el debate sobre la participación de personas con expresión de género no convencional
Imane Khelif, boxeadora argelina, necesitó ser autorizada por el Comité Olímpico Internacional (COI) para competir en pruebas femeninas y logró participar en los Juegos Olímpicos París 2024, donde se proclamó campeona. A pesar de su triunfo, fue blanco de críticas por su aspecto físico. Su caso reactivó el debate sobre la participación de personas con expresión de género no convencional, así como de personas trans y no binarias en competencias deportivas. Las preguntas más frecuentes siguen siendo las mismas: ¿deben competir?, ¿es justo?, ¿existe alguna ventaja? Tras su participación en los Olímpicos, se cuestionó si podría continuar compitiendo, justo cuando inició el cambio de gestión del boxeo olímpico con el nacimiento de World Boxing, el nuevo organismo que se encargará del ciclo rumbo a los Juegos Olímpicos Los Ángeles 2028. En abril de este año, la federación argelina de boxeo recibió una carta que invitaba a Khelif a someterse a una prueba hormonal, un acto que fue calificado como una falta de respeto hacia la deportista. Además, la filtración de esta solicitud vulneró su derecho a la privacidad, exponiéndola públicamente. Aunque World Boxing reconoció el error y ofreció una disculpa oficial, el daño ya estaba hecho. Prejuicios rebasan a los protocolosMás allá de las decisiones institucionales, el caso evidencia la ausencia de protocolos unificados entre federaciones internacionales para atender temas relacionados con la identidad y expresión de género en el deporte. La cobertura mediática también ha contribuido a la estigmatización, con titulares con doble sentido y espacios de opinión que emiten juicios personales. En redes sociales, los comentarios suelen ir más allá del rendimiento deportivo, centrándose en su apariencia y cuestionando su legitimidad como mujer atleta.
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