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El tan esperado manotazo de Peña Nieto

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FERNANDO A MORA GUILLÉN* Sin duda, la última semana nuestro país ha llegado al fondo en la crisis de credibilidad que ha aquejado a la administración del presidente Enrique Peña Nieto. Si bien es cierto que los temas adversos como la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, o la “Noche Negra” de Iguala, o la baja en los precios del petróleo han sido situaciones que no dependen en forma directa del Presidente de la República, sí dejan al descubierto la debilidad de la administración y la falta de cuadros en los mandos del gobierno federal. A lo largo de los últimos dos años, Miguel Ángel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam, como secretario de Gobernación y procurador general de la República, enfrentaron problemas jurídico-policiacos-políticos que los llevaron a un gran desgaste. En el plano económico, el secretario de Hacienda ha batallado con el costo de malos resultados, derivados de reformas estructurales mal enfocadas, y vendidas a la población sin resultados visibles de crecimiento y desarrollo, aunado a la crisis en los precios del petróleo, y a una recesión a causa de problemas en la economía mundial. En fin, que no han faltado factores para hoy enfrentar el peor escenario económico en la última década y no ver una salida. En resumen, la crisis de imagen que hoy vive el gobierno federal demanda los tan cantados movimientos en el equipo de trabajo de Enrique Peña Nieto. Un manotazo en el escritorio que permita reorientar el rumbo y llevar a su administración ya no a buen puerto, sino a aguas tranquilas que le permitan transitar hacia mejores tiempos y recuperar un poco la gobernabilidad. Para fortuna o no de la administración peñista, tanto en la izquierda como en la derecha no hay orden, los pleitos internos han destrozado o pulverizado a los grupos políticos, y ello deriva en que no haya orden ni para señalar errores y demandar un buen gobierno al Presidente. Esto le podría permitir hacer ajustes y retomar su administración con orden y rumbo. Sin duda, el inicio de la próxima semana dejará claro hacia dónde se pretende llevar la segunda mitad de la administración de Peña Nieto, y deberán quedar en claro opciones rumbo a 2018. Ya veremos. Tómelo con interés. En las últimas semanas, tras la demanda de renuncia a todos los integrantes de su gabinete, Miguel Ángel Mancera se colocó en el centro de la escena política. Lo que en principio se percibió más como un golpe mediático que como un asunto de mando y gobernabilidad, se traduce en reacomodo de fuerzas con los mismos actores políticos. El pasado jueves anunció cambios en su administración partiendo de remover al secretario general de Gobierno, Héctor Serrano, para enviarlo a la Secretaría de Movilidad. Ahora, Patricia Mercado ocupará la segunda posición en la administración de la Ciudad de México; por otro lado, la incorporación de Alejandra Barrales a la Secretaría de Educación (buena para dar indicaciones y enseñar medidas de seguridad previas a un vuelo que pretende emprender la administración); Amalia García, a la Secretaría del Trabajo; y Manuel Granados, a la Consejería Jurídica. No son más que acomodos de grupos y fuerzas del Partido de la Revolución Democrática. Por último, la incorporación de Jorge Gaviño a la Dirección del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) es un ajuste de cuentas contra Joel Ortega, a quien le atribuyen en parte la debacle del 7 de junio en el Distrito Federal, sin excluir de responsabilidad a Héctor Serrano. No es más que la negociación y tender un puente entre Miguel Ángel Mancera y Marcelo Ebrard. No se observan por ningún lado los manceristas que llegarían a gobernar y poner orden para perfilar al jefe de Gobierno hacia la candidatura presidencial, ya sea de la izquierda o independiente en 2018. Por otra parte, salvo Manuel Granados, no se percibe otro delfín hacia la jefatura de Gobierno en tres años. @Fernando_MoraG * Maestro en Comunicación Institucional por la Universidad Panamericana. Director General de Mora Guillén Comunicación y Relaciones

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