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Crisis y oportunidad para la UE

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Mtro. Barthélémy Stanislas Marie Michalon En sus más de 60 años de existencia, la UE atravesó un proceso de transformación casi continuo; empezó como un proyecto entre seis países y enfocado en el manejo del carbón y el acero. Gradualmente evolucionó hasta convertirse en unaunidad de 28 miembros con poderes de alcance supranacional y con un rango de acción que va desde la pesca, los intercambios estudiantiles, la regulación de la competencia económica y el despliegue de fuerzas de mantenimiento de la paz, entre otras actividades.Este desarrollo dio avances espectaculares, como adoptarse los tratados de Roma a finales de los 1950 o el de Maastricht a inicios de los 1990, textos que extendieron considerablemente las competencias del bloque europeo y reforzaron los poderes de las instituciones encargadas de ejercerlos. El proceso de integración dela UE se refiere a aquellos avances que fortalecían el grupo, por lo general a expensas del poder individual de cada Estado miembro. El proceso de ampliación, consistió en admitir a más miembros en el grupo; en siete ocasiones, la UE abrió sus puertas para incorporar a uno o varios nuevos integrantes adicionales, siendo el caso más reciente el de Croacia, en julio de 2013. Esta expansión del territorio cubierto por la UE se interpretaba como una señal del éxito y del poder de atracción del proyecto europeo; los países que seguían fuera estaban dispuestos a hacer filas y a someterse al riguroso proceso de selección, con tal de convertirse en un plazo más o menos breve en uno de los integrantes de la UE. Al evolucionar los dos procesos mencionados, se resalta que momentos de crecimiento fueron seguidos por otros periodos de estancamiento o relativa parálisis pero nunca de retroceso. Por ejemplo, si bien el rechazo en 2005 del proyecto de una Constitución para la UE representó un severo golpe, no significó dar marcha atrás sino perder una oportunidad para dar un nuevo y necesario impulso. El reciente voto de los británicos a favor del famoso “Brexit” es diferente de las dificultades que la UE había encontrado hasta el momento en su proceso de desarrollo. Esta vez no se trata de un reto que le impide temporalmente ir más adelante sino dar un paso hacia atrás. Irónicamente, el Reino Unido, que no formaba parte de los países fundadores del proyecto europeo, mostró determinación y perseverancia en la década de los sesenta para obtener la membresía, conseguida en 1973. Para ello, tuvo que vencer las reticencias de una Francia que consideraba la inclusión de su vecino británico como un peligro para lo que en aquel entonces todavía se conocía como la Comunidad Económica Europea (CEE).El temor era que el RU defendiera dentro del bloque orientaciones poco compatibles con los objetivos del conjunto. Temores que no estaban del todo carentes de fundamentos porque a lo largo de sus más de cuatro décadas como miembro, Londres se ha caracterizado por promover una visión de la UE como un proyecto de índole meramente económico y ha combatido con fuerza las iniciativas encaminadas a dotar al grupo de más poderes en más sectores. En otras palabras, el proceso de integración se volvió más laborioso como consecuencia de la voz británica, que con aliados de circunstancia, logró en más de una ocasión reducir el alcance de una nueva política o hasta de plano impedir su materialización. Cuando la dinámica era tan fuerte que el RU no la podía frenar, se unía de mala gana o bien lograba obtener una derogación para mantenerse fuera del nuevo campo de competencia compartida. Tal fue el caso del espacio Schengen, del Euro o de la Carta de los Derechos Fundamentales, que no tuvieron aplicación en dicho país. En síntesis, la salida del RU es una mala noticia para la UE porque: 1) es una demostración adicional de la fuerte erosión de su capacidad de atracción; 2) abre una caja de pandora que podría incitar a otros países a imitarlo; 3) la influencia de la UE a nivel global será menor sin este miembro, que se sigue contando entre los países de mayor peso en el escenario contemporáneo; y 4) en los próximos meses y años el bloque tendrá que organizar concretamente las modalidades de este retiro, lo que desviará su atención de otros temas de importancia. Sin embargo, también es posible vislumbrar un aspecto positivo: sin este miembro tan desconfiado hacia el proyecto europeo, la UE tiene ahora la oportunidad de (re)lanzar iniciativas que hubieran sido inimaginables en presencia del RU. Este golpe en el ámbito de la ampliación podría significar un nuevo impulso en el campo de la integración. Está en manos de los 27 miembros restantes decidir si sacarán provecho o no de esta situación para dar más visión y ambición a los objetivos del bloque. Internacionalista del Tecnológico de Monterrey en Puebla bmichalon@itesm.mx

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