¿Matrimonio igualitario o cortina de humo?

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Pablo RANGEL SARRELANGUE


Septiembre 14, 2016

Trasladarse al análisis histórico de la institución denominada matrimonio para establecer criterio en relación con la controversia social y legal que ha generado el denominado matrimonio igualitario, implica necesariamente mantener a la ley retrotraída en su aplicación a una sociedad cambiante. Al amparo de lo preceptuado en el artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la comunidad LGBT, ha levantado la voz por lo menos desde hace ya diez años, aun cuando inicialmente lo hicieron de manera bastante desordenada y siguiendo esquemas en sus marchas que incluso llegaban a herir susceptibilidades incluyendo las no conservadoras.

La maquiavélica intención de las mafias que dominan la política del país encendió el pebetero que procuran mantener así por lo menos hasta albores del proceso electoral para la presidencia de la República. No es casual que haya sido en Los Pinos donde se estructuró una reforma sobre la cual los propios priistas pretenden recular, los perredistas apoyar, en tanto que en los panistas se refleja una actitud villamelonezca y, por su parte, los morenos no hacen mutis.

Pero en el centro de la algidez se ubica a la Iglesia católica y determinados grupos de extrema derecha, de esos que aún subsisten atrincherados y aferrados a un pasado que se diluye. El mensaje distractor polariza y divide al país, fomenta en los partidos un debate que desgasta y exhibe; en consecuencia el silencio de Andrés Manuel López Obrador, sobre el matrimonio igualitario es en cierta manera inteligente. En un país donde las minorías poco cuentan, hoy la comunidad LGBT se muestra unida, sólida y firme en su reclamo por el reconocimiento de sus derechos y por contener la discriminación que pulula en nuestro país, en tanto que los grupos clericales que han perdido credibilidad, como el que específicamente lidera el cardenal Norberto Rivera Carrera, salen a escena buscando respaldo social con argumentos por vía de los cuales pretende lapidar quizá a una minoría que simplemente les dice "aquel que esté libre de culpas, arroje la primera piedra".

Aun cuando muchos ubican a los poblanos como una sociedad tradicional, en cierta manera hasta conservadora, debe decirse, está alejado de la realidad, Puebla es un crisol de ideas, impulsadas estas otrora por la hoy denominada Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, empero considerando que en la actualidad nuestro estado tiene más de 10 universidades sólidamente estructuradas y que la entidad se ha constituido como un gran territorio de migración interna producto de la violencia en diferentes partes del territorio nacional, es obvio que ahora nuevas y diversas mentalidades fecundan la Angelopolis.

Ciertamente la familia es y seguirá siendo la célula de la sociedad, que se estructura básicamente en valores de respeto y tolerancia, fomentando la abolición de la discriminación motivada por origen étnico, nacional, de género, de edad, de condición social, de salud, religión, preferencia sexual o de estado civil, de tal manera que los grupos sociales que hoy son protagonistas de una lucha que se fija a partir de la solicitud de reconocimiento de un derecho y de la negativa a reconocer ese derecho, deben en gran medida evitar ser esa cortina de humo que tanto beneficia a la mafia que domina y manipula nuestro país.

La madre de las batallas electorales se aproxima, por ello la malévola intención de llevar a debate un tema de gran relevancia, que desde luego en el fondo divide, pero en el trasfondo aniquila. La sociedad no debe confrontarse en las calles, finalmente quienes habrán de decidir sobre el tópico que se debate son nuestros flamantes diputados, aquellos que nunca nos consultan y que han aprobado leyes que agravian y hunden al país, por tanto una idea básica es que los grupos parlamentarios escuchen y se comprometan, que el debate sea en los congresos y no pretendamos que, por via de grandes y espectaculares manifestaciones se divida a una sociedad de suyo fragmentada por la violencia y el deterioro de su poder adquisitivo que día a día ahonda la brecha entre las clases sociales lo que se traduce en grandes odios e inolvidables rencores.

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