Estudiantes con bajas calificaciones pueden ser exitosos
Podemos darnos cuenta que algunas personas tienen una habilidad especial que les permite vivir bien a pesar de las adversidades en la escuela, aunque no destaquen por su inteligencia o por sus éxitos académicos.
Las personas con mejores calificaciones en la escuela o que, tradicionalmente, son considerados muy inteligentes, no suelen ser los más exitosos en el campo laboral o los más felices. Daniel Goleman (1995) plantea que las pruebas de aptitudes superiores, las calificaciones o el coeficiente intelectual CI, no predicen el éxito en la vida. De hecho, según Goleman, sólo el 20 por ciento de los alumnos con un CI elevado, suelen ser mejor remunerados que otros.
Socialmente, solemos considerar a una persona exitosa como inteligente, pero si revisamos su historia, podemos encontrar una serie de tropiezos en la escuela, evaluaciones deficientes, grandes retos para terminar estudios y otras tantas circunstancias que no concuerdan con la situación presente del individuo. ¿Qué es lo que hace que un estudiante promedio sea exitoso? El término clave aquí es la inteligencia emocional.
Alguna vez escuché a una directora de escuela decir que este tema, el de la inteligencia emocional, era un tema de moda, que iba a pasar con el tiempo ya que no había suficiente evidencia de que haya alguna relación entre la emoción y el aprendizaje del alumno, la capacidad de resolver problemas o de tener éxito. Pero actualmente, esta moda se ha transformado en un campo de investigación muy frecuentado, y con resultados tanto positivos como negativos.
La inteligencia emocional se funda en el concepto de inteligencia social de Thorndike quien la definió como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas" (1920). Daniel Goleman, periodista e investigador del New York Times impulsó el término con la publicación del libro La Inteligencia Emocional en 1995. La inteligencia emocional tiene su origen en el cerebro, la capacidad de manejar las emociones y la memoria a largo plazo radican en la amígdala, es por ello que, si hacemos marcha atrás en la memoria nos daremos cuenta que el primer recuerdo que tenemos está íntimamente ligado con alguna emoción profunda, positiva o negativa.
Por esta conexión, entre emociones y memoria, la inteligencia emocional cobra mucha importancia en relación al aprendizaje. Más allá del coeficiente intelectual, el coeficiente emocional (CE) o capacidad de manejar las emociones, favorece la toma de decisiones (Universidad de Toronto, 2013) y algunos rasgos de la inteligencia emocional están vinculadas a la felicidad (Frederickson y Furnham, 2004).
Se pueden enseñar aptitudes de la inteligencia emocional, la conciencia de las propias emociones es una de estas aptitudes, que podemos fomentar en los niños a través de la evaluación de situaciones pasadas y la identificación de las emociones en el cuerpo. Es importante permitirles sentir la emoción, expresarla y ponerle un nombre.
Para desarrollar la capacidad de automotivación es recomendable enseñarles a postergar los satisfactores, no darles todo lo que piden al momento, dejar que hagan el esfuerzo por aquellas cosas que desean. Esta espera debe ser proporcional a la edad, no hacemos esperar a un pequeño de 3 años por una semana, pero por unas horas, va a aprender a esperar, a ser más tolerante a la frustración. Cuando les ponemos límites, también fortalecen la tolerancia, y pueden moverse dentro de parámetros establecidos y seguros, que les permiten sentirse contenidos.
Los padres y los maestros tenemos una gran responsabilidad con las generaciones futuras, la capacidad de educar niños seguros, tolerantes, emocionalmente inteligentes, podría asegurar la capacidad de ser más felices y positivos.
