Puebla: ciudad de los ángeles, ciudad para españoles

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El 16 de abril de 2017 se celebra el 486 aniversario de la fundación de la ciudad de Puebla. Al hablar de dicha fundación, solemos escuchar la leyenda en la que los ángeles se presentaron en sueños ante Julián Garcés, en aquel momento, obispo de la diócesis carolense, ubicada en la ciudad de Tlaxcala, para señalarle el lugar exacto en donde debía erigir una nueva ciudad: precisamente, la ciudad de los Ángeles.

Más allá del mito angelical de la fundación, conviene recordar que la ciudad de Puebla surgió a partir de un proyecto de la Corona española, respaldado por la Segunda Audiencia para crear, en sus nuevos territorios, comunidades agrícolas, simples y libres de asentamientos indígenas. Se pretendía que la gran cantidad de españoles vagabundos, que formaban parte del escenario social, encontraran un lugar donde establecerse que les permitiera formalizar sus actividades productivas, sin menoscabo de la población nativa, al tiempo de combatir las tendencias aristocráticas que se gestaron en el periodo posterior a la Conquista. En este tenor, aparece un experimento social en el que Puebla o la ciudad de los Ángeles (como también era conocida en el periodo virreinal) constituye una alternativa para dar vida a ciudades para españoles, en el que las poblaciones indígenas, asentadas fuera de la traza urbana, sólo coadyuvaran en los trabajos inherentes a la ciudad, más que soportar su existencia en base a su explotación.

De esta manera, Puebla aparece como una ciudad ubicada, de manera estratégica, en el paso entre el puerto de Veracruz y la capital de la Nueva España, la ciudad de México. En poco tiempo se caracterizó por una próspera industria textil, agrícola, ganadera y artesanal. La nueva ciudad correspondió al ideal del Renacimiento de erigir asentamientos, trazados en un plano rectangular, a usanza de tablero de damas o de ajedrez, en donde existieran cuadras alineadas, separadas por amplias calles, a través de las cuales las personas, los animales, las mercancías, las aguas y los humores pudieran transitar con soltura. El trazado urbano, que la leyenda atribuye a los ángeles, en realidad fue parte de una idea nacida en tierras europeas y materializada por indígenas, bajo el auspicio de los españoles.

El éxito de la ciudad se atribuye al aprovechamiento de los recursos naturales circundantes (amplias tierras fértiles, presencia del rio San Francisco, clima benéfico), de su ubicación como ciudad de paso entre dos de los asentamientos más importantes del territorio novohispano y al hecho de encontrarse asentada cerca de varias poblaciones indígenas (Tlaxcala, Cholula, Calpan, Huejotzingo, entre otros), que a efecto de facilitar la construcción y poblamiento, la propia Corona concedió la dispensa de utilizar su mano de obra, por un periodo de tres meses. De esta manera, el experimento social veía comprometidos sus fundamentos desde un inicio. En dicho escenario, debemos considerar la participación de Juan de Salmerón, oidor de la Segunda Audiencia y comisionado para la fundación, quien activamente contribuyó para llevar a buen puerto el proyecto de la Corona. Salmerón percibió las necesidades y las inconformidades de los nuevos poblanos, así como las múltiples posibilidades que emanaban del recién establecido asentamiento, razón por la cual solicitó al rey otorgarle privilegios y honores. Algunos de esos beneficios se vieron reflejados en la exención del pago de alcabalas, en la concesión de tierras y en la merced real en la que se le atribuía, a la nueva población, el estatuto de ciudad.

Poco a poco y a pesar de que la búsqueda de privilegios comprometieran continuamente el proyecto social original, los poblanos se configuraron como una población prestigiosa que vio coronado su éxito; años más tarde, cuando a la ciudad de los Ángeles, ciudad de cristianos españoles y de traza urbana europea, y en donde ya se trabajaba en una ambiciosa construcción del edificio catedralicio, se trasladaría la sede del obispado carolense. Los motivos del traslado tienen que ver con considerarse, éste, un espacio apropiado para albergar a una de las instituciones coloniales y occidentales más importantes. Fue no sólo el propio Juan de Salmerón quien propuso el traslado, sino una buena parte de la población orgullosa de sus logros, quienes reconocieron que su ciudad era la apropiada para albergar a la capital del obispado (la ciudad de Tlaxcala, en donde se ubicaba anteriormente la sede, era una ciudad de raigambre indígena). Finalmente, la ciudad de Puebla se convirtió en sede episcopal en el año de 1539, cuando el obispo Julián Garcés realizó el traslado.

Sin duda, es en las figuras de Julián Garcés y de Juan de Salmerón en quienes recae gran parte, no sólo del mito de la fundación de Puebla, sino del propósito de crear una ciudad que respondiera a una necesidad social indiscutible y amenazante para el poder de la monarquía española y de sus instituciones. Era necesario proteger a la población indígena y dotar de fuentes productivas a los españoles, quienes reclamaban beneficios, al tiempo de garantizar la instauración del sistema colonial y la supervivencia del mismo. La ciudad de los Ángeles se fusionó con la ciudad de los hombres para dar vida a un proyecto que, si bien se distanció de la idea original, tuvo como resultado una de las localidades más emblemáticas de la Nueva España.

Fuentes consultadas

  • Chevalier, François; "Significación social de la fundación de Puebla" en Ángeles y constructores. Mitos y realidades de la historia colonial de Puebla (siglos XVI-XVII); Carlos Contreras Cruz y Miguel Ángel Cuenya Mateos, editores; Puebla, BUAP, CONACYT, Ayuntamiento de Puebla; 2000.
  • Hirschberg, Julia; "Social Experiment in New Spain: A Prosopographical Study of the Early Settlement at Puebla de los Angeles" en HAHR; 59 (1), 1979.

*Profesora de cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla

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Las opiniones vertidas en este espacio no reflejan el ideario del Tecnológico de Monterrey en Puebla.

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