Las metrópolis como oportunidades civilizatorias

  • URL copiada al portapapeles

El mundo actual, como nunca antes, es complejo: uno y múltiple. Las ondas de modernización, que antes llevaban siglos o medios siglos, hoy se dan por lustros, bienios, años…, meses y semanas. Un sexenio de gobierno antes era definitorio para marcar el estilo de una época, pues la institución presidencial por lo general oscilaba entre el Estado de bienestar y el populismo cesarista, franco o escondido. Su objetivo de desarrollo ambiguo era alentar con la inversión pública a la privada. Hoy todo esto es exiguo.

A diferencia de aquellos movimientos uniformemente acelerados que mantenían la promesa de bienestar en el futuro; nuestros tiempos actuales son súbitos, convulsivos, pues llevan la marca de la incertidumbre en alto grado. Maneras, modos de reacción, reflejos defensivos; intenciones colectivas motivadas por la necesidad de sobrevivencia, más que de convivencia. En esos entornos de lucha por la existencia, de todos contra todos y contra todo…, de bloques contra bloques, ciudades contra ciudades, encontramos que la educación, la salud pública y la seguridad(antiguas joyas del régimen de la revolución mexicana)van a la deriva, debido a una transición democrática que, en algún punto de su misión, desvió el camino. Los llamados profetas modernos del apocalipsis no son sólo modestos y, a veces, molestos intérpretes costumbristas de un pasado infiel y un presente cada vez más dudoso. También son voces necesarias, pues representan el espejo humeante del sistema político. Qué pasara mañana y qué está pasando hoy que algo nubla la mirada de sus alcances y las consecuencias: las oportunidades abiertas y perdidas del desarrollo humano. Es indudable que el mundo está globalizado y que al respecto no hay fórmula secreta, ni panaceas; impávidos ante el vértigo de lo contingente, arrojados al mundo ?dirían los filósofos del existencialismo?, apenas entendemos que las posturas políticas no serán opciones viables de desarrollo mientras carezcan de políticas que solucionen los desafíos de las metrópolis, puesto que éstas son desde principios del siglo los ámbitos urbanos predominantes en lo territorial, lo económico, lo demográfico, lo social y ambiental: de todo aquello que involucra nuestra vida. Hablando de esperanza, mientras algún osado postulante a los oficios públicos trastoque el delicado problema metropolitano, ponderando la dimensión política de ingobernabilidad estructural que adviene, nos queda a lo menos conjeturar hipótesis:

1. Las metrópolis son ciudades unitarias que tienen gobiernos múltiples, tantos como municipios incluyan, de manera que unas por exceso y otras por defecto de masa poblacional representan crónicamente ámbitos de incomunicación poco proclives al consenso, y en cambio muy inclinados a la ingobernabilidad del conjunto a que pertenecen.

2. Sin embargo, las grandes ciudades son grandes espacios de oportunidad, puesto que, en lo decisivo, lo influyente, contienen saberes, innovación, experiencias urbanas susceptibles de ser reproducidas a gran escala; son gigantescas maquinarias sociales, cuyo mayor potencial de desarrollo es desbordado, generoso, hacia la periferia inmediata o área de influencia directa: el agua, el alimento, la calidad del aire, el bosque, la habitabilidad ¡están ahí…!

No estamos marcados por el estigma de un destino manifiesto, sino por el silencio inducido, la palabra ambigua, la falta de iniciativas urbanas o de su apropiación indebida, los nichos de confort de urbanistas ortodoxos o simplemente el estoicismo ciudadano varado ante los agravios de la acción pública autoritaria que le arrolla con su fuerza mediática. El resultado final esla informe voluntad colectiva?maculada de caudillaje intelectual dudoso?que impide construirnos un proyecto de ciudad que por definición requiere construcción de consensos; o sea, una acción comunicativa. Un proceso civilizatorio.

  • URL copiada al portapapeles