La ciudad occidental, según Pirenne

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En principio, no existe diferencia radical entre Max Weber y Henri Pirenne respecto al derecho urbano o derecho a la ciudad, sino una extrañeza. Aunqueeste último confirmó20 años después las tesis weberianas?sin dejar de corregirlasen puntos selectos y con el rigor científico que un historiador debe exponer ante un sociólogo?, su idea central es otra: la ciudad emergente de los albores del segundo milenio D.C.se funda como un derecho corporativo, cuya impronta es la mutación definitiva de la civilización occidental. Ahí, donde el feudalismo es más nítido, ahí enjambran las ciudades, yéstas son tantas que el derecho a actuar con libertad en su interior se generaliza hacia el campo, donde por usos y costumbres dominaba de forma absoluta la servidumbre. Su actividad es tal que, una vez instalado el Estado moderno absoluto como imperio (España) o Estado nación (Francia e Inglaterra), se las subyuga. Sin embargo, el derecho urbano ?una vez instituido en la sociedad?será arrogado en los siglos por venir como un derecho natural, esta vez socavando radicalmente al feudalismo y al Estado monárquico absoluto. Tal proceso fundante se acrisola en el norte de Italia, con Venecia y Génova a la punta, y tiene un efecto transalpino, cuyo puntoma yúsculo de resonancia es Flandes. Pero ¿cómo?, entonces ¿la Edad Media no era oscurantista? La alta y baja Edad Media, al parecer,no.

El argumento central de Pirenne es que la tempranaEdad Media empezó no con la caída del Imperio Romano, sino con la presencia fulminante de los árabes en elMar Mediterráneo, con cierta excepción de Bizancio que defiende para sí las costas del Mar Adriático y hace posible Venecia, o sea un ejemarítimo.Empero, el comercio en la cuenca mediterránea se perdió,y con ello las viejas ciudades,que entraban en decadencia opermanecían cual esporas, hasta que elMar Mediterráneo paulatinamente es recuperado por la cristiandad y los árabes entran en reflujo. Los siglos XI, XII y XIII fueron el marco temporal del renacimiento de las ciudades…Y he aquí las consecuencias, porque cuando se habla de la oscura Edad Media ¿de quése trata? Al menos: una noche iluminada por espléndidas estrellas, cuyo arte gótico nos alumbra comoAurora Boreal. Me parece que sí. Y por ellose le admira como un arte excelso, muy a pesar de los prejuicios iluministas del racionalismo que en muchos sentidos ha sido un fondo "más oscuro" que aquél.Y dígame lector: ¿cómo podía ser de otro modo?, si aquel arte que alcanzó los cielos expresaba a sumanera su propia modernidad.

Con razón Francis Oakley en su obraLos Siglos Decisivospregunta:¿cuál oscurantismo?Si el milenio naciente, contra el milenarismo que profetizaba el fin, se abrea partir del siglo XI, pleno de posibilidadesde humanidad,justo porqueabarca ?en la baja Edad Media?desde las ciudades hasta la vida monástica, en cuya tensiónemergen las primeras universidadesen medio de undebate depreguntas universales, en las que la escolástica se tomóen serio el reto, y se dispuso a hacer pasarsu principal cuerpo de dogmas por pruebas lógicas. Así, entre laSuma teológica y el rasero de Ockham(Guillermo de Ockham),se abre en corto tiempo una segunda mutación:el pensamiento universal. Yen tal entorno efervescente,el pensamiento fluye.

Entre la catarata de dudas, al menos hay una certeza: la modernidad no es en modo alguno una civilizaciónsuperior?sólo en técnica? a la Edad Media. Y ninguna de ellas es superior o inferior a la Antigüedad. Dado que los intereses son variables y evolucionan,cualcírculo dialéctico, de la acumulaciónde poder en su cenit a ladestrucción masiva en su nadir. En cambio,los valores humanosson constantes,se auto imponen a las eras como imperativos categóricos (Kant);trascurren siempre los mismos.

Buena enseñanza para los urbanistas: las ciudades no son cúmulos de cosas, casas o gentes, sino paradigmas de solidaridad humana.

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