¿Resiliencia metropolitana?

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En términos ambientales, la resiliencia es la capacidad auto-regenerativa de los ecosistemas en un lapso determinado. Es luego una propiedad intrínseca y auto-referente a las condiciones de su existencia.

Así, por ejemplo, los incendios forestales ocurridos por factores naturales, por rayos digamos, no son una perturbación externa al proceso de reproducción natural del bosque, al grado de que, si las condiciones de entorno no se alteran, la capacidad de recuperación del ecosistema sobrevendrá en un tiempo determinado de retorno. No es lo mismo si el incendio del bosque es por acción del hombre, sea éste un acto consciente o inconsciente; porque ahí el sistema no está sólo amenazado en su capacidad de resiliencia cíclica si se quiere, sino que es todo el sistema el que lo está. El ejemplo más radical de amenaza, se observa en lo acontecido por el bosque alrededor de las ciudades por efecto de la expansión inmobiliaria, sea ésta normal, espontánea o inducida por las políticas de cualquier nivel de gobierno. Ahí ocurre que su dinámica de resultados cortos, a la larga acumulativa, genera un círculo perverso, que se manifiesta cuando el bosque desaparece. ¿Cuál es la resiliencia? Nula. ¿No es mejor llamarle ecocidio?

Justo Manzanilla es un ejemplo verdaderamente triste para quienes cuando niños, allá por los cincuenta del siglo pasado, lo recorríamos en ocasiones con ánimo de exploradores. Era en verdad un magnífico sotobosque, extensión de la Malintzi. Los bosques de encino endémico del Serrijón de Amozoc son otro ejemplo, pero no son los únicos. Mientras unos bosques acaban, otras pérdidas advienen: las faldas del Totoltepec en San Martín o del Zapotecas en el poniente de San Pedro Cholula. Y si observamos bien, están los que se pierden en algunos cerros de Tlaxcala cercanos a San Martín. Ya no digamos lo que acontece en una conquista urbana por las alturas, metro a metro, contra las antiguas faldas boscosas de la Malintzi, por el lindero de Puebla, incluyendo otros municipios de Tlaxcala que hacen de su bosque sagrado, lo que no hacen de otro dado: destruirlo.

Capacidad de resiliencia es cuando se afrontan entornos adversos y se vencen. En los sistemas naturales poco perturbados, la auto-regeneración es cuestión de tiempo, en tanto que en los sistemas altamente perturbados, como la cuenca alta del Río Atoyac, la misma capacidad de resiliencia requiere ser construida para esperar resultados de larga duración.

En lo que se refiere a la ciudad, es la dimensión lo que la hace vulnerable. Ahí, por cierto, el concepto de resiliencia, para evitar entrar en contradicción con su lógica interna, a falta de auto-referencia de marca, impulsa estrategias de recuperación. Genera arreglos de política pública en respuesta a la dimensión social del impacto, presto a rebasar las capacidades del gobierno.

En consecuencia, la resiliencia urbana ?metropolitana? no reside sólo en las capacidades de las estructuras urbanas en tanto fundo del tejido social, sino en la capacidad de reacción racional ante un problema que se comporta aleatoriamente y es altamente contingente por su gran magnitud… Lugar, circunstancia, agentes e instituciones en marcha, coordinándose. Líderes emergentes que, al paso de ir colaborando, van contestando las estructuras verticales de la autoridad.

Por cierto, la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III enfoca a la resiliencia como la gestión de riesgos, marcando metodologías para nuevas prácticas; sin embargo, conviene advertir que asociar esto con la vulnerabilidad y el riesgo puede inducir a un uso reductivo del concepto. Es válido llevar el concepto al plano instrumental. No obstante, se requiere evitar usar tal término como un modismo inocuo para renombrar rancios problemas.

A decir verdad, no hay desarrollo sustentable sin inclusión y resiliencia…ambas son condiciones de habitabilidad, competitividad y cohesión social.

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