Sábado 28 de Julio de 2018

"Su mente le devolverá exactamente lo que usted pone en ella".

James Joyce

El poder de la imaginación, se revelo cruel e implacable ante mí a temprana edad. Al igual que Franz Kafka (1883 - 1924) o Ernesto Che Guevara (1928 - 1967), lo conocí desde la enfermedad vía el lenguaje en palabras de mi padre. A través de cuentos de su autoría, me transportaba a diferentes escenarios que su voz relataba con firmeza. En esos momentos, mi mente y pensamientos llegaban a destinos hermosos y placenteros donde la paz era mi mejor aliada para mis ojos cansados y taciturnos que gozaban permanecer cerrados para olvidar por un momento su realidad.

Los detalles de la historia, ni el valor sentimental, lo conocen con exactitud ninguna persona. Ni siquiera el narrador. Me resulta incluso una impertinencia para cualquier escritor, contarles a los lectores su vida o intimidad porque los interrumpimos en su búsqueda de novedades y opiniones que le toquen un poco sus afectos. Sin embargo, hace unas semanas, un amigo me cuestionó sobre los motivos que llenan de convicción mi deseo de fundar una revista. A pesar de que lo intenté justificar con conceptos culturales o literarios, él sabía que existía un motivo personal. Amar u odiar a alguien sólo es posible después de descubrir la razón de su comportamiento. Por lo que, al conocerlo de tantos años me di cuenta que suelo ser reservado. Pero, su pregunta, no pasó desapercibida, y durante estos días, me ha sonado en la cabeza. Y descubrí, después de casi quince años que mis ideales se resumen a esos amargos momentos de mi niñez. Donde existía un niño que sólo la literatura y la ficción podía aliviar su tragedia. Nunca adquirí la suficiente consciencia de lo anterior relatado, traté de olvidarlo, como es natural. Así que, mi reunión con queridos y talentosos amigos que me acompañan en el deseo de tener una revista propia, se sustenta en el valor sentimental que tiene para mí la difusión de ideas para sensibilizar la mente, el corazón y el alma.

Los cuestionamientos, la crítica y la conversación sólo pueden llevar a un amanecer más claro. No ha existido guerrero victorioso que haya ensamblado la espada sin saber por qué lo hace. Quizá, pudieron haber pasado ochenta años. Afortunadamente, no fue así. Tengo el panorama claro y, probablemente contribuya a que la revista pueda resistir el paso del tiempo.

Comprendo que sólo mediante la confesión somos capaces de explicarnos a nosotros mismos. Recrear la belleza de esos cuentos de mi niñez y el poder curativo que ejerció para mí, será mi ambición más hermosa y apasionada. Si el éxito algún día nos llega a encontrar, deseo únicamente que sea como consecuencia de lo que hemos dado, no en memoria de lo que se ha arrebatado. Busquemos ser cooperativos antes de competitivos. Aprendamos primero a perder para un día saber triunfar; y que cada libro que toque nuestras manos nos haga humildes y, jamás soberbios.