Capacidad de convocatoria en temas metropolitanos

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Siempre me he preguntado por qué la planeación urbana sigue siendo uno de los temas más concurridos por académicos y gobiernos; siendo como es, una acción tan desacreditada en los hechos… de magros resultados.

Conjeturo que les mueve la esperanza de que la actual planeación urbana pueda llegar a ser mejor, por la evidencia de que la actual tecnología digital, como herramienta infalible, permite mejor lectura del territorio y con ello certeros diagnósticos, de manera tal que las propuestas estratégicas alcancen a ser cada vez más inteligentes.

Otro interésparte de reconocer que las ciudades están sobre-diagnosticadas y que es el exceso de interpretaciones lo que impide la selección de políticas urbanas y metropolitanas, o sea, que hay déficit de acuerdos de coordinación, cooperación y en concurrencia.

Pudiera ser también el simple morbo de ver fracasar las iniciativas del gobierno por la débil inclusión real de algunas iniciativas.

Muy recientemente, abundan posturas que consideran, con una ingenuidad asombrosa, que los lineamientos internacionales no sólo dan luz, ¡sino que son la luz del mundo en materia de planeación!

No cabe omitirla existencia de una masa de urbanistas observantes, o de urbanistas contestatarios, para los cuales la ciudad es ideología, cortina de humo de negocios inmobiliarios y poderes fácticos que dictan al gobierno la línea, disfrazada de proyectos públicos privados.

Como sea: la capacidad de convocatoria de lo urbano existe, va en ascenso, y me parece que debe ser por algo más atractivo. Creo que hay desencuentro entre la sociedad civil, ante la conciencia de saberse realmente excluida, y la acción gubernativa que quiere y no siempre puede comunicar su proyecto de ciudad, que no puede ser declaración de principios, sino hipótesis territorial.

Desde la ley de planeación democrática impulsada por don Miguel de la Madrid como parte de su discurso de renovación moral de la sociedad que hace imperativa la participación social, ya ha pasado mucho tiempo como para no darse cuenta que en la sucesión de sexenios la participación social degeneró en manipulación, lo que al cabo desacreditó todo el proceso de planeación urbana. Este desaliento ciudadano no menguó del todo por varias razones; entre ellas, el interés del cambio iluminado por los rayos luminosos de Hábitat II y III que vinieron a dar aliento a la inclusión universal. Otra es que hoy existe una sociedad más sensible a sus derechos y está más y mejor dispuesta a defenderlos. Cierto es que existe déficit local de espacios de encuentro en que concurran la acción gubernativa, que es lineal las más de las veces, y la acción social que es multiforme y por momentos demasiada inclinada a la entropía.

La convocatoria es plena cuando el tema es vigente, suscita interés y abre debate, lo que en tiempos de reconciliación nacional se prefiere denominar mesa de diálogo. Como sea, el presente y destino de regiones y metrópolis, la relación orgánica entre el campo y la ciudad, están en suspenso.

La coyuntura aprieta: el desarrollo regional, el sistema de ciudades y de los procesos metropolitanos tienen necesidad de dar los primeros pasos en el cambio de rumbo. ¿Cuáles proyectos metropolitanos son prioridad?, la pregunta es pertinente. No sea que ?por omisión en movilidad urbana, por poner algún ejemplo crítico?quedemos atrapados sin salida, entre el discurso y la realidad, las palabras y las cosas, y ante la pérdida de visión metropolitana, la periferia quede envuelta en una red de segundos pisos. Sombrío, ¿no es cierto?

Por ventura, la capacidad de convocatoria para lograr una mejor gobernanza metropolitana es una joya de cuidar.

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