Viernes 24 de Agosto de 2018

Hace unos días, me visitó una amiga de Oaxaca por motivo de un taller que impartió en Puebla. Después de charlar durante horas sobre diferentes temas, su conclusión fue tajante: "Acsel, tienes una visión muy positiva del mundo".

A pesar de que mi conversación se encaminaba a temas de pesadumbre y de la vida de los escritores que más admiro, ella detectó vitalidad en mi visión sobre el futuro. Su comentario me causo curiosidad y recordé la primera vez que leí un libro a consciencia. En esos momentos, comprendí que había encontrado algo valioso. Pasaron los años y la lectura comenzó a ser una terapia y la escritura un acto sufriente. Sin embargo, existen obsesiones que definen la vida del humano y sin las que, no podríamos entender la sensación de la sangre recorriendo nuestras venas. He tenido la oportunidad de leer a varios autores y la mayoría de ellos, han dejado un aprendizaje. Los más admirables han sido víctima de mi curiosidad más allá de su obra, y han reclamado de mi tiempo para entenderlos. Nadie se toma la molestia de saber por qué escribe el escritor que nos ha salvado la vida.

Por lo que, hace poco, mi pasión e impaciencia ha nublado el internet. En compañía de un grupo de amigos y gracias a su esfuerzo y cariño por la literatura y el conocimiento, fundamos una revista para la difusión de la cultura y las ideas. Su nombre lleva el mismo que el de esta columna: Almadraba.

¿Por qué ese nombre?

Cioran, decía que no debemos explicar demasiado las cosas ante el riesgo de convertirse en un científico. No obstante, no podemos escapar del todo. Recuerdo que el nombre apareció en mi mente en la universidad, cuando en la ambigüedad absoluta en clases de Economía Internacional, mis pupilas impresionadas acudían a la cita con la obra de Herman Melville y Ernest Hemingway. Los títulos eran El viejo y el mar y Moby Dick; relatos aguerridos donde el hombre, hijo y víctima del encanto y fiereza del océano sucumbía ante su poder. Bestias legendarias eran los villanos de las historias. Los personajes que ambos autores llevaron a la literatura, se caracterizaban por su corazón bravo y sensible. Su espíritu confesaba la resignación pero su impulso vital, permitía que las historias llegarán a su fin. Ambos textos, me marcaron. La lucha entre el hombre y la naturaleza, representó para mí, una de las analogías más perfectas de la vida y la muerte. El hombre, lanzado al mundo sin pedirlo, conocía su destino trágico pero no escapaba ni huía de la belleza de la afrenta. Así que, en los últimos años, me dedique a buscar la definición que no encontraría en los diccionarios, pero sí en el corazón. Hasta que, después de una ardua búsqueda, encontré el término Almadraba en un sitio especializado sobre pesca, en el que un grupo de personas rodeaban al cardumen para combatirlo con él, y en donde la mayoría de las veces eran derrotados por su fuerza colectiva.

Años después, aquí me tienen. Con una columna y una revista llamada Almadraba. Su única aportación no será hacia la literatura sino a la vida. Tienes razón, amiga, soy positivo porque la única tristeza es amar y actuar en soledad. El resto, no importa.