Viernes 05 de Octubre de 2018

He visto a desgraciados profesar las ideologías más humanas. Sin embargo, debemos comprender que ninguna persona escapa de la contradicción, el error y la duda. Sólo aquellos que se consideran impolutos están condenados a perecer en su altivez. Hace algunos años que mi meditabunda humanidad encontró en la lectura un hábito reparador y necesario para no sucumbir ante la vida inexorable. En esos momentos, una pasión desbordada recorría mi sangre y voluntad. Años después, con la locura, ya superada, he tratado de abordar la lectura mediante la calma y la reflexión dejando de lado la impaciencia y la ambición por formarme que me poseía. Afortunadamente, he podido conservar la curiosidad y entusiasmo como alimento principal de mis lecturas. Permanezco fiel, -como mujer en plena senectud- a los escritores y a las lecturas que me enseñaron un poco de la vida, cuando el misterio y la ambición por vivir era el sustento principal de mi respiración. Debajo de la cama y arrojados en el librero, destacan: Franz Kafka, Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, John Fante, Juan Rulfo, Charles Bukowski, Fernando Pessoa, Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Antón Chejov, Jack Kerouac, Cesare Pavese, entre otros.

La vida de cada uno de ellos, ha llamado mi interés en mayor o menor medida. Sólo a través del relato de su existencia se han ganado mi respeto o desprecio al descubrir al ser humano detrás de la obra. Por ejemplo:

Leonard Cohen: Para muchos el mejor letrista de todos los tiempos, falleció en 2016, dejando una obra poética y musical que resistirá el paso del tiempo. Leonard era un personaje sumamente especial, tenía un particular interés por la relación espiritual que llevaba de fondo el amor de pareja y se encargó de narrar la vida como un versículo romántico de la biblia. Cuando comenzó a cobrar fama, su amigo Harry Rasky, ávido de realizar una película, lo cuestionó sobre la posibilidad, Cohen asintió: "Si en verdad quieres escribir sobre un hombre que probablemente esté acabado, podemos probar".

Esta humildad lo acompaño desde joven, rechazando varios trabajos en medios de comunicación prestigiosos y empleos académicos en Universidades, decidiendo forjar su obra alejando de los reflectores hasta el año 2011 cuando fue premiado con el Premio de Asturias de las Letras.

Franz Kafka. Una de sus frases más famosas fue: "Yo soy la literatura". Kafka experimento una experiencia de pesadumbre con la vida que lo atormentó hasta el fin de sus días y lo reflejo mediante su obra, naciendo el concepto de lo kafkiano. Su vida personal fue un tormento y lo reflejó en gran parte de sus diarios y correspondencias con sus grandes amores: Milena Jesenka y Felice Bauer.