Viernes 26 de Octubre de 2018

Últimamente, el cansancio me ha hecho escribir más de lo habitual. El sentido de responsabilidad, no me deja descansar y tras unas horas de sueño, quizá pueda atisbar algo legible. ¿Desde cuándo la escritura se convirtió en parte de mis responsabilidades? No hay tiempo para relajarnos, tenemos que levantarnos de la tumba sin reproches. No me extraña que haya nacido en fechas cercanas al Día de Muertos.

Si tuviera que pensar en el lugar perfecto para disuadir nuestro ego, sin duda, sería la Ciudad de México. En la inmensidad del desamparo y la cantidad de ciudadanos que luchan por su vida, los seres humanos podemos entender qué tan intrascendentes son nuestras cavilaciones, obsesiones o sentimientos. De la línea del metro que recorre de Taxqueña a Tacuba, cientos de personas ven pasar su vida en el subterráneo. El escritor debe ser un hombre observador y sensible con su entorno, por lo que, recorrer por horas la línea del metro por tan poco pesos, podría ser una de las mejores maneras de entrenar nuestra empatía social. En cada terminal, entran y huyen personas de toda clase y tipo que podemos inferir por la terminal en la que prosiguen con sus días. Ante la aglomeración de personas en el transporte público, la mayoría de las rostros miran hacia abajo con preocupación. Octavio Paz (1914 - 1998) en su célebre libro, El laberinto de la soledad sentenció de forma algo pretenciosa pero precisa a las personas de las grandes ciudades mexicanas: "las masas modernas son aglomeraciones de solitarios".

Sin embargo, las ciudades cosmopolitas permiten al hombre errante encontrar diferentes realidades con tan sólo adquirir un boleto. El metro sería una analogía muy similar al destino y las consecuencias de nuestras decisiones, que nos esperan en cada estación. Además, el usuario que utilice esta clase de transporte deberá informarse sobre el ritual que implica. Ya que, sobre las escaleras cientos de personas nos insultan con su desconfianza y otras se diferencian por su sapiencia para guardar sus pertenencias fuera del alcance de los desgraciados.

El comercio informal es uno de los destinos predilectos de las personas sin futuro que han solapado nuestros gobiernos corruptos aproximadamente desde los últimos treinta años. Una mordida es la cuota que nos pide la vida por seguir existiendo. Y cientos de personas, algunos con una mirada noble y resignada ofrecen las últimas novedades de la tranza por unos cuántos pesos. Algunos otros, la mayoría, los utiliza como pretexto perfecto como camuflaje en su labor de carteristas.

No soy la persona indicada para sobrevivir a la guerra. A pesar de ello, siempre llego a la terminal. Incluso, el sentimiento de desconfianza que me han dejado ciertas personas, he tenido que aprenderla ávidamente para no olvidarla ante mi inherente ingenuidad. Lamento la pérdida de inocencia. Es una pena todo lo que he aprendido.