Habitabilidad urbana

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Habitar es una palabra muy antigua, pero Habitabilidad es un principio derivado del nuevo urbanismo que alcanza la cima en la Nueva Agenda Urbana. Para los urbanistas de hoy, debiera ser un fin ligado a la sustentabilidad, competitividad y cohesión social; son tres conceptos fundidos en uno, cuya convergencia asegura su valor público, tal es la esencia de los proyectos inteligentes (smartcitys), también llamados territorios inteligentes.

Las metrópolis latinoamericanas -que interesan por representar nuestro hábitat-crecen ayunas de habitabilidad, pero ávidas de reproducir las causas y efectos de la ciudad inequitativa. Son territorios donde las élites gobernantes -mostrando falta de oficio o indiferencia, pero por lo general a contracorriente con su discurso social- niegan en los hechos la igualdad de oportunidades para el mayor número de personas. No se alcanza a comprender que generar condiciones de habitabilidad implica hacer del espacio público el ente organizador de funciones, operativas y socio culturales, cuyos sitios de interés -hitos urbanos- hagan la ciudad disfrutable, ante todo para a sus habitantes. Con ello, también se niega en la práctica que gobernar una urbe moderna requiera de un proyecto de ciudad. Y, sin embargo, tal es la principal brújula de los gobiernos de la ciudad. Sin ella y sin timón hay naufragio cantado.

Dado que Habitabilidad implica agregarle valor público a la ciudad; es tarea de gobernanza cumplir con el objetivo básico de hacer ciudad. Ello no ha de suceder si se mantiene la inercia de ideas, las metodologías anacrónicas, "el doble discurso de la planeación" y la consecuente dispersión pública de las acciones urbanas. Este reaccionario pensar la ciudad -si acaso es un pensar, y no un prejuicio-opera como barrera mental que frena las ideas innovadoras. Suman a la confusión algunos actores influyentes que creen que sólo hay proyectos inteligentes donde hay tecnología. Nada más obtuso. Los proyectos inteligentes requieren exclusivamente de materia gris. Sí, de inteligencia que haga más con menos, que maximice resultados y minimice costos y riesgos, siendo por ello que los proyectos urbanos trabajados como territorios inteligentes sorprenden por su minimalismo material y por el universalismo cultural que nos ofrecen.

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Los viejos esquemas urbanos, inspirados en la Carta de Atenas, aunque quizá trataron de hacer habitable la ciudad industrial, sólo lograron justificar los territorios de exclusión, de especulación y privilegio; ámbitos donde los poderes fácticos transgreden sin miramiento la línea entre lo público y privado. ¡Qué importa lo habitable! Si lo que importa es lo habilitable de sus inversiones privadas, al mínimo costo de adquisición y dispuestas a capitalizar las plusvalías urbanas. ¿Ejemplos? No cabrían en esta columna.

Hacer ciudad, igual que habitabilidad, es principio desprendido de Hábitat II y III, dirigido a generar tejido urbano donde se carece de él o regenerarlo donde las condiciones sean propicias.

La política urbana con enfoque metropolitano está para focalizar las áreas enfermas o en riesgo, y movilizar los medios a su alcance para trabajar el territorio con acciones urbanas transversales o convergentes. Ahora bien, cualquier estudiante de arquitectura, economía, geografía o urbanismo reconoce que la mayor parte de la ciudad se ha generado por medio de autoconstrucción, o fomento institucional de la vivienda social y que, por tanto, esa ciudad -ese territorio urbano inmenso- demanda políticas urbanas sostenidas, siendo ahí donde la redistribución inteligente de la obra pública puede resarcir los destejidos urbanos. Sí, religar la cohesión, empezar a ordenar lo caótico por medio de proyectos de espacio público en clave de habitabilidad.

Tareas pendientes del desarrollo urbano oficialista: resarcir al urbanismo su sentido incluyente; reflexionar si en verdad es posible Hacer ciudad sin hacer ciudadanía.

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