Lo metropolitano,lo desconocido

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La idea de que las metrópolis son ciudades grandes, o conglomerados de ellas, muy conectadas en lo socioeconómico, pero fracturadas en lo político, si no lo es del todo nueva en lo académico, lo es de total novedad en el ámbito del gobierno, interesado en ello por su afán -sincero o no- de generar gobernanza.

Pongamos, por ejemplo paradigmático, los estudios metropolitanos pioneros de El Colegio de México en 1976, a partir del libro el Desarrollo Urbano en México, cuyos autores fueron Luis Unikel, Gustavo Garza y Luis Chiappetto. De ahí, pasaron 20 años cuando menos en que por metrópoli se entendía a un conglomerado de municipios contiguos que compartían procesos conurbados, cuya mejor explicación era sociodemográfica, acompañada de comunes indicadores económicos.María Eugenia Negrete, Jaime Sobrino y Valentín Ibarra fueron exponentes sistemáticos.

Por su parte, la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco -aunque exploró el problema desde la fundación de su doctorado- abundó más sobre los problemas sociales urbanos y los costos del desarrollo metropolitano. En tanto, el Instituto de Geografía de la UNAM exploró sobre la cuestión megalopolitana desde los ochenta a través del análisis de redes. En los noventa se exploró el policentrismo urbano. Notables fueron los estudios de Daniel Hiernaux, inspirados quizá en el italiano Indovina o la norteamericana Elinor Ostrom.

A principios del siglo en Sedesol, desde la Dirección Nacional de Desarrollo Urbano, con Jesús Tamayo Sánchez a la cabeza, se prefiguró el concepto de ciudad multijurisdiccional.

Por su parte, los investigadores del CIDE -explorando líneas de investigación de gobernanza metropolitana- pudieron definir el hecho metropolitano básico, ya no enfocado o explicado por la multicausalidad indeterminada de actores en intercambio de cosas, sino identificando la existencia de externalidades provocadas por la interacción municipal, manteniendo como sustrato de política pública el principio de concurrencia, piedra de toque del desarrollo urbano, vale decir: la relación funcional de conglomerados municipales alterada por un proceso de urbanización en grado superlativo.

Desde entonces -se entiende-,los problemas metropolitanos no se resuelven con enfoque acumulativo o cuantitativo de problemas municipales: no son problemas metropolitanos la falta de calles vecinales, ni equipamientos domésticos del municipio; en cambio, lo son todos aquellos equipamientos e infraestructuras que las normas señalan de cobertura regional, o que generan relaciones municipales de vecindad.

Sólo cuando el proceso urbano exporta problemas y expectativas del suelo y agua sobre sus vecindades se generan procesos metropolitanos con la consecuente crisis de servicios municipales: agua, suelo, movilidad y espacio público de gran escala. Por cierto, la nueva ley, federal y estatal, reconoce este efecto.

Entonces, ¿por qué ha de haber desde los municipios alta resistencia al enfoque metropolitano? Puede tomarse como acción defensiva ante una idea nueva que torna anacrónica una manera de pensar los problemas urbanos de forma acumulativa, doctrinaria o empírica. Más posible sea que en lo metropolitano -bajo su halo pantanoso, o cortina de humo- subyace una mina de oro: el valor del suelo asociado con la localización y la calidad de las infraestructuras.

Hoy, en dichos territorios metropolitanos -estén o no signados por la pluralidad política o emerjan como gobiernos en bloque, como está el actual estado de cosas-, el tejido orgánico de intereses oscuros y transparentes tampoco duerme: en lo político, el recelo del 115 constitucional; y en lo económico, los poderes fácticos por supuesto. Ambas situaciones nos advierten que el tema metropolitano es y seguirá siendo ese "desconocido". Malas noticias para el asociacionismo municipal encumbrado en pedestal utópico…Buena nueva para el pensamiento urbano innovador, cuyo reto es tratar de vencer la adversidad, generando condiciones de coordinación metropolitana entre municipios y demás actores sociales.

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