Nueva Agenda Urbana: nueva cultura política local

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Los principios urbanísticos derivados de la Agenda 21, de Hábitat II, dirigidos a dar dirección a la política municipal, aún con toda la brillantez de su concepto, dejaron en la vida municipal de Puebla magros resultados.

Los dorados principios, pilares y objetivos de la Nueva Agenda Urbana acuñados por Hábitat III desde el 2016, ¿podrán calar mejor en la política municipal? Me temo que no. No, mientras las ideas derivadas de Hábitat I, II y III y los que vengan, carezcan de resonancia, es decir de política urbana explicita, que derive en acciones de planeación y gestión del territorio urbano.

Hay al respecto, mediaciones complejas con la realidad. La primera tiene que ver con las barreras mentales que mantienen a las autoridades de los municipios indiferentes a la Nueva Agenda Urbana, misma que daría pleno sentido a su accionar (previos diagnósticos desde luego). La segunda mediación apunta a los procesos técnicos que trata de la relación del personal político local con los urbanistas. Esta vinculación es muy difícil, incluso en los municipios metropolitanos, ya que nada asegura que los técnicos sean adalides francos de los principios de inclusión, equidad, habitabilidad y desarrollo regional sustentable.

La tercera mediación es definitiva, pues implica vincular en puntos clave del proceso de planeación a la ciudadanía. Este nivel de contingencia advierte que ésta -en estricto sentido- debe quedar inmune a la manipulación y la discrecionalidad, máxime cuando se definen estrategias, programas y proyectos urbanos, así como los criterios de evaluación de resultados y transparencia.

En una sociedad urbana signada por fuertes reminiscencias de neocorporativismo y fe en el paternalismo estatal, este proceso de interacción casi siempre se frustra.

En tal encrucijada hace falta contar con verdaderas representaciones de la sociedad civil. Pero ¿cómo son ellas y dónde están?

En primer término, ellas deben mostrar absoluta independencia económica de las estructuras de gobierno; en segundo, deben tener capacidad de influencia social y prestigio en defensa de derechos civiles y actitud propositiva en asuntos urbanos; y, en tercero, la demanda ciudadana que argumentan debe perfilarse con los principios de la Nueva Agenda Urbana y pasar a ser instrumentos -sean planes de desarrollo, de desarrollo urbano o sus atlas de riesgo-, en total congruencia con los indicadores de resiliencia urbana. Se colige entonces que hacer ciudad y hacer ciudadanía son análogos de la cuestión urbana.

Por demás, muy a menudo se tiende a generar clasificaciones detalladas de capital humano, social, territorial, ambiental, cultural, etc. A decir verdad, ninguno será tal, mientras la participación ciudadana carezca de autenticidad; observada, según lo antes dicho, en la trayectoria y programa de lucha ciudadana por hacer ciudad o lo que es lo mismo: generar las condiciones del derecho a la ciudad.

Algunas ciudades de la Sierra Norte de Puebla están mostrando gran sensibilidad al respecto. Zacapoaxtla, por ejemplo, ha sabido defender a ultranza su patrimonio urbano, edificado y ambiental. ¿Qué hay en el fondo de eso? Asociaciones civiles de nivel cultural y lucha consecuente, como Zacapoaxtla Histórica. Caso paradigmático lo es Teziutlán, con su larga lucha en defensa de los barrios antiguos de la ciudad, de la mejora de las condiciones de vida de los migrantes,en la defensa de espacios públicos y de la imagen urbana…He ahí entonces formas potenciales de hacer gobernanza urbana y metropolitana.

Formas de convergencia: cultura política, cultura urbana y Nueva Agenda Urbana en lugares valiosos de Puebla -fuera de nuestra capital, por cierto-. Lugares serranos que van abriendo grandes oportunidades de acción local orientadas con visión global.

Justo lo que aporta la Nueva Agenda Urbana.

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