¿Qué nos deben las políticas del Centro Histórico?

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Preguntas así se responden de diferentes maneras, dependiendo del horizonte de observación o de interés.

Durante décadas, interesó ir al recate del Centro Histórico, ¿de qué lo iban a rescatar? De su abandono. ¿Quién o quiénes lo abandonaban? Sus propietarios y la acción municipal, o ambos en concierto; lo abandonaban también las emergentes clases medias que, ya instaladas en la vida profesional, consideraron consecuente y necesario distanciarse de los centros de barrio y todo lo que evocara "centro". Aunque nada ingenuos, consolidaron sus negocios ahí.

Era entonces cuando se podían identificar interesantes formas de distribución de negocios entre las clases profesionales. Por ejemplo, los consultorios de los médicos preferían asentarse alrededor del mercado La Victoria, formando corredores de servicio que se prolongaban hasta San José, o hacia la estación de ferrocarril. Por su parte, los abogados, segundo gran gremio, se distribuían solos o en grupo entre las calles más comerciales: en paralelo a la Avenida Reforma, ello incluía a los notarios. Los ingenieros eran más "democráticos" y se distribuían por los diversos barrios de la ciudad, aunque luego también emprendieron viaje hacia las colonias nuevas y cercanas como Bella Vista, o no tan cercanas como Bugambilias (no había más ingenieros que los civiles y los químicos).

La ciudad, geográficamente compacta, apenas alcanzaba 250 mil habitantes, y era en verdad muy activa. Sus barrios laboriosos mantenían mucha presencia artesanal, algunas de las cuales les venía del fondo de su historia, es decir, asociada con los mismos orígenes de la ciudad.

A decir verdad, si en algún momento de su vida la ciudad fue sagrada y profana a la vez fue justamente a mediados del siglo XX…

En la década de los sesenta los cachorros de la revolución se hicieron leones. La estructura social cambió y con ella la misma esencia de los espacios históricos que el espíritu revolucionario inicial veía como reaccionarios...

Como eso era insostenible, en menos de una década el espíritu universitario se insufló del espíritu de viejas y nuevas formas de lucha y adoptó como suya la defensa del patrimonio cultural de Puebla, lo que aún sostiene con variado ímpetu. Después de 1975, continuó el abandono en oleadas del Centro Histórico, esa vez de sus únicos y fieles habitantes de barrio: la clase obrera.

Ahora bien, regresemos a la pregunta de inicio. ¿Qué nos deben las políticas del Centro Histórico? Por una parte: congruencia; por otra, consistencia; en suma: sostenibilidad…, que sólo es posible si hay amplitud de miras y cierto rigor.

Durante la última década del siglo XX el Centro Histórico, reconocido apenas un lustro atrás como Patrimonio de la Humanidad, fue mutilado en sus barrios, duro golpe de muerte para algunos territorios de gran tradición que no alcanzaron a reponerse del agravio. Asimismo, instituciones que surgieron con el nombramiento (Consejo del Centro Histórico) fueron aminoradas o disueltas. La resistencia ciudadana hizo lo que pudo. El emergente gobierno municipal de entonces, y de hecho su tendencia anti-PRI en toda la zona conurbada, pudo considerarse una respuesta civil a la idea de modernidad urbana impuesta a ultranza sobre la ciudad. De entonces a la fecha, no hubo política municipal o estatal que no hiciera referencia, real o formal, al patrimonio cultural del Centro Histórico. Pero en verdad ¿había políticas? Y si las había ¿eran profundas o superficiales? Por supuesto, esa reconstrucción de hechos les corresponde a los historiadores urbanos que seguro darán buen testimonio. Nosotros mantenemos la idea de que lo que nos deben las políticas del Centro Histórico es profundizar en la agenda de gobierno, su carácter local de políticas públicas.

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