Miércoles 17 de Julio de 2019 |
POR JOSÉ LUIS PANIAGUA Menos de tres años después de firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno egipcio de Abdelfatah al Sisi ha hecho duros ajustes eliminando gran parte de los subsidios a combustibles y electricidad para ordenar su economía, pero algunos se preguntan qué hará ahora con ella. Muy pocos gobiernos pueden permitirse el lujo de recortar un 100 por ciento los subsidios a los combustibles en tres años, o subir los precios de la electricidad a un ritmo del 30 por ciento anual, sin que eso haga que se tambaleen políticamente. Es el caso de Egipto. La revolución de 2011 llevó a un periodo de inestabilidad política que desembocó en un golpe de Estado en 2013, encabezado por Al Sisi. El exmariscal ha llevado adelante en los últimos años una dura represión contra críticos y disidentes, según Organizaciones No Gubernamentales como Human Rights Watch, que no han vacilado en calificar a Egipto como "una cárcel al aire libre". Con este panorama, cuando en 2016 el gobierno de Al Sisi firmó con el FMI un acuerdo de Servicio Ampliado del Fondo (EFF, en inglés), por el que recibió 12 mil millones de dólares y que implicaba duros ajustes en servicios básicos, nadie esperaba que aparecieran las protestas en las calles. Y efectivamente, no las hubo. El acuerdo, que entró en vigor tras una devaluación de la libra de 50 por ciento en noviembre de 2016, buscaba que Egipto redujera su déficit al 5.5 por ciento y la deuda al 88 por ciento, en el ejercicio 2018-2019. Para ello estableció la eliminación de subsidios y del control del precio de la divisa egipcia, aunque previó un mecanismo de actualización de precios y más dinero para la entrega directa a sectores vulnerables de la sociedad. El objetivo era liberar capacidad de gasto para el gobierno, que aseguró que así podría invertir en grupos sociales vulnerables, educación y salud. Por lo pronto, el FMI ha celebrado que la inflación haya caído del 33 por ciento a principios de 2017, al 12 por ciento al concluir 2018, y las buenas perspectivas que se abren para la economía egipcia. "La situación permitió al gobierno tomar medidas impopulares; ahora la cuestión es lo que va a conseguir con ellas," indicó Amr Adly, profesor de la Universidad Americana de El Cairo. En su opinión, "económicamente Egipto está estabilizado en términos de indicadores macroeconómicos, el déficit presupuestario se ha reducido significativamente y han presentado un superávit primario este año". El presupuesto aprobado hace unos días para el año fiscal 2019-2020 (de julio a junio) prevé un aumento del PIB del 6 por ciento, una meta de inflación del 10.5 por ciento y una reducción del déficit hasta el 7.2 por ciento, frente al 8.4 por ciento de 2017-2018; así como un superávit primario (ingresos contra gastos) del 2 por ciento. Sólo en el desembolso para subsidios de derivados del petróleo, el gobierno ahorrará un 42 por ciento de lo que gastó el último año en ese renglón, más de 2 mil millones de dólares. La deuda, a la alza por el aumento de compromisos en los últimos tres años, se coloca en 89 por ciento, con un pronóstico de 80 por ciento para dentro de dos ejercicios. Ésa es para Adly la mayor duda, ya que el endeudamiento externo se ha casi duplicado entre 2016 y 2019 y se encuentra en torno a los 96 mil millones dólares en la actualidad, aunque el economista no cree que la situación sea "tan peligrosa como podría ser en casos similares". "Estas medidas te ayudan a estabilizar la parte financiera de la economía, pero la cuestión es el modelo de economía que necesitas y qué es lo que vamos a hacer con nuestro sector productivo," insistió. Para el profesor Ahmed el Shafy, del Delta Research Center, las medidas han sido adecuadas para lo que necesita el país, y "ayudarán a dar las señales adecuadas" tanto para atraer la inversión privada como para racionalizar el gasto de energía. En su opinión, tras la toma de estas medidas y de la inversión que ha venido haciendo el gobierno en infraestructura, llega una segunda fase en la que la tendencia debería dar espacio al sector privado, en una economía con protagonismo de las empresas militares y estatales. El Shafy cree que el problema ahora está relacionado con el contexto internacional para Egipto, porque "lleva tiempo atraer al sector privado a áreas importantes de la economía". "El tema es: ¿tenemos el tiempo o no?, ¿el entorno internacional nos ayudará en esto o no?", indicó.
* Analista internacional |