Divorcio y separación

Las cifras hablan por sí solas; una de cada tres parejas se divorcian

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Las cifras hablan por sí solas; una de cada tres parejas se divorcian, y este porcentaje aumenta a una de cada dos parejas en las grandes ciudades. Además, deberíamos añadir las separaciones de las parejas de hecho, muy difíciles de controlar, pero de las que sabemos que son incluso más frecuentes que los divorcios. Esto implica un número cada vez mayor de niños que viven en una familia “monoparental”.

El dolor de la separación, los efectos de la ausencia del padre o de la madre, las familias recompuestas… Sólo con el aspecto psicológico de estas cuestiones podría escribir un libro entero. Sin embargo, me contentaré con recordar algunos puntos importantes que habría que tener siempre en cuenta cuando se plantea o se está viviendo una separación. Es importante recordar que, en la mayoría de divorcios que se dan después de cinco o diez años de matrimonio, los niños que se “reparten” suelen tener entre 6 y 3 años.

No existe una buena separación

Separarse cuando se había hecho el proyecto o la promesa de pasar toda la vida juntos, es siempre un fracaso. Pero cuando hay niños de por medio, entonces es un verdadero drama, y no se debe subestimar este hecho. No existe una buena separación a los ojos de los niños, aunque hay algunas menos traumatizantes que otras, cuando el respeto mutuo gobierna las relaciones de cada padre con su cónyuge y con sus hijos. En cierto sentido, son las peleas y las discusiones constantes las que más daño hacen al niño, ya que sin un ambiente acogedor en el hogar no se puede llegar a sentir seguro. De la misma manera, a veces, si no se ve ninguna otra solución, vale más separarse que obligar al niño a vivir en el epicentro de tensiones permanentes. Puede incluso suceder que el niño se sienta aliviado al repartirse entre dos casas, en la medida en la que cada una de ellas es un lugar acogedor y apacible, mientras que el hogar común se había vuelto insoportable.

Incluso en los casos en que los adultos son capaces de llevar a cabo una separación sin obligar a los niños a llevar el peso de sus diferencias, es normal que el pequeño manifieste su sufrimiento de una forma u otra, y hay que estar preparado para ayudarle o hacer que le ayuden. La manera en la que el niño vivirá esta preocupación y esta inseguridad dependerá de la situación, de cómo sus padres le hagan vivir esta separación y de sí mismo: su edad, su carácter, su sensibilidad, etc. A los cuatro años, sin embargo, las reacciones más frecuentes son las pataletas, la introversión, la regresión a una etapa anterior de su desarrollo, los problemas de sueño, las dificultades alimentarias o escolares y las enfermedades psicosomáticas.

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