Portugal, a un mes de las elecciones: la geringonça en juego y el aviso español

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Invitada


Septiembre 09, 2019

POR CYNTHIA DE BENITO

A un mes de las elecciones en Portugal, la certeza de que ganarán los socialistas, pero sin mayoría, ha dejado como única duda si se repetirá la alianza de izquierdas, conocida como geringonça, o si los deseos de los socios por dar un paso más y formar una coalición acabarán en un bloqueo “a la española”.

Con todos los sondeos augurando desde hace más de un año la victoria del Partido Socialista, con António Costa al frente, no hay debate en el país sobre quién se la juega antes del 6 de octubre, sino qué pasará a partir del día 7.

Y es que la victoria del actual primer ministro se antoja agridulce, pues no llegará a la mayoría absoluta, con una proyección de voto que ronda 40 por ciento. Casi, pero no.

Las subidas de pensiones y salario mínimo y la reversión de medidas austeras durante esta legislatura no han convencido del todo a los portugueses, escarmentados tras la última mayoría absoluta, concedida en 2005 al socialista José Sócrates, quien pidió el rescate económico seis años después.

“No tengo ninguna duda de que a los portugueses no les gustan las mayorías absolutas y tienen un mal recuerdo de ellas, tanto las del PSD (Partido Social Demócrata, centroderecha) como las del Partido Socialista,” ha dicho el propio Costa en una entrevista reciente.

Renunciando a pedir lo que sabe que el electorado no le dará, y con la oposición conservadora del PSD hundida —se prevé que se desplome y obtenga apenas el 20 por ciento de los votos—, el primer ministro ha pasado al ataque contra sus socios parlamentarios de izquierda, el Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PCP).

El objetivo, mal disimulado, es evitar que suban demasiado y pidan llevar su alianza, por el momento meramente parlamentaria y basada en apoyos programáticos, a otro nivel: un Gobierno de coalición.

Las últimas encuestas revelan que ese pragmatismo exhibido en la legislatura ha beneficiado al Bloco, que ha remontado en los últimos meses y lograría el 10 por ciento de los votos, mientras que el PCP, en alianza con los Verdes, se quedaría en el 6 por ciento.

Y Costa, consciente de que pueden pedir ahora más que hace cuatro años, ha vuelto a recurrir esta semana a su metáfora favorita, para rechazar un Ejecutivo con ministros bloquistas y comunistas: “es mejor no estropear una buena amistad con un mal matrimonio”.

Apelando a la “estabilidad”, ha sostenido que, si su gobierno hubiese sido de coalición, “muchas decisiones no podrían haber sido aceptadas por el PCP y el Bloco”.

“Cómo habríamos gestionado la deuda pública,” se ha preguntado el primer ministro, especialmente orgulloso de su política económica y financiera, que ha conseguido el aplauso en Bruselas y ha llevado a su ministro de Finanzas, Mário Centeno, a presidir el Eurogrupo. No, ha agregado, un gobierno de coalición sería “muy inestable”.

En su argumentación, ha llegado a comparar al Bloco con el partido español Podemos, y a agitar el fantasma de un bloqueo político similar al que se vive en España, donde las diferencias sobre la fórmula de gobierno han encallado la investidura como presidente del gobierno del socialista Pedro Sánchez.

“Tenemos que evitar una situación de impasse a la española, con un Partido Socialista débil y un Podemos fuerte,” ha subrayado.

Y en esta línea, la líder de los bloquistas, Catarina Martins, responde dudando de que Costa vaya a gobernar de la misma forma en que lo ha hecho si tiene mayoría absoluta, y defiende la necesidad de un Bloco fuerte, para presionar en reformas sobre la legislación laboral.

Mientras esta discusión fluye, la derecha está desaparecida. El PSD, lidereado por Rui Rio, afronta la posibilidad de cosechar un mal resultado histórico, y el CDS-PP, el partido más a la derecha del Parlamento, tiene una expectativa de voto de 4.9 por ciento.

Las curiosidades del 6 de octubre próximo, más allá de develar el poder con el que contará cada miembro de la geringonça, incluyen al animalista PAN, un partido con hasta ahora sólo un diputado en el Parlamento y que puede escalar hasta superar incluso a comunistas y verdes.

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