Joel Rendón, grabador mestizo

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Invitado


Abril 08, 2020

Joel Rendón

Joel Rendón, grabador mestizo - mixteco, nació en el Estado de Puebla en 1967. En su juventud, incursionó en distintas carreras como música en el Conservatorio Nacional, etnología en el I.N.A.H., diseño en el Instituto Nacional de Bellas Artes, así como cine en la Casa del Lago y hasta llegó a tropezar en la contaduría pública. No sería hasta el año 1986 cuando los conocimientos adquiridos y la sonoridad de sus pensamientos encontrarían una estampa al minuto en la Academia de San Carlos para egresar de la licenciatura en Artes Visuales de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M.), al mismo tiempo que cursaría estudios en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado para completar su formación académica y emprender su visión del cosmos a través del arte.

Sus raíces indígenas le demostraron al mundo y a él que la cultura originaria mexicana era la fuente de inspiración propicia para su magia. Su producción artística ha llevado su nombre y el de nuestro país a exposiciones alrededor del mundo y más allá de nuestras fronteras donde con la convicción de rescatar la identidad de los pueblos indígenas en México, ha logrado posicionar su grabado en múltiples materiales, cada vez más complejos, que la modernidad tan criticada y envolvente ha puesto a su disposición para no enmudecer a una voz visual tan apasionante y propositiva.

El mundo occidental ha pretendido distraer las memorias del olvido, pero no ha logrado que en nuestro país todavía existan artísticas que busquen darle voz a un sector que históricamente ha sido olvidado y menospreciado por nuestra cultura colonizada. La responsabilidad social en estos tiempos ya no es sólo un valor añadido al arte gráfico y visual en el mundo; es una necesidad intrínseca al quehacer creativo y a su devenir en el siglo XXI. Rendón, no únicamente rescata en sus movimientos la exuberancia originaria y la belleza de sus rasgos sino también comprende al indígena y lo dota de humanidad. Le permite alcanzar su erótica, sus sentires, sus pensares, su imaginación a la hora del coito donde la respiración vive y la explicación del mundo trascurre en las pupilas dilatadas.

La belleza no es sólo la que los medios de comunicación han intentado difundir en la idiosincrasia mexicana, también existen otras conceptualizaciones: el brillo que deja el Sol en las pieles morenas del mundo mesoamericano y las culturas que todavía conservamos; las arrugas que la sabiduría deja como pequeños caminos dispersos en el rostro de los ancianos defensores de sus costumbres, así como su manera comunal de entender el mundo.

Para intentar comprender la erótica náhuatl, habría que empezar por distanciarse de la erótica clásica, pues la relación que está cultura tenía con el cuerpo es muy distinta a la de occidente. Pero no sólo es la relación corporal, toda la episteme náhuatl es distinta. Los modos de ver y mirar son otros. Y otras son los roces y los gestos. Y lo más acuciante, el entendido del cuerpo estaba estrechamente entretejido con las fuerzas naturales: sol, ríos, montañas. Esto es fundamental al momento de intentar abordar la erótica náhuatl, ya que, nos interpela a considerar el acto erótico como potencia de vida enraizada y territorializada. Otros autores han tratado de vincular esto con la estética, señalando otra categorización, contrastando así la estética "europea" de la estética "originaria". Rendón busca atender visualmente la armonía de los pueblos originarios desde un horizonte multinaturalista. Pero también, pone en debate otra situación: celebra las supuestas imperfecciones, señalando que es ahí, en ese rostro ajado, que nace una estética. La belleza vinculada a la vida. A la vida vivida en todo su esplendor doloroso. Ahora bien, está concatenación de conceptos entre la estética y la erótica, no pueden escindirse, ambas corren juntas, no como reflejo, sino como materialidad viva. Obsérvese el material pictográfico náhuatl y se entenderá esta relación: cuerpos celebrantes en toda su riqueza material.

Rendón práctica su arte como los pueblos originarios: con las bondades de la tierra. Plasma materia viva que se descompone con él. Vida y obra unidas y cimentadas en una extensa producción de la que se tiene fortuna de contar en el MUTEC, donde podremos observar máscaras eróticas al estilo teotihuacano en el que los dioses indígenas penetran a mujeres danzantes y cuerpos enigmáticos de impulsos vitales. Los registros los encontrarán en esta colección pictográfica, profunda y dotada de un talento en el grabado sin igual. Rendón presume que no descansará hasta rivalizar con la cantidad de producción que su homólogo, José Guadalupe Posada, dejó en cantidad de múltiples dígitos.

 

 

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