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Besos con la mirada

El hombre nunca desaparece, más bien, se reinventa, resurge en uno distinto.

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¡Qué tiempos aquellos en los que se podía practicar el beso! Esos días se ven tan lejanos. Tal parece que ahora sólo se les puede imaginar. Pero, momento, qué está pasando:

Un hombre, vestido con gruesa capa de ajedrez y oro, atrapa con sus manos viriles, el rostro de una mujer radiante, arrebolada, quien no se resiste y, al mismo tiempo, con la inquietud revelada en los limitados movimientos de su hombro, mano y pies desnudos, crece en ambos una tensión irrefrenable.

La mujer hincada, con los ojos cerrados, y el hombre de pie se coronan de olivos y flores cuando se produce el gesto de El Beso; su cama que es jardín y abismo, flota unida a los amantes en el medio de un extraordinario fondo de oro.

Es en El Beso, famosa obra pictórica, donde su autor Gustav Klimt, nos muestra cómo con un ademán, se puede participar de esta caricia dada con la boca, con la que dos comparten su intimidad, amor, pensamientos.

¿De qué se es capaz a cambio de un beso? Gustavo Adolfo Bécquer, en su famosa Rima XXIII, responde:

“(…)Por una mirada, un mundo;

Por una sonrisa, un cielo;

Por un beso…yo no sé

Qué te diera por un beso.(…)”

Tal vez el poeta diera su alma entera; lo que se supone posible, por lo menos, durante el instante en que las almas fundidas se acercan al paraíso.

A veces se es demasiado serio y se obedecen todas las reglas, por ejemplo, las de la pandemia (guarde su distancia; la más sana posible es de metro y medio entre persona y persona); y en otras, asegurando que en el beso va implícito el amor y la fuerza para la batalla, todos aprovechan y se dan a la fuga.

«(…) amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan alas

en las espaldas del esclavo, (…)»

fragmento de Piedra de Sol, de Octavio Paz.

 

Hay muchos tipos de besos, la poetisa Gabriela Mistral nos regala una colección de ellos:

“(…) Hay besos que parecen azucenas

por sublimes, ingenuos y puros,

hay besos traicioneros y cobardes,

hay besos maldecidos y perjuros. (…)”

fragmento de Beso.


Con el beso se comunica lo que con la palabra se calla, pero también se seduce y engaña.

Sin embargo, a estas alturas de la vida, no interesa en cuántos de estos se haya participado (piénselo, no minimice ninguno); el que importa, es aquel que requiere para su consecución de toda la imaginación y creatividad posible.

Sí, estamos ante ese contacto que no se produce con los labios, sino mediante otros sentidos.

“(…) Hay besos que pronuncian por sí solos

la sentencia de amor condenatoria,

hay besos que se dan con la mirada

hay besos que se dan con la memoria. (…)”

fragmento de Beso, de Gabriela Mistral.

 

Mistral afirma que con la mirada es posible entrar en relación con otro ser, compartir sensaciones e inteligencias, abrir una comunicación intensa y perfecta, que lleven al recuerdo y al olvido de situaciones, creando de este modo una nueva historia.

Gustavo Adolfo Bécquer, en su Rima XX, sostuvo:

 

“Sabe, si alguna vez tus labios rojos

quema invisible atmósfera abrasada,

que el alma que hablar puede con los ojos,

también puede besar con la mirada.”

Es indudable que a través de los ojos se percibe el alma, las intenciones se transparentan y se puede distinguir el mundo del otro: con lo que se ilumina la vida entera. Como diría Mistral, se besa con la memoria.

De este modo, se trata de una puerta que transmite el sentimiento y significado profundo de tocar y ser tocado, produciendo vibraciones y emociones como las del provocativo halago que nace de dos bocas.

Es momento pues de practicar «los besos que se dan con la mirada». Hágalo sin temor ni dudas; después de todo, siempre podrá acudir a la frase de Chavela Vargas:

“(…) Lo que quieras de mí te lo doy

Pero no te devuelvo tus besos (…)”.

(de la letra de la canción No Volveré, de Manuel Esperón y Ernesto Cortázar).

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