Estamos a punto de comenzar el siguiente periodo ordinario de la LXIV Legislatura en el Congreso de la Unión; será el próximo martes 1 de septiembre cuando la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados den paso a la renovación de sus respectivas Mesas Directivas, lo que particularmente en esta última, se ha convertido ya en un conflicto mediático entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido del Trabajo (PT). Mientras que, en el caso de la Cámara de Senadores, la tensión entre los propios legisladores de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y la bancada del Partido Acción Nacional (PAN) se da otra pelea. Con estos cambios en el Congreso, se cierra el periodo en el que dos mujeres habrían presidido las Cámaras del Congreso de la Unión, Laura Rojas y Mónica Fernández, quienes por primera vez en nuestra historia política representaron al Poder Legislativo en ambas Cámaras.

De lo anterior, me gustaría destacar lo que pasa en la renovación de la Mesa Directiva en San Lázaro, ya que esta disputa entre PT y PRI, está sucediendo algo que no es nuevo en nuestro sistema político, pero que en tiempos de la Cuarta Transformación se consideraría impensable, si se apuesta a la representación política democrática. Desde el inicio de esta Legislatura, como lo establece la ley, se acordó entre los partidos políticos que toda vez que ninguna fuerza política tenía la mayoría, esta se rotaría cada año, en función del número de Diputados que tuviera cada uno de ellos; en lo que estuvieron de acuerdo los Coordinadores Parlamentarios. De este modo, el primer año sería para MORENA, el segundo fue para el PAN y este próximo correspondería el PRI; sin embargo, de pronto, numerosos legisladores cambiaron de bancada y se integraron al PT. Partido que comenzó con 19 diputados y ya va casi en los 50, registrando un total de 47; de tal suerte que ha rebasado el número de diputados federales del PRI y se ha convertido en la tercera fuerza política en San Lázaro. Lo que difícilmente se puede interpretar como una enorme capacidad de convencimiento de dicho partido, o bien, una convicción o congruencia ideológica que de pronto desarrollaron los congresistas. Más bien, esta estrategia política se puede vislumbrar como una tercera fuerza política artificial, constituida para acompañar al partido dominante en el gobierno. Si bien, para elegir al Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, se necesita de dos terceras partes del total de legisladores; así que no todo está dicho, pero ya se anticipa una disputa política para el inicio de esta semana.

Los primeros movimientos en San Lázaro se dieron desde el comienzo de esta Legislatura, de tal forma que MORENA pudiera lograr la mayoría absoluta y quedarse con la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) por los tres años. Debemos recordar que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) cedió cinco de sus 16 legisladores, alcanzando las 252 curules que necesitaba el partido político en el poder; sin embargo, aumentaron los cambios y se modificó la composición de la Cámara.

Este periodo de la Legislatura es particularmente importante porque puede estar en riesgo la construcción de mayorías para aprobar reformas constitucionales y la propia gobernabilidad en el país, en medio de una pandemia. Entre los grandes retos para el Congreso destacan la definición del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2021 y la reelección a la que habrán de someterse las y los legisladores el próximo año. Sin olvidar que los últimos años del sexenio serán claves si es que los ciudadanos deciden que transcurran bajo un gobierno dividido y no unificado. Veamos cómo inicia este próximo periodo, pero, de entrada, les advierto estimados lectores, que no es una buena señal que, bajo prácticas y actitudes políticas del pasado, se logre consolidar un cambio político que pretende despegarse de lo que tanto critica.

Profesora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno y de la Iniciativa de Transparencia y Anticorrupción del Tecnológico de Monterrey

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