Detrás de la pandemia
El miedo a una enfermedad ocupa nuestro entendimiento, aun cuando la persona no se mantenga en aislamiento, es un tema que se encuentra en cada esquina.
“No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo.” - Giacomo Leopardi
El miedo es una respuesta normal provocada por algo que nos hace sentir incertidumbre, es una sensación que se presenta ante situaciones desconocidas, de cambio o de crisis, que pueden ser reales o imaginarias, como cuando tenemos miedo a las sombras o a la llorona. Podemos tener miedo a algo que no está ahí pero que sentimos como si lo estuviera, el miedo es real, el motivo no. Cuando tenemos miedo, el cuerpo se pone en alerta para prepararnos para huir o enfrentarnos. El corazón bombea más sangre y los pulmones envían más oxígeno, aumenta la adrenalina y el estómago se cierra. El miedo paraliza y trastorna el cuerpo. Y, cuando pasa aquello que nos alteró, el cuerpo se restablece. El miedo es útil, nos ha permitido, como especie, mantenernos en estado de alerta ante los peligros para permitirnos huir y sobrevivir. Pero ¿qué ocurre cuando el miedo es persistente? Cuando los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean con información constante, a veces contradictoria, a veces exagerada sobre un posible contagio o sobre la soledad de estar enfermo, entonces la mente se llena de pensamientos. El miedo a una enfermedad ocupa nuestro entendimiento, aun cuando la persona no se mantenga en aislamiento, es un tema que se encuentra en cada esquina, en cada conversación, se respira en el ambiente. Es normal que las personas experimenten este sentimiento ante el contexto de la pandemia por COVID-19. Lo que no es normal es que esto sea una constante. El aislamiento y la soledad nos agobian, pero aún sin ellos, el miedo a la enfermedad podría provocar muchos problemas. Según la revista Ciencia UNAM, estar aislados contribuye a sufrir efectos psicológicos negativos, sobre toco cuando hay sedentarismo y soledad que podrían provocar problemas de salud mental, como estrés crónico, insomnio, ataques de ansiedad, pérdida de confianza, sentimiento de vulnerabilidad, depresión, entre otros. A esto se suman el temor por contraer el virus, por ir a parar a un hospital, por quedar aislado, se suma también la percepción de la situación en general, percibiendo el mundo como un lugar inseguro y sin sentido. La realidad es que ha cambiado la forma como nos relacionamos y es importante tener claro que esto requiere de un proceso de adaptación a las nuevas condiciones, así que primero debemos mantener una mente flexible y abierta para aceptar las nuevas circunstancias sin resistencia. La resistencia sólo podría agravar el problema. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos recomienda que hagamos una dieta de información, que seleccionemos sólo aquella que es fiable. Es importante conservar ritmos de trabajo y de actividades lo más parecidos a los que estábamos acostumbrados. La convivencia es necesaria, somos seres sociales y el contacto con otros es importante. Esta se debe realizar en espacios libres de riesgo, manteniendo las recomendaciones necesarias para evitar contacto con otras personas, sin permanecer aislado totalmente. Se puede aprovechar la tecnología para crear ámbitos de convivencia a distancia. Para no aislarnos más, hay que controlar el tiempo en pantalla, sobre todo tener cuidado con los videojuegos. Trata de mantener cierto dinamismo en lo que realizas, con actividades variadas que mantengan tu mente ocupada. Un ejemplo podría ser, realizar actividades voluntarias, apoyando a otros con una llamada. Sobre todo, muévete, es posible hacerlo aún en espacios reducidos, aprovechar las escaleras, el patio, para mantener cierta actividad. Esto mantiene a la mente ocupada y al cuerpo saludable. A mayor salud, el riesgo de gravedad en el contagio se disminuye. Come lo mejor posible y, si quieres apoyar a la economía local, procura comprar a tus vecinos, a los negocios de tu colonia, de tu ciudad y de tu estado. Seamos solidarios. Se consciente que tus acciones afectan a otros, todos dependemos de cuidarnos mutuamente. En algunos lugares los vecinos se organizan para evitar salidas innecesarias, cuando uno va a comprar algo, puede hacerlo también para otros que lo necesiten. Concentra tu atención en los pensamientos positivos, especialmente el agradecimiento por aquellas cosas que sí tienes. Cuanto más nos enfocamos en ellos, mejor nos sentimos. Peor que la enfermedad, es el miedo a enfermarse. Debemos adoptar estrategias de autocuidado, estrategias para mantener la actividad que sea más necesaria, con la mayor seguridad posible y tratando de evitar los riesgos. Cuanto antes nos adaptemos a ellas, con una mente positiva, con buena actitud y apertura, evitaremos el pánico y la obsesión. Tomemos el control de nosotros mismos.
Adriana Amozurrutia Elizalde Profesora de Cátedra del Tecnológico de Monterrey en Puebla
La opinión expresada en este artículo es responsabilidad del autor y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey. |
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