Gepeto el padre perfecto de Pinocho

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Tema universal, el Padre, con mayúscula porque se trata del creador de todas las cosas, incluso del tiempo. Sin embargo, desde un punto de vista más terrenal y con minúsculas, deberíamos preguntarnos, ¿quién es el padre perfecto? ¿si existe, dónde se le puede hallar?

 

Es difícil pretender una respuesta porque, generalmente, tardamos en valorar a la figura paterna; menos mal que, frecuentemente, ese no es problema, cuando se trata de la madre.

 

Para Carlo Collodi, —autor de “Las aventuras de Pinocho”—, el padre perfecto es el ser capaz de ir hasta el fin del mundo por un hijo.

 

No obstante, tampoco es fácil encontrar “el fin del mundo”, puesto que su significado varía de persona a persona.

Por ejemplo, para Gepeto, padre de Pinocho, supone lanzarse por caminos intransitables, recorrer pueblos y bosques repletos de seres malvados y perversos; encargados de raptar a los niños tiernos y dulces, y dedicarlos a cosas horrorosas.

 

Pinocho abandona la escuela, persuadido por la seductora propuesta de la Zorra y el Gato, consistente en hacerse fácilmente de una gran fortuna, sin trabajar, ni estudiar.

 

En lugar de la prometida fortuna, sufre de acoso, de robo, de la muerte de su querida amiga—la niña del cabello azul—; y finalmente, desesperado, piensa en su padre. En ese momento, una paloma le informa:

 

 

 

—Hace tres días que le dejé en la playa, a la orilla del mar…

…—Estaba construyendo una barquilla para atravesar el Océano. Hace más de cuatro meses que el pobre viejo anda errante por el mundo en busca tuyo; y como no ha podido encontrarte todavía, se le ha metido entre ceja y ceja ir a buscarte a los lejanos países del Nuevo Mundo…

 

 

 

Aunque el común de los mortales conceptúa al hijo de Gepeto, como un chico llamativo, más por su comportamiento que por su apariencia; para este humilde carpintero, su pequeño, simplemente, tiene una naturaleza, única. Por eso, una vez que Pinocho aprende a caminar:

 

 

 

…corría a saltos como una liebre, haciendo sus pies de madera más ruido en el empedrado de la calle que veinte pares de zuecos de aldeanos.

—¡Atrápenlo, atrápenlo! —gritaba Gepeto; pero las personas que en aquel momento andaban por la calle, al ver aquel muñeco de madera corriendo a todo correr, se paraban a contemplarle encantadas de admiración, y reían, reían, reían como ya te puedes imaginar. ….

…. Entonces le agarró por el cuello, y mientras lo llevaba de este modo, le decía mirándole furioso:

—¡Vamos a casa! ¡Ya te cobraré allí las cuentas!

Al oír estas palabras se tiró Pinocho al suelo y se negó a seguir andando. Mientras tanto iba formándose alrededor un grupo de curiosos y de papanatas…

…—¡Pobre muñeco! —decían unos—. Tiene razón en no querer ir a su casa. ¡Quién sabe lo que hará con él ese bárbaro de Gepeto! …

 

 

 

A Pinocho no le incomodan los desconocidos que observan sus pataletas y juzgan de manera infundada a su padre; empero, aprovecha las circunstancias para eludir la reprimenda bien ganada ¿Usted, alguna vez, ha visto algo similar?

 

Por su parte, Gepeto acepta a su hijo tal y como es; de cuando en cuando, enfadoso, tierno, egoísta, amable, vano y racional. También asume esculpirlo hasta que adquiera la forma perfecta, la forma humana.

 

En realidad, en esta novela de ficción, escrita en 1880, por Carlo Lorenzo Filippo Giovani Lorenzini, mejor conocido como Carlo Collodi, lo único que responde al ámbito de lo idealizado, es el amor imperfecto que el padre siente por el hijo; muñeco que llora y ambiciona felicidad, en el ensueño y pesadilla del ambiente que le rodea.

 

Porque si el lector (Usted también) considera a Pinocho como un niño caprichoso, berrinchudo, que hace quedar mal a su padre, demostrando una falta absoluta de respeto y consideración, entonces, parte de la magia de Collodi ha hecho sus efectos.

 

Gepeto es un hombre pobre; mas, rico porque tiene un gran sentido de la vida y desea recorrer el orbe, con el compañero que ha intuido.

 

Por este motivo, va en busca de un madero con su amigo, el maese Cereza, quien aprovecha la oportunidad y se deshace de uno, muy fastidioso; ya que se queja, hace ruidos, se mueve, etcétera.

Gepeto lo acoge con mucha alegría. Inmediatamente lo nombra, Pinocho. Enseguida:

 

 

 

comenzó a trabajar de firme, haciéndole primero los cabellos, después la frente y luego los ojos.

Ya se imaginarán su maravilla cuando hechos los ojos, advirtió que se movían y que le miraban fijamente.

Gepeto, viéndose observado por aquel par de ojos de madera, sintiéndose casi molesto, dijo con acento resentido:

—Ojitos de madera, ¿por qué me miran?

Nadie contestó. …

Después de la nariz hizo la boca.

No había terminado de construir la boca cuando de súbito ésta empezó a reírse y a burlarse de él.

—¡Deja de reír!—dijo Gepeto enfadado; pero fue como si se lo hubiera dicho a la pared.

—¡Para de reír, te repito! —gritó con amenazadora voz.

Entonces la boca paró de reír, pero le sacó toda la lengua…

…después de la boca, le hizo la barba; luego el cuello, la espalda, la barriguita, los brazos y las manos.

Recién acabadas las manos, Gepeto sintió que le quitaban la peluca de la cabeza. Levantó la vista y, ¿qué es lo que vio? Vio su peluca amarilla en manos del muñeco.

—¡Pinocho!... ¡Devuélveme en seguida mi peluca!...

 

 

 

¿Por qué Gepeto no se asusta de tener entre sus manos, una madera que, conforme la talla, crece en movimientos, comunicación y burlas? Este es el enigma planteado por el escritor y periodista italiano, Carlo Collodi, respecto del progenitor de Pinocho.

 

En verdad, Gepeto, sin reparos ni pretextos, labra la insólita madera que, como promesa de un gran futuro, perfila con las formas y bordes suficientes para despertar su auténtica esencia y alcance lo que quiera llegar a ser. Al mismo tiempo, en su calidad de padre, respeta la voluntad de Pinocho, quien actúa según su libre albedrío.

 

El lector podría preguntarse, ¿Gepeto, a cambio de la noble labor de cuidar y educar a Pinocho, debe renunciar a algo? El narrador dice:

 

 

 

comprendió Gepeto una cosa: que el muñeco estaba muerto de hambre. Sacó entonces tres peras del bolsillo, y enseñándoselas a Pinocho le dijo:

—Estas tres peras eran mi desayuno, pero te las regalo. Cómetelas, y que te hagan buen provecho.

—Pues si quieres que las coma, tienes que pelármelas. …

…yo no me comeré nunca una fruta sin pelar. ¡No puedo resistir las cáscaras! …

… —¿Pelarlas? —replicó asombrado Gepeto—

 

 

 

Para Gepeto, quitarse el pan de la boca y dárselo a su hijo, no es sacrificio; por el contrario, es una ofrenda a la humanidad, representada por Pinocho. Es reconocer en él, sus necesidades, debilidades y anhelo de comprensión.

Igualmente, en Pinocho, ve a su siguiente generación; resuelve mejorar como persona y dar mucho más de lo que ha recibido; por ello, lo alimenta y envía a la escuela.

 

¿Y para Pinocho, qué significa Gepeto?

 

La respuesta está en la panza de un pavoroso monstruo marino — mitad tiburón, mitad ballena—, cuyo tamaño, de acuerdo a lo relatado por un delfín, es:

 

 

 

…más grande que una casa de cinco pisos, y con una bocaza tan ancha y profunda, que por ella fácilmente entra un tren, con máquina y todo….

 

 

 

Casi todos lo saben, (Usted también), el monstruo marino se traga a Gepeto. Sin proponérselo, Pinocho es absorbido por el mismo animal.

En medio de la más horrible obscuridad, el muñeco alcanza a ver una pequeña lucecita; avanza hasta ella, sin distraerse con la grasa y agua mezclados con un olor nauseabundo.

 

Como ya lo adivinan, un viejecito sentado en una mesa —sobre la cual, reposa una botella con una vela, cuyo fuego resplandece— es, precisamente, Gepeto.

El rencuentro, los motiva a salir avante de esta aventura y de otras más.

 

De este modo, para Gepeto, Pinocho es su esperanza e ilusión. Para Pinocho, su padre, es su luz y su guía. Y para Collodi, esto significa, “ir hasta el fin del mundo”.

Como siempre Usted tiene la última palabra

 

 

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