De Colón a ‘Tlali’. Usos y actualizaciones de la memoria histórica
La polémica decisión de reemplazar la estatua de Cristóbal Colón que, desde finales del siglo XIX se encontraba en la avenida Reforma de la Ciudad de México...
La polémica decisión de reemplazar
la estatua de Cristóbal Colón que, desde finales del siglo XIX se encontraba en
la avenida Reforma de la Ciudad de México, por la del escultor Pedro Reyes que alude
a una mujer olmeca, anónima, como alegoría de los pueblos originarios, sin duda
nos sitúa frente a diversas discusiones. Más allá de los acuerdos y
desencuentros que el reemplazo desata, se impone una cuestión fundamental: los
monumentos son representaciones discursivas y simbólicas de la memoria histórica. La gestión del espacio público que
nomina, erige monumentos y establece símbolos, deriva de la necesidad de los
regímenes políticos de crear ordenamiento y de enraizar narrativas identitarias
que concedan uniformidad a la población, al tiempo de posicionar agendas. Sirva
como ejemplo que, prácticamente, en todas las ciudades de la República
Mexicana, tanto en las grandes como en las más pequeñas, exista, al menos, una
calle nombrada Benito Juárez. ¿Por qué? Recordemos que, durante la segunda
mitad del siglo XIX mexicano, triunfó el liberalismo y que Juárez fue uno de sus
exponentes más reconocidos; tanto es así que se construyó un mito patriótico
alrededor de él. El oaxaqueño se presentó como figura representativa de los
valores del liberalismo, tales como el esfuerzo individual para lograr la
superación personal, la lucha por la libertad y la fortaleza del Estado frente
a las corporaciones tradicionales como la iglesia católica. Por lo tanto, la
presencia de Juárez, su impronta y su difusión se presentan como cotidianos en
los espacios públicos mexicanos. Podemos observar que las decisiones
nominativas responden, generalmente, a reproducir los discursos de memoria
histórica vigentes o bien, al establecimiento de símbolos, figuras y eventos
que destacan como importantes para determinada agenda sociopolítica. Las
selecciones del pasado se realizan de manera deliberada, de acuerdo con las
necesidades del presente. Es decir, es el presente el que condiciona al pasado,
a partir de los usos que los individuos, los grupos y los Estados le conceden. Consecuentemente, aquello que identificamos
como memoria histórica, hace referencia a una organización dinámica que se
encuentra en permanente actualización. Cuando un monumento se derrumba, se reemplaza
y/o se erige, se hace patente el dinamismo de la memoria en relación con las
necesidades y motivaciones que los individuos y los grupos desean manifestar. Podemos estar o no de acuerdo,
con las decisiones deliberadas que imponen cambios al escenario urbano y
simbólico fundamentados en la memoria histórica. No obstante, la memoria, así
como la vida y los intereses humanos, permanece cambiante, aun cuando existan
resistencias. Conviene entonces cuestionar los planteamientos en torno a ella y
a sus diferentes formas de expresión, reconociendo que es objeto de
manipulaciones y deformaciones, ya que los posicionamientos frente a la memoria
histórica dan cuenta del dinamismo de las construcciones socioculturales que
nos configuran como seres humanos. ¿Qué implica modificar,
intervenir, erigir y/o derrumbar un monumento? Implica que las agendas de los
grupos que realizan dichas acciones irrumpen en el escenario para posicionar
recursos discursivos, tratar de transformar los que prevalecen y/o justificar
temas particulares, significativos para el poder en turno. Así se evidencian
los diferentes usos de la memoria y sus constantes actualizaciones. ‘Tlali’ como representación
indefinida de la mujer que nutre y da vida, ahora sustituirá a Cristóbal Colón.
La carga simbólica del reemplazo hace referencia a los pueblos originarios,
marginados por un hombre que desencadenó el proceso de explotación y
transformación de sus formas de vida. La acción manifiesta que la historia es
un recurso efectivo y aprovechable para el presente, interesado, en esta
ocasión, en posicionar un discurso progresista e incluyente. No obstante, para las
y los indígenas del presente, contar con un monumento que, discursiva y
simbólicamente, les convoca desde una memoria idealizada y manipulada, no
significa que la exclusión y la marginación de las que son objeto se dinamice
para desaparecer.
Referencias:
Pierre Nora, Los lugares de la memoria. Ed. Trilce,
Uruguay, 2008, pp. 9 y 21. |
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, periodismo con causa. |