SON ORGULLO DEL NEPOTISMO

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Ramón Zurita Sahagún


Febrero 09, 2022

Parece ser parte de un karma llamarse José Ramón y apellidarse López y ser además hijo de un Presidente de México. 

Fue José López Portillo el que inmortalizó la frase “es el orgullo de mi nepotismo”, al referirse a su hijo José Ramón, recién nombrado subsecretario de Programación y Presupuesto. 

Lo hizo para salir al paso a los reclamos surgidos por doquier por el nombramiento que hizo Miguel de la Madrid de su hijo como subsecretario, en un afán de agradar al ego presidencial y usarlo como una pieza del ajedrez que le permitiría ser candidato presidencial y sucesor de José López Portillo. 

Eso sí, de la Madrid solamente usó el recurso para agradar al entonces Presidente, según cuenta José López Portillo en sus memorias, ya que al asumir el cargo de Presidente de la República no otorgó cargo alguno en su gabinete al que fue llamado orgullo del nepotismo del anterior Presidente, aunque si lo envió a Roma, como representante de México ante la FAO. 

Aquel fue en realidad un acto de nepotismo que denotaba la fuerza y el ego de los gobernantes y como se manejan las intrigas palaciegas.  

Más de 40 años después se presenta una situación con ciertos matices que pueden equipararse, aunque el actual Ejecutivo solamente refiere que su hijo es mayor de edad y él no se mete en la vida de ellos. 

Y es que José Ramón López, como se llama igualmente el hijo de López Portillo, fue mostrado con los excesos de una vida lujosa, lo que no es criticable, pero si el hecho de que viviera en una casa propiedad de un ejecutivo de una empresa petrolera que tiene negocios con PEMEX. 

José Ramón el hijo de Andrés Manuel puede vivir como se le dé la gana, nadie se lo censura, aunque hacerlo en una propiedad de un proveedor de empresas del gobierno mexicano lo hace sospechoso, por decir lo menos. 

Y es que el propio hijo de López Obrador manifestó que se mantendría al margen del gobierno de su padre y ahora puede resultar que hay conflicto de intereses, al poder estar usando su nombre para la concesión de los contratos de dicha empresa. 

La historia de los hijos de los Presidentes de México siempre se trata de mantenerla al margen del gobierno, aduciendo que son de la vida privada, aunque los escándalos se han sucedido una y otra vez. 

Y es que hay historias de todo tipo antes, durante y después de las presidencias de su padre. 

Existen unos pocos que siguieron el rumbo de su padre y optaron por la vida política como son los casos de Miguel Alemán hijo (tardía incorporación a la vida política) que le permitió en un breve tiempo ser senador e inmediatamente gobernador de Veracruz, en un aparente pago de favores. 

Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas recorrió un camino un poco más largo, ya que inició su carrera política-burocrática en Siderúrgica Las Truchas, senador, subsecretario de Agricultura, gobernador, Jefe de Gobierno del DF y tres veces candidato presidencial. 

Enrique de la Madrid, hijo de Miguel de la Madrid, se incorporó a la vida política en un intento por ser delegado en Álvaro Obregón, aunque perdió, después fue director de Financiera Rural, secretario de Turismo y ahora aspira a ser candidato presidencial del PRI. 

Pablo Echeverría hijo de Luis Echeverría hizo un intento por participar en política y fue candidato del Frente Democrático Nacional al Senado de la República y perdió en las urnas, por lo que prefirió replegarse. 

Gustavo Díaz Ordaz, nieto del Presidente del mismo nombre tuvo una pequeña participación cuando perteneció a la Asamblea de Representantes del DF. 

Sin embargo, los excesos de los hijos de los Presidentes en turno son propagados por quienes participaron en ellos. Hay excesos, abusos, prepotencia y uso de recursos públicos al por mayor. 

Empero algunos sobrepasan eso como el caso de Emiliano Salinas y sus nexos con una secta. El ataque sufrido por un guardia de seguridad que protegía a un grupo musical por parte del equipo que protegía a Ernesto Zedillo hijo. Los excesos de Alfredo Díaz Ordaz, hijo de Gustavo Díaz Ordaz. 

Eso sin contar con la rapiña de otros destacados miembros de las familias presidenciales que se hicieron de terrenos y propiedades al por mayor, a la vez que obtenían canonjías y contratos al por mayor, basados en la sola mención de sus apellidos. 

 

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