¡Fuera máscaras!

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De los pasajes más vergonzosos que el gobierno lópez-obradorista ha enfrentado en estos cuatro años, figura el lapsus del Presidente AMLO al reconocer en plena conferencia matutina que él había enviado la iniciativa que supuestamente impulsó el PRI a través de la diputada Yolanda de la Torre Valdez.

Así con el cinismo y la confusión de sus propias ideas, al Presidente se le cayó el antifaz al reconocer que la farsa se armó para que el PRI con la mano del inefable Alito (Alejandro Moreno), utilizara a una esquirol cuyo montaje se le desplomó obligándola a pedir licencia.

Con el uso de todas las viejas formas de los gobiernos corruptos, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto no pudo con el paquete que le endosó su jefe presidencial para empujar una iniciativa plagada de improvisación y carente de argumentos.

Adán no supo, ni pudo operar a pesar de todos los sobornos, presiones y amenazas que articuló desde el hotel ubicado a unos pasos del Senado, donde realizó un pésimo cabildeo.

Después de la caída de la iniciativa y del bloque compacto de oposición que estuvo a nada de ser derrotado, los hombres del Presidente demostraron inoperancia y falta de eso que se llama oficio político.

El PRI una vez más fue el testaferro del poder que jugó las contras para seguir salvándole el pellejo a un dirigente cuya moralina se cotiza en dólares.

A cuatro años de la llamada transformación florece la corrupción y el desaseo de un mandato donde el error mental del Presidente le hizo confesar que detrás de una simulación de autonomía legislativa, se hallaba su mano como autora única de la polémica iniciativa.

No sólo fue un fracaso presidencial. Fue la tácita confesión de usar el poder para doblegar -como en el pasado- a los poderes que tendrían que defender con más garra su independencia.

Desde el hotel que usó como bunker Adán Augusto se aplicaron todas las viejas formas de presión a gobernadores, diputados, senadores. Desde ahí se lanzaron cañonazos de billetes gubernamentales que es verdad que estuvieron a punto de lograrlo, pero a final de cuentas la llamada oposición resistió para echar abajo la nueva locura presidencial.

Y es que al Presidente parece no importarle quedar al descubierto y asumir que él fue quien envió dicha iniciativa disfrazada con la autoría priista.

El gobierno de Andrés Manuel cada vez devela una esa vieja alquimia que hoy experimenta donde terminó por emular y superior los viejos retratos del pasado que tanto ataca.

Los días del Presidente y su sexenio, iniciaron una cuenta regresiva que estará de manera permanente en el escrutinio público. Fuera máscaras.

 

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