Las mujeres siempre pierden
La marcha del 8M en Puebla fue marcada por la dureza de las reacciones, a pesar de ser una protesta pacífica, la respuesta policial fue agresiva.
El 8M 2024, no fue un 8M cualquiera, la rudeza en que se enfrentó a las mujeres que marchaban es el vivo reflejo del sistema patriarcal en que vivimos. Desde primera hora, el Palacio Municipal de Puebla fue protegido como búnker de guerra; durante las marchas, una centena de policías, en su mayoría hombres, se atrincheraron atrás de muros metálicos como si de una guerra se tratara. Con una fortaleza como escenario; fueron recibidos los contingentes de mujeres que por ahí pasaron con la única intención de levantar la voz en contra de la violencia machista. 
A las 17:10 horas arrancó el contingente más inclusivo de todo el día, el de REDedfine Puebla que convocó a más de 3 mil mujeres diversas, con discapacidad, adultas mayores y hasta menores de edad. Todo era algarabía. Entre cantos catárticos, pancartas, batucadas y porras liberadoras, las féminas empezaron a invadir las calles del Centro Histórico con una marea morada llena de buena vibra. “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”, “Mujer consiente se una al contingente” y “El que no brinque es macho”, fueron las porras más coreadas, en su mayoría, por jóvenes menores de 30 años. Las señales indicaban que esta protesta era una verdadera oda a la democracia. El despertar de 10 mil 100 mujeres que en Puebla capital se unieron para clamar justicia. 
Lesbianas, madres de desaparecidos, mujeres violentadas, maestras jubiladas, féminas obligadas a ser madres, amigas y hermanas de mujeres asesinadas, todas ahí tenían cabida. A partir de las 17:30 horas empezaron a circular videos donde informaban que en el Palacio Municipal estaban repeliendo con gas a mujeres que decididas a luchar con todo por sus derechos se armaron… de valor, pancartas, pañuelos y botellas de agua. Su arma más letal fue su voz y algunas piedras que encontraron a su paso. En respuesta, fueron recibidas por uniformados, en su mayoría hombres, preparados para lo que parecía una verdadera batalla: con escudos antimotines, cascos, extintores y mangueras que tiraban chorros a presión de agua. Los ánimos se fueron calentando y con ello las porras: “El que no brinque es poli”, y “A cuánto la mordida para que me cuides”, fueron las consignas más recurridas en esos momentos. Los elementos policiacos, cada vez más enardecidos, dejaron su zona de confort y salieron de las vallas para intentar acorralar e intimidar al contigente de máximo 300 jóvenes que con ojos llorosos por el humo que les fue rociado y empapadas por los chorros de agua seguían en pie de lucha. Ahí una chica de alrededor de 20 años los encaró y con un grito desgarrador les dijo: “cuando me violaron ustedes no hicieron nada”. El silencio se hizo presente por unos segundos. Ellos, impávidos; se quedaron esperando órdenes ya sea de atacar, repeler o retirarse. Ni siquiera parpadeaban, la guerra estaba declarada. 
Y, así, entre tanto dolor contenido, sabedoras en carne propia que en Puebla ocurre un feminicidio cada 7 días -según el Observatorio de Violencia Social y de Género de la Ibero-, las mujeres que marcharon para exigir justicia fueron repelidas durante por los menos tres horas con más violencia. ¿Cuántos 8M tendrán que pasar para que entiendan que el enemigo es el feminicida, ese macho que ha violentado al 70% de las poblanas de 15 años o más (según INEGI) de manera psicológica, física, sexual, económica o patrimonial? 
Y no no politicemos. No son los gobiernos del PAN o de Morena, no importa si estamos en Puebla, en CDMX o en Zacatecas. En donde estemos las mujeres siempre llevamos las de perder porque si nos callamos pasan por encima; si gritamos nos llaman locas, si luchamos por nuestros derechos nos llaman feminazis y si se nos ocurre protestar se nos criminaliza y se nos echa a la policía encima. Por donde lo quiera ver, las mujeres siempre perdemos.
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