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La No Reelección

La no reelección es justicia, en búsqueda de renovación, sin caudillismos y sin protagonismos.

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Sufragio Efectivo, No Reelección. Este fue el lema de la campaña del General José de la Cruz Porfirio Díaz Mori en 1871, mientras contendía en la elección presidencial contra el Licenciado Benito Pablo Juárez García. 

No Reeleccionismo, está grabado con oro y sangre en el reclamo del apóstol de la democracia, que al final habría de llevarlo a sucumbir en la decena trágica y a ver en nuestro país una alta traición vía golpe de Estado. Este lema, claro y sucinto, puso fin a un dominio de 34 años en el poder ejecutivo, que bajo la idea del continuismo, justificó la perpetuación en el cargo ante la falta de restricciones constitucionales, las mismas que él pregonaba en campaña. 

Y es que no es suficiente el ideario, si no es llevado a restricción constitucional. Ya Simón Bolivar había declarado en 1819 ante el Congreso Venezolano que nada es más peligroso que permitir a un ciudadano retener el poder por un periodo extendido, pues la gente se acostumbra a su obediencia y se forma el hábito de su mando, sembrando las semillas de la usurpación y la tiranía, y los ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el magistrado que los ha mandado por mucho tiempo, los mande perpetuamente. 

Sin embargo, 7 años después en Bolivia, reconocía al presidente de la república como el sol que asentado en su órbita concede vida en el universo, con una autoridad suprema que debe ser perpetua, habida cuenta que en los sistemas no jerárquicos, mucho más que en otros, los periodos fijos son necesarios para que los líderes y los ciudadanos, personas y asuntos puedan resolverse, pero para Bolivia, ese término fijo se llamaba presidencia vitalicia. 

Su teoría venezolana importaba más poder para el ejecutivo en cortos periodos de ejercicio; mientras que su visión boliviana importaba ejercicio vitalicio altamente limitado, con fines de estabilidad, previniendo a la tiranía. 

En 1787 James Madison promovió que la constitución de los Estados Unidos señalara un solo periodo de 6 o 7 años, contra la opinión de Alexander Hamilton, quien en el federalista, promovía 4 años con posibilidad de reelección, como un medio para que el pueblo juzgue en el mérito de los actos del líder y se obtuviera la continuidad en el cargo, pues limitar el retorno exitoso de los políticos es una afrenta a la democracia y a la libertad de los votantes que fomenta la inestabilidad en el gobierno, pues no había, en su opinión, mejor forma de estado que la monárquica. 

En reacción, George Washington con su rechazo en 1796, fijó una regla no escrita de casi 150 años plasmada vigente hasta la enmienda 22ª en 1951, que implicaba que ningún titular del ejecutivo pudiera servir por más de 2 periodos. 

Nadie se atrevió a violentar la tradición de Washington sino hasta que el demócrata Franklin Delano Roosevelt se reeligió por 4 veces en 1932, 1936, 1940 y 1944. Esta 22ª enmienda tuvo como razón legal prevenir la personalización de la rama ejecutiva por un solo individuo en una prolongada permanencia. 

En Latinoamérica, las restricciones a la reelección han tenido un trasfondo tanto teórico, como práctico. En la Argentina de 1853, Juan Bautista Alberdi logró exitosamente que se prohibiera la reelección, pues esto implicaría que el presidente se extendiera en el poder 12 años, pues muy difícilmente con todos los recursos a su alcance se sucumbiría en las elecciones. 

La constitución peruana de 1822 prohibía igualmente la reelección, salvo el fracaso bolivariano de 1826 en el que la presidencia vitalicia duraría solamente 54 días. Por su parte, Colombia y su constitución de 1821 permitía una reelección consecutiva, hasta su reforma 9 años después, donde ya se prohibía. Igualmente, en el Ecuador siempre se ha prohibido la reelección, salvo en el lapso de 1869 – 1878; y en Chile, la reelección se prohibió hasta 1871. 

En Brasil, la constitución de 1891 substituyó como jefe de Estado al emperador por un presidente, y prohibió en lo sucesivo cualquier reelección. No obstante, los argumentos contra la no reelección durante el siglo XVIII y XIX no fueron ausentes, ni menos contundentes en la mente de los líderes políticos, traduciéndose en las reelecciones de Juan Rafael Iglesias en Costa Rica, Juan Domingo Perón en Argentina, Augusto Leguía en Perú, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Estenssoro en Bolivia, sin mencionar a los recientes y frescos en nuestra mente democrática conflictuada, todos con el debido respaldo popular.

¿Y por qué la no reelección de los más competentes y populares representantes del poder ejecutivo y legislativo, siendo tan difíciles de ser hallados? Esos iluminados como Carlos Saúl Menem de Argentina, Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Alberto Fujimori de Perú y Hugo Chávez de Venezuela, por mencionar algunos. 

¿Acaso la reelección no es la materialización democrática que aprueba la gestión y rendición de cuentas del líder por parte del electorado? ¿No es acaso el laurel y la palma para quienes prometieron en campaña y cumplieron durante su gestión? ¿No es reconocer a quienes atisban las necesidades del pueblo y las resuelven, por encima de los que están atados a las restricciones constitucionales? 

Sin embargo, la teoría premial falla, pues en los hechos, el continuismo comúnmente degenera en abuso, despotismo y arbitrariedad, tanto en el poder ejecutivo, sea federal, estatal o municipal. ¿Pero en el legislativo? La asimetría ha aflorado y se mantiene, pues es regular advertir la reelección ilimitada para todos sus integrantes. 

Basta ver el caso de los Estados Unidos de América, donde el presidente está limitado a una reelección, pero los legisladores pueden ser perennemente reelectos, como la 52ª presidenta de la Cámara de Representantes, electa para los periodos de 1987-1993, 1993- 2013,2013-2023, 2023, quien sucediera a Sala Burton y quien a su vez sucedió a su marido en 1983, quien ostentó el cargo de representante de California desde 1964. 

Nuestro país y Costa Rica, son de los pocos donde hay restricciones a la reelección de legisladores, en los demás es ausente, pues se ha desarrollado una carrera parlamentaria para quienes abrazan está de forma absoluta sin buscar un destino en otro poder alterno. La historia sirve de respaldo. La no reelección promueve nuevos cuadros, en una sociedad más dinámica y cambiante, con una promesa para la aspiración política, por encima del conformismo apasionado y buen refugio de la curul. 

La no reelección es justicia, en búsqueda de renovación, sin caudillismos y sin protagonismos. 

Es justicia cósmica que se halla indeleble en la mente de todas las personas y que permite al más humilde de la nación, como al nacido en Guelatao, llegar a la presidencia de la Corte y de la República, habiendo sido abogado postulante, regidor, profesor de Derecho, Juez de primera instancia, diputado local y federal, con un legado para la posteridad, pero sin reelección ni nepotismos.

 

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