La transparencia institucional no se construye con promesas, sino con mecanismos independientes
El Congreso del Estado de Puebla: aprobó sin debate la desaparición del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Estado (Itaipue). Lo hizo en silencio, sin justificar ni discutir, como si lo que estaba en juego no fuera el derecho ciudadano a saber qué hace su gobierno. ¿La transparencia puede sobrevivir sin organismos autónomos que la garanticen? Morena dice que sí. Que el propio gobierno estatal —el mismo que debe ser vigilado— se encargará de garantizarla. Es un argumento débil, contradictorio y peligroso. La transparencia institucional no se construye con promesas, sino con mecanismos independientes. La aprobación, con 33 votos a favor y sin una defensa real desde el bloque oficialista, deja claro que no hubo intención de convencer, solo de imponer. En cambio, la oposición —a través de Susana Riestra (PAN), Delfina Pozos Vergara (PRI) y Fedrha Suriano (MC)— advirtió con razón que esto representa un retroceso democrático. Que el poder no puede ni debe vigilarse a sí mismo. Este cambio constitucional no es una anécdota local. Es parte de un patrón que se replica en distintos niveles del país: debilitar a los órganos autónomos que estorban a quienes gobiernan. Como ciudadanos, debemos preguntarnos: ¿por qué les molesta tanto que los vigilen? No se puede negar que las reformas contra el nepotismo y la reelección van en la dirección correcta, pero tampoco se puede permitir que sirvan de cortina de humo. Mientras, por un lado, se aplaude una supuesta renovación ética, por otro se desmantela una herramienta más que fundamental para la rendición de cuentas. Hoy Puebla pierde un contrapeso institucional. Y si no se alza la voz, mañana podríamos perder mucho más.
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