Daniel Avechuco obtuvo 3 premios en 2024: el Premio Nacional de Novela Breve ESAC, el Premio Internacional de Novela Negra “Una vuelta de tuerca” y el Concurso de Libro Sonorense en el género de novela
Entrevista a Daniel Avechuco, quien obtuvo 3 premios en 2024: el Premio Nacional de Novela Breve ESAC, el Premio Internacional de Novela Negra “Una vuelta de tuerca” y el Concurso de Libro Sonorense en el género de novela. Daniel Avechuco Cabrera (Sonora, 1985). El 2024 fue el año en donde su nombre y su ingenio resonaron como noticia literaria, pues obtuvo 3 premios: el Premio Nacional de Novela Breve ESAC, el Premio Internacional de Novela Negra “Una vuelta de tuerca” y el Concurso de Libro Sonorense en el género de novela. Óscar Alarcón platicó con él en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sonora el 12 de noviembre de 2024, durante la celebración del Día Nacional del Libro, que honra el nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz. Óscar Alarcón. Has obtenido premios estatales y premios nacionales, haciendo una comparativa entre lo local y lo nacional, ¿cómo se encuentra en este momento la literatura en México? Daniel Avechuco. Híjole, se me haría difícil hacer un diagnóstico. Paradójicamente, a pesar de ser profesor de Literatura, no ando tan inmerso en los grupos. Por ejemplo, cuando fui a Querétaro a la premiación del “Una vuelta de tuerca”, conocí aparte de los que andan haciendo novela negra. Al convivir con ellos se ve que están articulados, es decir, que se encuentran en eventos, que se leen, que se reseñan, que se comentan, que se comparten noticias. Esa es una experiencia nueva para mí. A mis cerca de 40 años y teniendo 15 años como profesor de Literatura, no he andado mucho en los círculos. En 2011, gané el sonorense y con ese libro no me metí mucho al mundillo. Para ser honesto, tiene que ver con cierta actitud antisocial, pero también cierto rechazo de algunos círculos —hablo desde mi experiencia, no es prejuicio— pues no estaban chilas esas reuniones. Había cierta sensación de sectarismo, muy cerrado. Algo que no experimenté —y no es por quedar bien— con la gente de Querétaro. Tiene que ver con el asunto de hacer grupo para legitimar y defender un género que ha sido menospreciado como si no fuera Alta Literatura —cualquier cosa que signifique el adjetivo “Alta”—; se nota un grupo mucho más sencillo, transparente, que se toma las cosas en proporción. Me han tocado otros grupos que no son tanto así. Mi carácter antisocial ha hecho que no me mantenga muy enterado de lo que está ocurriendo, más allá de los libros. De Literatura actual, intento estar bien enterado, tanto la regional como a nivel nacional. Solo puedo hacer apuntes sueltos porque no podría hacer un diagnóstico de cómo anda la Literatura Mexicana. ÓA. Entrando en materia de tu literatura. Una parte va sobre los estudios de la Literatura del siglo XIX, pero, por otra parte, la creativa —y tiene que ver con uno de los premios que ganaste— y la novela negra. ¿En dónde te sientes más cómodo? ¿En el aula o escribiendo? DA. Híjole, me gusta un montón dar clases. Ahora que estoy en sabático, lo extraño. No la levantada temprano, no revisar trabajos, sino la experiencia en el aula, la disfruto un montón. Si me dieran a elegir, de verdad estaría difícil, porque también disfruto un montón la escritura. En todo caso, doy gracias por poder combinar ambas actividades que se llevan de la mano: escribir ficción —tener esa experiencia, al margen de si se publican los libros, si ganas o no el premio— la pura práctica de la escritura creativa, te da otra perspectiva cuando estás hablando de escritores y escritoras. Ya no solo desde lo que dice el librito de teoría literaria —que es muy importante, pero no es suficiente, me parece— es claro que conectas de otra manera con los estudiantes cuando tienes esa experiencia. Y claro, la parte más superficial también ayuda: cuando los morros saben que publicaste un libro, quieren hablar de eso. No solo hablar de libros, sino más bien: “Profe, ¿cómo es escribir?, ¿qué tanto escribe al día?” Tienen curiosidad de encajar en la vida real, practicar el acto de escribir; es una forma de decir: “Quiero saber cómo se le hace en algo que parece tan lejano, que parece un asunto de genios o de gente tocada por Dios”. Es una buena oportunidad para hablar de lo que requiere imaginación y mucha técnica. Se llama “técnica”, porque se puede aprender, se puede enseñar, se puede pulir. No podría elegir, porque de verdad sería muy triste solo escribir y nunca dar clase. O al revés: es imposible leer tanto, en un salón de clases, hablar tanto sobre personajes, atmósfera, espacio y que no se me antoje hacerlo a mí. ÓA. Platícanos sobre la novela con la que ganaste “Una Vuelta de Tuerca”. DA. Es una novela que se titula Las Furias. Es su segundo o tercer título. Hace referencia tanto a la emoción como a los personajes mitológicos: las Erinias. Y es sobre la desaparición de una mujer. Dos de mis novelas son sobre desaparición, es un tema que me perturba y me fascina a la vez. Es de esas cosas raras, me atrae lo oscuro. La novela es sobre la desaparición y la consiguiente búsqueda de una mujer por otra mujer. Quien busca es una mujer que trabajó en investigación criminal en un área de la fiscalía, trabajaba en dactiloscopía. Hacía chamba secretarial, pero como estaba en ese mundillo, fue echando el ojo. Para completar una cuadrilla, se requieren varios elementos, entonces, dijeron: “Necesitamos completar una cuadrilla para ir a ver un lugar de un crimen. Tráete a la morra nomás para hacer bulto”. En ese caso la llevaron para completar un número y les echa la mano. Ella observó la escena del crimen y dice: “Probablemente pasó esto”. A partir de ese momento, la agarran: “Trae a tal la morra, aquella que le sabe, alcanza a ver aspectos que nosotros no”. Así se fue labrando una pequeña fama interna acerca de sus capacidades para encontrar gente. La novela trata sobre la desaparición de la vecina de esta señora. Es una señora que tiene entre 40 y 45 años. La búsqueda implica cuestiones personales porque la mujer que desaparece es hija de una persona muy cercana a ella. Con toda la mala intención no permito que se aclare muy bien eso. Lo importante es la relación que tenía con la mamá porque hace que la búsqueda de la hija sea todavía más intensa, más angustiante. Sin adelantarles mucho: intenté desestructurar al final, no en términos formales, porque la novela no es experimental, ni muy arriesgada formalmente, pero sí en cuanto al nudo y a la resolución: quise jugar un poquito con las expectativas del lector, con las convenciones mismas de la novela negra —estoy hablando de la más convencional, tradicional. Tiene un final un poco abstracto, es un poco arriesgado, loco. De hecho, tenía mis reservas, dije “¿Cómo va a tomar esto el jurado?” Porque el 60 o 70 por ciento es bastante convencional y ¡pum!… Yo consideraba que estaba demasiado loco. A raíz de que la novela ganó, dije “Ah, pues sí entendieron”. Era más bien un prejuicio mío, porque decía: “Es un concurso de novela negra”. He leído un par de novelas ganadoras y me parecieron buenas, pero a secas; me parecieron muy convencionales. Esa conclusión la saqué a partir de la lectura de dos novelas, que, insisto, no eran malas simplemente se resolvían como más o menos me lo imaginaba, no porque fueran predecibles, sino porque si te ajustas demasiado a la convención, termina siendo –me parece— predecible. Y yo intenté sacar un poco de onda. Eso me vino un poco del cuento: espero siempre esos finales sorprendentes, puede ser también muy efectista, puede ser muy forzado. Entonces, traté de no hacerlo con esta novela y al final consideré que me alocaba demasiado, pero veo que funcionó. Para dar un datito de la novela, ya que me lo han preguntado directamente otras veces: no sale nada del narco. Era una pregunta que asumía que si era novela negra de alguien que escribe en Sonora es sobre el narco. Te voy a parafrasear la pregunta: “¿Cuánto narcos salen en tu novela?” Esa pregunta lleva implícito un “sí”. Me preguntaron por algo que se piensa que ya está. Le respondí a esa persona: “No sale nada de eso”. Y no por censura o autocensura, sino porque tiene que ver con las expectativas. ¿Qué pasa con la novela negra del norte? ¿Es posible que aborde otros aspectos que no sean el narco? Hay un asunto también de posicionamiento con respecto al tema de la desaparición. Sé que el dato de que las desapariciones no solo están vinculadas al narco es conocido, pero a nivel del imaginario social, lo vinculamos inmediatamente. Me parece peligroso porque dejamos de ver otros aspectos de la realidad mexicana —latinoamericana, podría decirse— claro que el narco tiene una posición central, no podemos negar la gravedad del tema. Además, el tema del narco en sí mismo, no me llama la atención estéticamente, como escritor. Como lector, sí. ÓA. ¿Cuáles son las características que te interesan más al momento de escribir una novela negra? DA. Mi principio más férreo —y que no aplica solo a la novela negra, sino a cualquier relato que escribo, sea corto o sea a nivel novela— es tener el final. Se me hace difícil proceder de otra manera. No puedo con este discurso —aunque lo creo, me parece legítimo— de la gente que me dice que va descubriendo las cosas conforme avanza. Sobre todo, porque muchas de las historias que cuento tienen que ver con un crimen, aunque no sea novela negra, y con otros tratamientos del crimen. En mi primer libro de cuentos, que tiene 10 cuentos, en 9 hay un crimen o un asesinato. No tiene las convenciones tanto de la novela negra o del cuento negro. Es como dar los pasos hacia atrás y eso me divierte un montón. El detective hace lo contrario: todavía no sabe cuál es el final, no sabe quién es el asesino, dónde está la mujer que desapareció. Tiene que empezar desde acá, va reconstruyendo hasta llegar al final. Yo empiezo desde el final. Pienso en cuál es la pista que va a dar el asesino y coloco otras dos. Generalmente, lo que hago con las novelas es la reconstrucción a la inversa y es muy divertido, porque me imagino todo el tiempo al lector. Pienso que no hay novela negra que no se escriba pensando en el lector. Por las propias convenciones de la novela negra tienes que pensar en quién se va a acercar al libro y que esa persona va a caer en tu trampa, que se va a distraer cuando tú le dijiste que tiene que distraerse, que sospechará del personaje del cual tú no hiciste que sospechara. Siempre estás pensando en ese lector… bueno, yo siempre lo hago. Ese es uno de mis principios: tener siempre el final. Mis novelas tienen un final estridente. No es sutil, no es un final abierto, es totalmente cerrado. Requería de un montón de fundamentos anteriores, detalles, de elementos que contribuyen a la verosimilitud. No había manera de hacerlo al revés porque si no iba a tener que hacer un montón de ajustes para llegar a ese final. Me parece mucho mejor partir de un plan para sentir algo de certeza, para saber hacia dónde vas y que esas horas de escritura se sientan como un verdadero avance y no que ando buscando la inspiración o improvisando a ver qué sale. No puedo escribir de esa manera. Lo que busco es la figura del detective —que no es detective, pero digamos cumple con esa función. Me gusta sacarlo del ámbito de la ley. No es algo que he pensado mucho, pero nunca he tenido un detective o un personaje que investigue, que tenga que ver con la ley. Ese también podría decirse que es un principio, es algo más civil, más ligado a las personas que buscan. Algo que también me parece muy importante cuando pienso en la novela negra es en un escenario que contribuye a la atmósfera, a la tensión, a la intriga, al misterio, pienso sobre todo en el monte. Varias de mis historias las sitúo ahí, le he agarrado gusto, está ligado a las experiencias de los últimos años: mi pareja se va al monte, es profesora de Diseño Gráfico, agarra su carro y se va al monte. Es fotógrafa de naturaleza. Por acompañarla, me he metido más en el monte, no solo ir sino conocer, porque ella sabe mucho de flora y fauna. Me he metido desde otro punto de vista. Eso ha contribuido a romper un poquito con los estereotipos: la idea que tenemos del monte como algo estéril, feo, etcétera. He conocido el monte de otro modo y ha alimentado mis ganas de escribir sobre él, pero en clave ficción y si se puede, en novela negra. En pocas palabras: necesito un final, una figura de detective que se ajuste a lo civil, lo cotidiano, lo doméstico. Y necesito el espacio marginal, muy prejuiciado en su percepción, con un montón de lugares comunes, de simplificaciones. Nosotros, los propios hermosillenses, lo vemos así. Habrá mucha gente que no, pero en general, así es. Trato con esos tres elementos y, obviamente, el elemento clave es el crimen. ![]()
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