La política se ha definido de muchas maneras desde que los seres humanos empiezan
a reunirse para proponer o imponer un orden, para una sana convivencia y desarrollo
de las comunidades en las que se encontraban.
En ese esfuerzo, aún ahora, deben integrarse la inteligencia y voluntad de las personas
que conviven en sociedad, porque en caso de no hacerlo, el resultado puede ser el
envilecimiento de la vida social.
Desde mi particular punto de vista, considero que la política es una actividad noble y
superior que se realiza para la búsqueda del bien común, es el arte de conjugar lo
deseable con lo posible, a partir de lo disponible.
Ya Aristóteles afirmaba que la filosofía de las cosas humanas culmina con la política.
Por eso, hoy que nuestro país necesita el ejercicio de una auténtica política, en el que
las partes que la conforman sean respetadas y valoradas, al tiempo de entender quién
representa la autoridad, quiénes son los gobernados y cuáles son sus obligaciones,
extraña sobremanera que, al primer cuestionamiento a su ejercicio por parte de la
oposición o de algún medio de comunicación, se descalifique a la política, llamándola
“politiquería”.
La utilización de este despectivo término no es nueva en México, especialmente, se
utilizó por el anterior presidente de la república cada vez que no estaba de acuerdo
con alguna crítica o algún señalamiento de corrupción, de falta de transparencia, de
exceso de cinismo o de cumplimiento de “sus” mandamientos para gobernar.
Con esa manera de expresarse desde el púlpito presidencial, se pretende descalificar
señalamientos muy graves de corrupción que se han presentado desde hace varios
años, pero que comienzan a salir a la luz pública.
Algunos afirman que por la exigencia del gobierno de los Estados Unidos y otros
porque ya no es posible tapar con un solo dedo, todos los excesos cometidos desde el
poder.
Cualquiera que sea el caso, desde el gobierno se deberían de atender esos reclamos y
esas evidencias, en lugar de descalificar a quienes les han dado seguimiento a
diferentes casos conocidos de corrupción.
La reciente expresión de la presidente de descalificar la presentación formal de una
denuncia penal por parte de un diputado federal de la oposición, en contra del hijo del
expresidente, el gobernador de Tamaulipas, la actual presidenta del tribunal superior
de justicia del mismo estado y de quién fuera el titular de aduanas en el gobierno de
López Obrador, calificándola de politiquería, no es lo que se espera de ella como titular
del ejecutivo y encargada (obligada) a buscar la armonía social y política, aceptando los
canales institucionales para la expresión y denuncia de actos presuntamente ligados a
la corrupción, en este caso, de lo que se conoce como “huachicol fiscal”.
El abogado chileno Mario Verdugo afirma que “la politiquería es la degeneración de la
política: el aprovechamiento egoísta del poder o de la posición pública para fines de su
vanidad o empobrecimiento”.
¿Estamos ante el aprovechamiento egoísta del poder para encubrir a los responsables
del que quizá sea el fraude más grande a la nación?
Antes se aprovechaban las influencias desde el poder para la asignación directa de
contratos a los amigos de los hijos del presidente, con el evidente beneficio
económico, pero ahora, se roba desde el poder al poder mismo, quitándole la
posibilidad al gobierno de ingresar recursos adicionales.
Tal parece que la politiquería, entendida como el trato de la política con
superficialidad o ligereza, viene desde el poder.
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