Lunes 29 de Septiembre de 2025 |
“PRI, PAN, PRD, Morena son lo mismo, es que la gente se da cuenta, es la misma gata revolcada. El principal enemigo de Morena está en Morena”. —Palabras vertidas por Eduardo Cervantes, ex dirigente de Morena antes de ser removido de su actual puesto dentro del partido. Una muestra de lo que hoy vivimos: la crítica no será tolerada, sino censurada (así que si dejan de leer mis columnas, sabrán por qué fue, jajaja). (Tantos idiomas y sí, Cervantes eligió hablar con la verdad). Y es que ustedes eran los elegidos, debían destruir a los Sith, no unirse a su fuerza. ¿De verdad creyeron que podían construir un país diferente con los políticos reciclados de siempre? Lo peor de todo esto es que Morena no los necesitaba. Tenían un grupo de rebeldes libertarios desconocidos, sí, pero frescos y, lo más importante, tenían la esperanza de millones de personas dispuestas a creer en estos jedis que se vendían como distintos. Aun así, les abrieron la puerta (para sorpresa de todos) a quienes por décadas representaron todo aquello que se prometió combatir, dejándonos a nosotros, los ciudadanos, en una total orfandad, sin tener realmente muchas opciones en las que confiar. Once de los veinticuatro gobernadores de Morena provienen del PRI. Apenas dos nacieron realmente de la lucha de su base. El resto, en la mayoría de los casos, son la prueba de que el pragmatismo y la ambición han devorado la ideología. ¿Y qué decir de MC abrazando a figuras como Néstor Camarillo? En serio, ¿en qué estarán pensando? Ya me imagino su nueva canción: pasarán de “Nanananana nanana, nanananana nanana” a “Te pareces tanto al PRI que no puedes engañarme”. Aunque estos chapulines se están equivocando, amigos: el gran legado que nos dejó AMLO no es ni nunca fue el partido de Morena, sino una población politizada que antes estaba dormida. Nos despertó y nos dejó bastantes perfiles rescatables dentro de este partido, que sé que, llegado el momento, harán lo que mejor saben hacer: luchar por su partido y por México también. Ya lo hicieron alguna vez. Censurenme si quieren, pero lo cierto es que Morena dejó de ser la promesa de cambio para convertirse en espejo de aquello que decía combatir, y ya TODOS lo sabemos. El discurso de justicia social y franciscano quedó atrapado entre negociaciones, perdones selectivos y pactos con personajes que hace apenas unos años eran vistos como enemigos del pueblo. Hoy pareciera que la lealtad no se mide en principios ni en trayectoria, sino en cuántos votos o recursos puedes aportar o qué tan útil resultas para la maquinaria electoral. Y esto es en todos los partidos. La ideología se volvió un accesorio desechable: se usa en campaña, se olvida en el poder. Y este fenómeno se presenta en comunidades enteras, se repite el patrón de intercambiar dignidad por migajas. El voto ya no se conquista con argumentos: se compra con despensas, favores o promesas que jamás se cumplen. Y, aunque todo esto, en el supuesto, debiera estar penado, todos sabemos que tristemente pasa. Después de todo, recordemos que “todo es legal, si no te descubren”. Esa normalización de la tranza política nos coloca a nosotros, los votantes, frente a una pregunta incómoda: ¿Cómo podemos exigir honestidad a los gobernantes si como sociedad también hemos aprendido a negociar con nuestra conciencia? La política en México no solo está secuestrada por los partidos, también está lastimada por nuestra costumbre de normalizar lo intolerable. Así que la chamba también es nuestra. Si no rompemos con ese ciclo del utilitarismo, da igual si el partido en turno se viste de azul, amarillo, tricolor o guinda. El resultado será el mismo: un país atrapado en la desesperanza. Y aquí les dejo una última reflexión: “El pueblo que tolera la injusticia termina mereciéndola.” —Thomas Wankenobi Jefferson.
¡Hasta la próxima!
|